A menos de una semana de que se defina la segunda vuelta electoral en Brasil, se viven horas de tensión en el Palacio de Alvorada, residencia oficial de Jair Bolsonaro. La reacción de Roberto Jefferson, ex diputado y aliado del presidente, de disparar contra agentes de la policía federal que cumplían un mandato de prisión en su contra por amenazar a una ministra de la Corte Suprema, cayó como una bomba que amenaza con arrebatarle a Bolsonaro su intento de reelegirse.
El hecho sucedió el domingo, cuando Jefferson comenzó a transmitir desde sus redes sociales las imágenes en donde se veía a los agentes en la puerta de su residencia, al tiempo que afirmaba que no se entregaría. Acto seguido, comenzaron los disparos. Según el propio Jefferson declaró posteriormente, fueron al menos 50 tiros de fusil y tres granadas arrojadas contra los agentes, quienes no esperaban dicha reacción y debieron resguardarse. Según se supo después, tres de los agentes fueron heridos y debieron ser trasladados para recibir atención médica.
Cuando el hecho comenzó a ser noticiado, desde el gobierno buscaron una manera de intervenir. El ministro de justicia Anderson Torres se aproximó a la residencia de Jefferson para negociar la detención del ex diputado. Sin embargo, desde la campaña presidencial alertaron acerca del daño que dicha intervención podría causar a la imagen de Bolsonaro a pocos días de los comicios, motivo por el cual el gobierno dio marcha atrás.
Tras varias horas, el propio presidente llegó a publicar un video en sus redes sociales donde aseguraba que había solicitado la prisión de su ex aliado al tiempo que sentenció que quien dispara contra la policía es bandido.
De poco sirvió el intento de distanciarse. Desde temprano ya habían comenzado a circular imágenes donde se lo veía al ex diputado participando de eventos oficiales al lado de Bolsonaro. Enseguida se supo también que Jefferson había contratado al hijo del presidente, el actual diputado por San Pablo Eduardo Bolsonaro, como asesor de su gabinete en 2008.
Otra de las complicaciones que recientemente enfrentó el actual presidente en la búsqueda por un segundo mandato es la acusación de pedófilo. La misma se originó a partir de una declaración que Bolsonaro dio en una entrevista, donde afirmó que en cierta oportunidad en la que paseaba en moto por la periferia de Brasilia se generó “un clima” de atracción sexual con un grupo de adolescentes.
Las repercusiones fueron inmediatas tanto en redes sociales como en canales de tv y radio. La propia campaña de Lula llegó a incluir la declaración del presidente en la propaganda electoral, que luego debió remover debido a una orden de la justicia electoral. Sin embargo, el daño ya estaba hecho y Bolsonaro debió grabar un pedido de disculpas en el cual declaró que sus palabras fueron mal interpretadas y utilizadas para perjudicarlo.
A estos escándalos se le suman otras malas noticias para el presidente. Luego de dos meses de deflación, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística anunció una inflación de 0,16% para octubre, sumando 6,85% en doce meses. A su vez, desde la campaña también debieron salir a desmentir denuncias acerca de la reducción del salario mínimo y de las jubilaciones en caso de que Bolsonaro alcance la reelección.
La preocupación de parte de la campaña del presidente se hace más grande en la medida que se acerca el ballotage. Si bien varios analistas políticos afirman que resulta difícil que estos hechos le quiten votos a Bolsonaro, lo cierto es que tampoco le suman y parecen dejarlo cerca de una derrota el próximo domingo.
Con pocos días de campaña por delante, las encuestas muestran un escenario de estabilidad con Lula liderando con el 54% de los votos válidos contra 46% de Bolsonaro. Ambos candidatos tendrán una instancia cara a cara el próximo viernes por la noche en el debate promovido por la emisora O Globo. Allí el candidato y ex presidente Lula buscará ahondar en las fragilidades del actual mandatario mientras se prevé que Bolsonaro continúe apostando a las acusaciones de corrupción y a las pautas de costumbres para seducir a los votantes.
Los dos días previos a la apertura de las urnas serán claves para saber hacia donde se inclinará la balanza y quien será el candidato que asuma el próximo 1 de enero de 2023 para gobernar Brasil.