El último 20 de enero, Joe Biden completó un año al frente de la Casa Blanca. El entonces candidato demócrata asumió el cargo en enero de 2021 alegando que dicha ceremonia evidenciaba “no el triunfo de un candidato sino el triunfo de la democracia”, tras la insurrección de fanáticos trumpistas del 6 de enero en el Capitolio, un hecho sin precedentes en la historia estadounidense.
Un año y algunos días después de dicho evento, el país gobernado por Biden se encuentra tan o más dividido que tras la elección de noviembre de 2020, cuando el entonces presidente y candidato a la reelección, Donald Trump, se negó a reconocer los resultados alegando un fraude que hasta el momento no ha podido probar.
Tanto la situación sanitaria producto de la pandemia como la situación económica y social están lejos de lo prometido durante la campaña, algo que por el momento se ve reflejado en las encuestas. Según los resultados arrojados por la encuestadora RealClearPolitics, Biden aparece con una aprobación del 42% entre la población estadounidense.
Si bien se trata de un índice considerable, es menor que el 56% que ostentaba al inicio de su mandato tras haber alcanzado 80 millones de votos, más que cualquier otro mandatario en la historia del país. Dicho índice representa un problema para las aspiraciones de los demócratas ante las elecciones legislativas previstas para noviembre de este año, lo cual es también un problema para el propio Biden ante la posibilidad de que el partido republicano controle tanto el Congreso como el Senado durante los últimos dos años de su mandato.
LA PANDEMIA
Una de las principales promesas de campaña del actual presidente fue el combate a la pandemia a través de la vacunación y los testeos masivos. En los primeros cien días consiguió alcanzar la meta de vacunar 200 millones de personas y al momento cerca del 75% de la población de EE.UU ha recibido al menos una dosis. Actualmente el 63% de los estadounidenses están totalmente vacunados. A su vez, los niños a partir de los 5 años pueden recibir la vacuna desde noviembre, se han administrado 80 millones de dosis de refuerzo para ayudar a proteger contra Omicron, y recientemente fueron puestas a disposición las pruebas rápidas gratuitas.
Sin embargo, la resistencia a la inmunización por parte de grupos negacionistas no ha impedido el avance de nuevas variantes y el aumento de casos y muertes por covid en el país. A lo largo del año, Estados Unidos ha sufrido tres grandes oleadas del virus, y más de 850.000 estadounidenses han muerto a causa de Covid, el mayor número de muertes registrado a nivel nacional en la pandemia mundial.
En ese sentido, puede considerarse prematuro el discurso de Biden en julio sobre que EE.UU podía celebrar la “independencia” de la pandemia de Covid-19. Si bien no se puede negar que hubo esfuerzos para contener la situación tanto a nivel sanitario como económico, la incapacidad para prepararse para los retos presentados por las variantes Delta y Omicron ha generado un desgaste en las figuras de la Casa Blanca que podría tener consecuencias electorales para los demócratas, quienes ya cuentan con dificultades para avanzar en las pautas del gobierno en ambas cámaras.
SITUACIÓN ECONÓMICA
Uno de los logros del gobierno para hacer frente a la crisis económica producida por la pandemia fue la aprobación en ambas cámaras del “Plan de Rescate a la Nación”. La medida es la continuación de cinco proyectos de ley, por un total de 4 billones de dólares, que la Cámara Baja ha estado impulsando desde que Donald Trump era presidente.
El mismo consistió en el pago de cheques directos por 1.400 dólares para contribuyentes que cuentan con ingresos inferiores a 80.000 dólares anuales. A su vez, el valor aumentaba para 2.800 para parejas que declaren su renta conjuntamente. Se calcula que dicho estímulo benefició a la mayoría de los estadounidenses ya que, durante el 2019, el ingreso medio por hogar era de 68.703 dólares.
El plan de rescate también incluyó ayudas de desempleo de hasta 300 dólares, subvenciones para ayudar a las pequeñas empresas golpeadas por la pandemia; asistencia de alquiler a inquilinos afectados, así como asistencia sanitaria y créditos fiscales.
A pesar de la aprobación del Plan de Rescate a la Nación de 1,9 billones de dólares y de la disminución del índice de desempleo -6,4 millones de puestos de trabajo añadidos- el empleo total sigue siendo inferior al registrado antes de la pandemia. Sin embargo, las solicitudes de subsidio de desempleo han descendido a su nivel más bajo en 50 años.
Aún con algún nivel de recuperación económica, existen otros problemas para la administración demócrata. Millones de estadounidenses han dejado su trabajo, lo cual generó que algunas industrias se enfrenten ahora a una escasez de mano de obra, lo cual contribuye a los problemas de la cadena de suministro global y alimenta la inflación, que alcanzó el 7% en 2021, la más alta en los últimos 40 años.
Otro de las medidas impulsadas por la administración demócrata fue la aprobación del plan de infraestructura Build Back Better. El mismo consistió en 1,2 billones de dólares -menor al paquete inicial presentado por Biden en marzo pasado por 2,25 billones de dólares-. Se trató de más de 110.000 millones de dólares para reparar carreteras, puentes y autopistas, y 66.000 millones de dólares para fomentar el ferrocarril de pasajeros y mercancías.
Dicha iniciativa destina, además, 55.000 millones de dólares para abordar los problemas en el suministro de agua, como el reemplazo de todas las tuberías de plomo, y contempla 65.000 millones de dólares para modernizar la red eléctrica.
Asimismo, asigna miles de millones de dólares para rehabilitar acequias, reformar puertos y aeropuertos y expandir el acceso a la banda ancha. El texto legislativo pone su atención, además, en la lucha contra la crisis climática y dedica 7.500 millones de dólares para crear una red de estaciones de recarga de vehículos eléctricos en EE UU, una de las prioridades de Biden quien también adoptó la agenda verde como una de sus promesas de campaña.
En este apartado aporta 47.000 millones de dólares para responder a los incendios, sequías, la erosión de la costa y las olas de calor, entre otros. En total, se trata la mayor inversión en obras públicas en EE UU en años.
CRISIS MIGRATORIA VIGENTE
Una de las promesas de campaña de Biden tuvo como foco la situación en la frontera con México y la de millones de personas que viven en el país con miedo a ser deportadas por no poseer documentación. Si bien Biden promovió 296 acciones ejecutivas sobre migración (seis en su primer día en la Casa Blanca), con 89 de ellas dedicadas directamente a revertir las políticas de Trump, lo cierto es que la situación para los desplazados, de un lado y de otro de la frontera, no ha mejorado.
La decisión judicial de un juez de Texas para reinstalar el plan “Quedate en México”, a través del cual quienes solicitan asilo en el país deben esperar por una respuesta del lado mexicano, fue considerada una derrota política para los demócratas. Además, la respuesta del gobierno a los altos flujos de migrantes en la frontera y la permanencia de algunas de las medidas de Trump como el uso del Título 42 para expeditar expulsiones en la frontera, terminaron por opacar los logros y cambios positivos.
A esta situación se le suma el número récord de desplazados que se dirigen hacia la frontera norte de México para solicitar asilo. Sólo en 2021, aumentó en un 80% el número de solicitantes en comparación con los años 2013 a 2018 según datos de la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (COMAR).
En consecuencia, la violencia y los abusos también han aumentado. Human Rights First documentó que unos 8 mil 705 de los ataques contra migrantes y solicitantes de asilo –incluyendo violaciones y secuestros– que fueron expulsados a México empleando medidas que impulsó Trump ocurrieron durante el primer año de Biden.
AFGANISTÁN Y EL COMPLEJO INDUSTRIAL
Por último, una de las marcas con las que deberá cargar la gestión demócrata es sin duda la retirada de tropas de Afganistán en agosto de 2021. Tras 20 años controlando el territorio y sin ningún beneficio concreto para el pueblo afgano, ni para la seguridad interna de Estados Unidos, el ejército norteamericano abandonó Kabul dejando a su paso una crisis social extendida y un gobierno frágil incapaz de hacer frente al grupo extremista, que se instaló en el gobierno sin mayores inconvenientes.
Aún habiendo dejado atrás la ocupación más larga de la historia del país, el gobierno de Joe Biden avanzó en el congreso con la aprobación de un presupuesto militar aún más alto. Se trata de 768.000 millones de dólares para 2022 -65% del gasto federal- y es mayor que las aprobadas durante los años de la guerra de Vietnam y de Corea.
En dicho paquete, el Congreso sólo asignó 58.000 millones de dólares, menos del 10% del presupuesto del Pentágono, al cuerpo diplomático del gobierno, siendo el resto para aumentar el poderío del complejo industrial militar con la excusa de contener el surgimiento de China y hacer frente a una posible expansión rusa hacia el oeste europeo. La situación actual en el este europeo, con el envío de armas por parte del Reino Unido a Ucrania y el avance de la OTAN hacia el este aparece como la excusa perfecta para el financiamiento cada vez mayor del complejo industrial militar.
Con algunos logros y varias derrotas, el gobierno de Joe Biden comienza el 2022 con el desafío de avanzar en las promesas incumplidas. El objetivo último es conservar el control de ambas casas legislativas, algo que hasta el momento y con las campañas impulsadas en todo el país por los republicanos cercanos a Trump -quien encabeza hoy varias de las campañas de sus colegas de partido-, parece una misión difícil de conseguir.