El “fraude”, una estrategia de las derechas mundiales

A días del balotaje en Argentina, desde el partido de Milei deslizan la idea de irregularidades en los comicios del 22 de octubre pasado. Tal como pasó en Brasil con Bolsonaro y en Estados Unidos con Trump.

Durante la segunda vuelta de la elección de Brasil en 2022, Lula da Silva ganó con el 50,9 %, frente al 49,1 % que obtuvo Jair Bolsonaro. La diferencia de dos puntos de Bolsonaro frente a Lula fue el margen más estrecho desde el regreso de Brasil a la democracia en 1985.

Si bien las elecciones fueron avaladas por el Tribunal Superior Electoral (TSE), el expresidente brasileño siguió con el discurso de fraude. Incluso, a mediados de noviembre del año pasado dijo que los resultados fueron un error de software y exigió a la autoridad electoral que anule los votos emitidos en la mayoría de las máquinas de voto electrónico de ese país.

Sobre esto, cabe destacar que Brasil utiliza el sistema de voto electrónico desde 1996 y fue examinado por diversos expertos nacionales e internacionales, que nunca encontraron pruebas fehacientes que posibilite un fraude electoral.

La retórica del fraude por parte de Bolsonaro también se trasladó a sus seguidores, quienes cortaron rutas a modo de protesta luego de la elección y más tarde invadieron las sedes del Congreso, de la Presidencia y del Tribunal Supremo, en la capital Brasilia, exigiendo una intervención militar para echar a Luiz Inácio Lula da Silva. Un intento de golpe de Estado fogoneado principalmente por un supuesto fraude en las elecciones.

Los autores materiales de la invasión a las principales instituciones de gobierno de Brasil ya están siendo juzgados por el Supremo Tribunal Federal, que a fines de septiembre condenó a 17 años de cárcel al primero de los 1390 imputados por el hecho. Aécio Lúcio Costa Pereira fue declarado culpable de asociación ilícita, abolición violenta del Estado democrático de derecho, golpe de Estado, daños calificados y destrucción de patrimonio público.

El antecedente para juzgar a los golpistas brasileños fue la invasión al Capitolio norteamericano en enero del 2021.

Los seguidores de Donald Trump

El 6 de enero del 2021 mientras los legisladores y las legisladoras del 117° Congreso de Estados Unidos, que tomaban posesión de sus cargos y comenzaban a contar los votos del Colegio Electoral para elegir a un nuevo presidente, cientos de personas simpatizantes de Trump llevaron adelante un asalto al Capitolio.

Con un sistema bastante diferente al de Brasil, las elecciones del 2020 en Estados Unidos dieron por ganador al demócrata, Joe Biden, con un 50.8% sobre el republicano, Donald Trump que obtuvo un 47.4%.

Ese 6 de enero los trumpistas entraron para impedir la sesión que reconocería a Biden como presidente, se enfrentaron a la policía, algunos legisladores se escondieron en sus oficinas, se encerraron en el edificio y además hubo cinco muertos.

Aún al día de hoy la derrota de Donald Trump en las elecciones de noviembre de 2020 todavía es debatida por una parte importante del electorado. Algunas encuestas sostienen que alrededor de 70 millones de personas consideran que la actual gestión logró el triunfo a través de un fraude.

La mayoría de las personas que entraron al edificio del Congreso norteamericano, 860, son acusados de “entrar o permanecer en un edificio o recinto federal de acceso restringido”. De estos, 91 están siendo investigados por entrar con un arma “peligrosa o mortal”. Mientras que 351 acusados federales fueron juzgados y ya han recibido una sentencia. De estos, 192 tienen que hacer frente a penas de cárcel y 87 a periodos de arresto domiciliario.

El comité encargado de la causa sostiene que “Trump difundió a propósito falsas acusaciones de fraude relacionadas con las elecciones presidenciales de 2020” que “motivaron a sus partidarios a la violencia”.

Lo peligroso en ambas situaciones es que los principales líderes políticos tanto Donald Trump como Jair Bolsonaro fueron absolutamente irresponsables. Porque además de la violencia, dejaron la duda de los sistemas democráticos como fraudulentos. Aunque cabe destacar que el fraude es sólo cuando ellos pierden.

Ahora, lo mismo está ocurriendo en Argentina con Javier Milei a la cabeza. A 40 años del aniversario de la democracia en el país, la estrategia de fraude que propone el candidato libertario es un enorme retroceso. Aunque gane o pierda las elecciones (pero sobre todo si Milei las pierde) ¿Se vendrá un hecho como Washington o Brasilia?