Cinco días tomó para que la muerte de Moïse Kabagambe pasara de ser una cifra más en las estadísticas de criminalidad, a protagonizar titulares en los grandes medios de comunicación en Brasil. La noticia del asesinato a golpes del refugiado congoleño de 24 años, por presuntamente reclamar dos jornadas no remuneradas a su empleador en un kiosco de Barra de Tijuca, Río de Janeiro, llegó a los periódicos internacionales The Washington Post y Al Jazeera.
Entrevistada por ARG Medios, Roberta Calixto, investigadora de Práticas Discursivas en la producción de Identidades Sociales en la organización Instituto Identidades do Brasil, apunta que el caso de Kabagambe es un reflejo de dos elementos históricos en el país: “la violencia racial contra los cuerpos negros, y la xenofobia dirigida a los extranjeros que forman parte del flujo migratorio”.
El asesinato de Kabagambe —el quinto dentro de la comunidad congoleña, de acuerdo con la Embajada de la República Democrática del Congo— pone en entredicho el ideal de que “el país está con los brazos abiertos para todos los inmigrantes”, apunta Calixto. La investigadora advierte una selectividad a la hora de incentivar la inmigración en favor de la población blanca: “son realidades muy diferentes y la violencia racial está totalmente ligada a eso”
De acuerdo con los datos procesados por OBMigra, el salario básico promedio de personas provenientes de la República Democrática del Congo en el mercado laboral formal brasileño fue en 2020 de BRL $1.862, mientras que los portugueses ganaron BRL $8.738, y los estadounidenses, BRL $22.425.
La polémica y la consecuente movilización que aglomeró el sábado pasado a miles de personas en al menos 13 ciudades pidiendo justicia por Kabagambe, es la expresión culminante de una revuelta popular antiracista que se viene dando en los últimos tiempos.
De la estadística a la cara de la lucha antiracista
Calixto argumenta que el motivo de la repercusión del asesinato de Kabagambe responde a tres factores coyunturales: la implementación de la tecnología, el creciente debate sobre racismo, y el rol de la derecha en el país.
En primer lugar, el hecho de contar con las imágenes de las cámaras de seguridad del momento en el que murió Kabagambe —cuyo registro muestra cómo se desarrollaron los acontecimientos— supone un diferencial ante el resto de crímenes y genera conmoción. Sin evidencia, destaca Calixto, se suele criminalizar a las víctimas, como ocurre con las intervenciones en las favelas.
Los tres detenidos acusados del asesinato alegaron que la víctima se encontraba alcoholizada y perturbando a la clientela. Pero en las imágenes divulgadas por las redes sociales y los medios de comunicación, queda probado que Kabagambe fue sorprendido por cinco agresores y en ningún momento ofreció resistencia.
El segundo punto destacado por Calixto consiste en que el debate racial se ha vuelto innegable. Además de las pruebas que la tecnología puede suministrar, es importante el el accesso a espacios educativos para que los ciudadanos negros puedan desarrollar sus propios lineamientos sobre qué es el racismo y cómo funciona en Brasil
Se destaca la ley 12.711/2012 que garantiza la reserva de cupos para personas negras y otros grupos marginalizados, y las leyes 10.639/2003 y 11.645/2008, que establecen el acceso a una enseñanza inclusiva y representativa de la historia brasileña y cultura africana, afrobrasileña e indígena. A pesar de no haberse aplicado plenamente —especialmente después del golpe institucional a Dilma Roussef y bajo la conducción del actual gobierno de Bolsonaro—, estas iniciativas sentaron la base para construir un debate más profundo sobre las extensiones del racismo estructural en el país.
La tercera coyuntura remite a los efectos de la derecha en el poder. Como espacio de legitimidad. La presidencia supone un lugar donde las prácticas discursivas pueden condenar o incentivar el racismo. Durante 2019 y 2020, el actual presidente brasileño Jair Bolsonaro, realizó al menos 55 declaraciones racistas, contabilizadas por la organización Quilombolas contra Racistas. Desde el momento en que el presidente puede realizar públicamente declaraciones de este tipo, su propio discurso legítima la violencia racial por parte de los ciudadanos, argumenta Calixto.
El discurso construido tiene, según la investigadora, una base completamente individualista. El mayor representante del país transfiere la responsabilidad institucional hacia los individuos. Se deconstruye así el discurso del monopolio de la violencia física legítima estatal y se reemplaza por la justicia a mano propia. “La gente que no es consciente sobre las responsabilidades del Estado, aceptarán el discurso de que deben resolver las cosas con sus propias manos”.
Los linchamientos son parte del comportamiento social en Brasil. Si hasta 2014 ocurría un linchamiento por día, la cifra hoy se duplica, producto de un escenario favorable creado por el discurso bolsonarista, asegura el sociólogo José de Souza Martins en entrevista con BBC, autor del libro “Linchamentos – A Justiça Popular no Brasil” que estudia el fenómeno hace más de 30 años.
Las consecuencias recaen sobre la populación negr,; “considerando que vivimos en un país que ha construido varias imágenes racistas a lo largo de muchos siglos, la probabilidad de que esta violencia se gire hacia los cuerpos negros, indígenas, racializados en general, es muy alta”, detalla Calixto. De los 12,334 crímenes de odio registrados en Brasil en 2019 por la organización Words Heal The World, el 72,8% —8.979 casos— fueron por prejuicio racial.
Sin embargo, esa libertad de las personas a decir abiertamente que son racistas es un arma de doble filo. No tendrá punición gubernamental pero la sociedad civil no la deja pasar por alto. Ese es el peso que recae hoy sobre el debate racial en la agenda popular, apunta la investigadora. Es lo que genera conmoción y lleva a las personas a las protestas, tal como ocurrió el sábado pasado. Durante la manifestación, la consigna “Fora Bolsonaro” -Fuera Bolsonaro- centralizó los reclamos del movimiento antirracista.
La protesta demostró que las elecciones presidenciales a celebrarse el próximo mes de octubre no estarán exentas del debate sobre racismo, a pesar de que los enfoques sean radicalmente opuestos. Las estimaciones de Calixto advierten una izquierda que intentará dar algún tipo de respuesta relacionada con seguridad pública ante la demanda de los electores mientras que la derecha reforzará el discurso de la violencia incontrolable y el traspaso del control a los individuos; “su proyecto es cada uno con su arma”.
Calixto explica que hoy lo que existen son anti-ministerios: instituciones que van en contra de los derechos conquistados hasta el momento y operan contra la educación, la salud y los derechos humanos. Es en ese contexto que escuchar una marea de manifestantes cantar al unísono “Fora Bolsonaro” adquiere sentido: significa que “no podemos permitir que suceda este desmantelamiento de políticas construidas para generar igualdad dentro de la sociedad brasileña”.