Javier Milei fue muy claro en su discurso la noche que triunfó en las elecciones y se convirtió en el primer presidente liberal libertario de la historia de la Argentina: “Eso de que donde hay una necesidad nace un derecho es una aberración”. Ya en esa frase se podía vislumbrar el proyecto de país que tenía en mente.
Si las necesidades de las personas no son cubiertas por el Estado (entendida como la institucionalización de la comunidad) entonces, según Milei, es el mercado el que debería cubrirlas. Dónde hay una necesidad hay una oportunidad de negocios.
¿No te alcanza la plata para llegar a fin de mes, para comprar comida, para cargar la Sube? Hay cientos de billeteras digitales que ofrecen reintegros y descuentos determinados días para que hagas las compras. Si justo no pudiste y tuviste que comprar la yerba más cara, podrías haberte organizado mejor tu día para ir al supermercado cuando había reintegro. La culpa es tuya.
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Muchas veces los periodistas nos enroscamos en señalar la inoperancia de las cabezas del gobierno libertario cuando dicen que Todo Marcha Acorde al Plan (TMAP) al tiempo que pierden votaciones en el Congreso. En realidad no estamos viendo que más allá de “la rosca” (que ciertamente existe, vean sino donde está hoy el PRO) el “plan” es esto que estamos viviendo: un país de servicios primarizado, con algunos pocos sectores estratégicos de la economía muy pujantes pero con salarios por debajo de la línea de pobreza o en la línea de pobreza.
El objetivo de bajar la inflación es apenas un caballito de batalla. Un deseo genuino de una sociedad angustiada con una enorme porción de la población (sobre todo jóvenes) que les cuesta ingresar al mercado laboral formal, que no tienen paritaria ni recibo de sueldo y que, en el mejor de los casos, sueñan con un futuro mejor en otros países. La inflación fue un aliado del gobierno de Milei: además de darle un relato fue el motor de la “licuadora” de ingresos en la que caímos prácticamente todos los asalariados en 2024 y 2025.
El “Plan” es un poco el manual de la escuela austriaca de que todo lo resuelva el mercado (aunque claro hay excepciones, como cuando un gremio acuerda paritarias con una patronal y el gobierno decide no homologarlas) pero también es el plan de los supermillonarios que sueñan con empresas-Estado que gobiernen el mundo de manera oficial, más allá de que las reglas ya las imponen ellos. Los Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos son efectivamente los tecnoseñores feudales de occidente (China, Rusia y sus satélites son otro cantar que ameritan otro análisis) y el gobierno argentino es un experimento de esta afrenta ideológica.
Hecho ese diagnóstico cabe preguntarse entonces, si este va a ser el “plan” de los poderosos ¿Cuál es el “plan” de los pueblos? que es otra forma de preguntarse “¿Qué hacer?” como se preguntó alguien hace 120 años en otras latitudes.
Dónde enfrentar la crisis
La crisis de ingresos a la que nos sometió el gobierno de Milei, en la cual unos pocos ganan miles y unos miles sobreviven cómo pueden, se convierte rápidamente en una crisis que inunda otros ámbitos de la vida. Así tenemos una sociedad angustiada, hastiada y pesimista con la situación del país tal y como muestran algunos estudios.
Así las cosas, con una oposición fragmentada y sin liderazgo claro (algo lógico después de una derrota contundente como la del 23) es en la reacción de las bases, del pueblo mismo, donde hay que buscar el norte para salir de esta pesadilla.
Allí podemos encontrar movilizaciones multitudinarias como las de la comunidad universitaria, que desembocaron en dos proyectos de ley de financiamiento universitario (uno vetado, el otro está por verse); o la marcha antifascista de febrero motorizada por los dichos del presidente contra la comunidad LGBT que produjo un recule discursivo contundente del gobierno sobre este tema.
A fuerza de represión el gobierno defiende los vetos a los aumentos jubilatorios, a los discapacitados y universitarios. Reprimen con mano dura tal y como lo hicieron los gobiernos de hace más de 100 años, los de la “Argentina potencia” que Milei tanto añora.
Pero no es solo en las calles dónde hay que encontrar el consuelo: en las redes comunitarias, merenderos, clubes, ferias, centros culturales también podemos ver pequeños granitos de solidaridad pese al mal momento. No hay que perder la sensibilidad para poder detectar estas señales.
Quizás una de las señales más potentes de “resistencia”, al menos simbólica, de este modelo de crueldad y exclusión haya sido la respuesta comunitaria frente a la catástrofe climática en Bahía Blanca en marzo. Como bahiense pude estar allí y vi con mis propios ojos la angustia de una situación extrema; pero también el empuje y la energía de un pueblo organizado para salir adelante y tender manos solidarias con quienes lo necesitaban.
Después vienen las discusiones sobre los alcances de las respuestas de las gestiones. Lo cierto es que, a riesgo de pecar de ingenuidad, se puede decir que en situaciones extremas el pueblo siempre muestra su mejor rostro. Más allá de por quién haya votado, en esos caminos solidarios es que los pueblos encuentran las salidas colectivas a las crisis.










