El 26 de Julio ha pasado a ser de un acontecimiento histórico-político a una conmemoración nacional distintiva en Cuba. Símbolo de la heroica lucha de nuestra Patria por su soberanía. Las acciones que condujeron a los asaltos de los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, no fueron resultado del voluntarismo de un puñado de hombres sino fruto de profundas meditaciones y análisis del conjunto peculiar de factores objetivos y subjetivos que imperaban en aquel contexto histórico-concreto en nuestra nación, entonces este suceso está fundamentado en un pensar razonado y responsable, comprometido con los sectores más humildes del pueblo previo a la acción revolucionaria.
Ante la complicada y adversa situación política, económica y social en la que estaba marginado todo el conjunto de clases, grupos e individuos populares, Fidel y la Generación del Centenario se encuentran con un problema que debían resolver ante la inacción de los partidos políticos tradicionales y las figuras públicas de aquel entonces: ¿Cómo levantar al pueblo, cómo llevarlo al combate revolucionario, para superar aquella enervante crisis política… y llevar adelante la revolución popular y radical que transformara al fin a la República mediatizada y al pueblo esclavizado y explotado en la patria libre, justa y digna, por la cual lucharon y murieron varias generaciones de cubanos?.
Fidel mostró capacidad para organizar, unir y fundar de la Generación del Centenario un amplio Movimiento revolucionario formado, fundamentalmente, por jóvenes cuyo núcleo central provenía de las filas juveniles de la ortodoxia. Las fuerzas que vertebran este Movimiento no poseían armas, dinero, ni aparato militar o político.
Tampoco tenían un renombre público ni ascendencia popular. También el revolucionario cubano observa cómo los políticos de turno, incluso los que se definían como de la oposición a Batista, tenían como rasgo común, dentro de un escenario de guerra fría y atmósfera macarthista, el servilismo a Washington y la exclusión de los comunistas de todo acuerdo o participación en la lucha contra el régimen batistiano. Fidel revela que dentro de las fuerzas autodenominadas “de oposición a Batista” no existía la voluntad política ni la decisión necesaria para llevar adelante una acción común para combatir el régimen establecido con el Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.
Fue en ese momento histórico-concreto cuando Fidel y los jóvenes del Movimiento revolucionario, fundado por él, deciden llevar adelante la lucha armada como medio, no fin, para acceder al poder político y transformar el estado de cosas imperante en la Cuba neocolonial. Era necesario enarbolar nuevamente las banderas de Demajagua, Baire, Baraguá, Yara. Se planteaba impostergable una arremetida final para culminar la obra de nuestros antecesores y eso fue el 26 de Julio, sin el cual no hubiera triunfado después la Revolución cubana el Primero de Enero de 1959.
La fase actual de la Revolución cubana es la continuidad histórica de las luchas heroicas que inició nuestro pueblo en 1868 y prosiguió después en 1895 contra el colonialismo español; de su batallar constante contra la humillante condición a que nos sometió Estados Unidos con la intervención, la Enmienda Platt y el apoderamiento de nuestras riquezas que redujeron a nuestra Patria a una dependencia yanqui, un inmenso garito, un gran prostíbulo, un centro de explotación monopolista. Algo que hoy quieren imponer nuevamente.
Contrariamente a lo que se cree y quiere hacerse creer: hoy trascurre la crisis capitalista más profunda de su historia en tanto se torna multidimensional, estructural, sistémica y por tanto moral, civilizatoria. La COVID-19 ha sido el dinamizador de esta crisis capitalista, esta pandemia visibiliza lo que el oscuro periodo neoliberal ocultó por casi medio siglo, especialmente en América Latina: la naturaleza depredadora del capital, tanto de la naturaleza humana como de la no humana, ha conducido a nuestra especie a un callejón cuya única salida es el desmontaje inmediato de esta formación económico-social. Este escenario conduce a la misma problemática a la que se enfrentó Fidel y sus compañeros: actuar como condición para ser, el dilema se torna al estilo de William Shakespeare: “Ser o no ser, esa es la cuestión”.
La cuestión para el pueblo cubano hoy está bien claro: somos patriotas o dejamos de existir como nación soberana. En este escenario complicado de resistencia, creatividad y avances pero también de carencias acumuladas, retrocesos y ausencias palpables emergen vende patrias, sietemesinos y anexionistas. Resulta significativo acudir a las indicaciones estratégicas y tácticas de Fidel, él clarifica a revolucionarios, adversarios y los que se dejen “confundir” del modo siguiente:
Nosotros consideramos que la energía y demás recursos esenciales se deben dedicar en primer término… al bienestar del hombre con otro concepto de la vida, la sociedad y los frutos del trabajo humano. A ello consagramos nuestros modestos recursos, en medio del brutal y despiadado bloqueo económico, que un país poderoso y rico como Estados Unidos ha impuesto a nuestra heroica patria. Más a pesar de eso nadie podrá ignorar los avances de Cuba, lo que demuestra todo lo que puede hacerse aun siendo pobres, si existe la justicia del socialismo.
En nuestra patria podrán ver a cada ciudadano con un libro bajo el brazo, porque queremos todos estudiar, queremos todos aprender y queremos todos interpretar correctamente el mundo en que vivimos. A nadie le decimos cree, a todos les decimos piensa, estudia, decide.
Los imperialistas intentan ridículamente presentar a nuestro país como un régimen de fuerza. Efectivamente hay fuerza, pero la fuerza no está en las armas, ni en las leyes, ni en las instituciones del Estado; está en el pueblo, en las masas, en las convicciones revolucionarias y en la cultura política de cada ciudadano. La fuerza no está en la mentira ni en la demagogia, sino en la sinceridad, la verdad y la conciencia. Las armas además las tiene el pueblo y con ellas defiende la Revolución sin torturas, sin crímenes, sin batallones de la muerte, sin desaparecidos, sin ilegalidades ni arbitrariedades… Ello se debe a las semillas de principios y ética revolucionaria que sembramos desde el mismo Moncada y que fructificaron en la guerra de liberación y en el ulterior desarrollo de la Revolución. Por encima de las montañas de calumnias imperialistas se yergue firme e invencible la realidad histórica (Castro, 1978: 68-69).
Las orientaciones de Fidel, contenidas en el fragmento precedente, nos trasmiten la conciencia de lo que está en juego: la condición de ser, pero también la certeza de que no puede volverse atrás, que hay que defender lo que ha ubicado a Cuba en el mapa del mundo, no podría ser otra cosa que la Revolución cubana. En estos momentos se impone la acción revolucionaria frente a los que se detienen y por tanto encuentran su propia vida despreciable. La identidad y la existencia soberana se debaten, buscan reconfigurarse, redefinirse, encontrar el sentido al curso de los hechos; lo que queda bien claro es que la única que a corto, mediano o largo plazo resolverá los problemas del pueblo es la Revolución; obra colosal y magnífica que ha unido a la mayoría de las cubanas y cubanos diversos, pero seguros de que solo en el socialismo podremos seguir siendo porque si la especie humana no acciona contra el capitalismo dejará de existir.
Por Manuel de Jesús Verdecia Tamayo y Lourdes Ferrera González
Manuel de Jesús Verdecia Tamayo es Presidente de la Cátedra Estudios del Pensamiento y la Obra de Fidel Castro Ruz de la Universidad de Granma.
Lourdes Ferrera González es Subdirectora de Cultura en la provincia Granma.