Antivacunas, más allá de las ideas conspirativas

La negativa de miles de personas en la Unión Europea a vacunarse contra el COVID-19 enciende las alarmas de los gobiernos. Resistencia de partidos de extrema derecha y sectores que desconfían de la inmunización.

Francias antivacunas COVID-19
Foto: Clément Mahoudeau / AFP

Las manifestaciones multitudinarias contra el pase COVID que tuvieron lugar en Francia el pasado fin de semana visibilizaron una situación que preocupa, y mucho, a las autoridades de distintos países. El movimiento antivacunas, lejos de ser un fenómeno de redes sociales, convoca a millones de personas en todo el mundo, principalmente en Europa y Estados Unidos.

En Francia, todo comenzó tras la decisión del gobierno de Emmanuel Macron de establecer un certificado COVID para entrar en bares y restaurantes, así como para viajar en tren y en avión. A su vez, el ejecutivo francés impulsó la obligatoriedad de la vacunación del personal de salud. Ambas medidas apuntan a controlar una nueva ola de contagios y evitar la imposición de medidas restrictivas que hagan retroceder la actividad económica.

La presión de las autoridades francesas tiene que ver sobre todo con la desaceleración del ritmo de inmunización en el país. Al momento, solo un 40% de los franceses se encuentran totalmente inmunizados, un número que contrasta con la adquisición de vacunas y la realidad de otros países de la región. El argumento del Ejecutivo es que la vacunación facilitará la vida cotidiana para el resto de la población.

Si bien el anuncio generó la reacción esperada y el ritmo de vacunación volvió a acelerar, la respuesta de algunos sectores no se hizo esperar: el 17 de julio, alrededor de 120 mil personas salieron a las calles en diferentes ciudades del país para protestar en contra de lo que denominan dictadura sanitaria.

Con carteles cuyas leyendas iban de “Libertad” a “Macron dictador”, los franceses hicieron pública su indignación por las medidas adoptadas, hablando de una amenaza a las libertades individuales. “Tenemos dudas sobre las vacunas contra el coronavirus, no es que pensemos que la Tierra es plana, pero no conocemos los efectos a largo plazo de estas vacunas fabricadas rápidamente y que Macron quiere imponernos”, expresaba una enfermera de 39 años en una de las protestas.

La situación en Francia se suma a la de otros países de la Unión Europea, donde el ritmo de vacunación viene disminuyendo respecto a los primeros meses del 2021. Es el caso de Italia y Alemania, donde las autoridades estudian la posibilidad de habilitar un pase semejante al implementado por Macron para frenar los contagios e incentivar a la vacunación.

Según datos del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC), de un total de 450 millones de habitantes, 147 millones de personas fueron totalmente inmunizadas, mientras 225 millones recibieron al menos una dosis.

Las autoridades sanitarias coinciden en la necesidad de vacunar entre un 70% a un 90% de la población para alcanzar la inmunidad del rebaño. Por otro lado, los índices de vacunación por país, así como la desaceleración en las últimas semanas, encienden las alarmas ante el surgimiento de la variante delta, considerada un 60% más contagiosa.

Los movimientos antivacunas

Con una presencia que comenzó a consolidarse en redes sociales hace más de diez años, los grupos antivacunas se organizan para denunciar una conspiración internacional que envuelve adeptos a la teoría QAnon, ultraprotestantes, populistas de derecha, ecologistas adeptos a terapias alternativas, empresarios, artesanos, desempleados y hasta médicos.

A pesar de tratarse de grupos heterogéneos en su conformación, convocando personas de diferentes edades, clases sociales e ideologías, el creciente número de adeptos no pasa desapercibido.

Es en las redes sociales donde estos grupos se encuentran y organizan. En Francia, los Décodeurs tienen más de 30 mil suscriptores en Telegram. En Alemania, figuras conspirativas como Attila Hildmann y Xavier Naidoo cuentan con más de 100 mil seguidores. A su vez, el británico Charlie Ward, conocido por difundir mensajes pro-Trump, llega a casi a 150 mil.

El denominador común es el escepticismo frente al discurso oficial sobre la pandemia de COVID-19, enlazado a teorías conspirativas que apuntan contra figuras como Bill Gates, Klaus Schwab y Georges Soros. Muchas de estas ideas han ganado fuerza en Europa y también en Estados Unidos, donde el movimiento antivacunas es de los más grandes y organizados del mundo.

Según afirma la investigadora principal del think thank Barcelona Center for International Affairs (CIDOB), Carme Colomina, “un estudio sobre populismo y dudas en el proceso de vacunación en Europa occidental, publicado en el European Journal of Public Health un año antes de la pandemia, ya encontró una correlación positiva entre el porcentaje de personas que votan por partidos políticos populistas y el porcentaje de personas que creen que las vacunas son innecesarias, ineficaces o inseguras”.

Varios líderes de la extrema derecha se han sumado a estas iniciativas. En Francia, la extrema derecha representada en el antiguo número 2 de Marin Le Pen, Florian Philippo, del partido Los Patriotas, adhirió a las manifestaciones contra el pasaporte COVID. Lo mismo sucedió en Italia, donde manifestantes se reunieron en ciudades como Roma, Turín, Nápoles y Milán a las cuales se sumaron las organizaciones neofascistas CasaPound y Hermanos de Italia.

En Australia, donde menos del 15% de la población está inmunizada, se registraron manifestaciones en Sydney tras las medidas restrictivas adoptadas por el gobierno luego del aumento de casos. Según publicó The Guardian, un grupo con sede en Alemania ayudó a impulsar las protestas. La información se difundió en redes sociales y fue amplificada por páginas antivacunas y conspirativas que han acumulado miles de seguidores durante la pandemia.

Los motivos de la desconfianza

Si bien la llegada de la pandemia aceleró y hasta visibilizó a estos grupos antivacunas a lo largo de todo el mundo, y a través de diferentes plataformas, lo cierto es que el sentimiento antiestablishment ya tiene cierta trayectoria.

Según afirmó una fuente de la Inteligencia francesa a la agencia AFP, estos “son movimientos que más o menos siempre han existido, desde hace diez o quince años. Se alimentan de una conspiración antisistema”. Con la llegada de la pandemia y las recomendaciones para mantener el distanciamiento, el uso de máscaras y la vacunación en masa desde fines de 2020, el descontento comenzó a ganar cada vez más audiencia.

“La desinformación y el negacionismo, la batalla por el relato y la influencia global, así como la debilidad de gobiernos e instituciones —fruto de la erosión democrática— que han alimentado la polarización política de la pandemia se reproducen ahora en el proceso de vacunación”, afirma Carme Colomina. “En la complejidad del ecosistema informativo sobre la vacuna, se despliega una cacofonía de voces e intereses y dos grandes relatos: los «motivos políticos y económicos» de los actores e instituciones involucrados en el desarrollo de las vacunas, y las preocupaciones en torno a la «seguridad, eficacia y necesidad» del proceso de inmunización”.

Bajo esta lógica, todo aquello que implique una razón colectiva configura una conspiración de los poderosos para sostener su dominio a través de la manipulación, y con el fin de destruir cualquier libertad individual. Con los números de contagios aumentando y la inmunidad del rebaño comprometida ante el negacionismo y el surgimiento de nuevas variantes, el panorama deja poco espacio para imaginar una vuelta a la normalidad pre 2020.