En lo que significó la quinta elección en menos de cuatro años en Israel, Benjamin Netanyahu retornó al poder tras una victoria en el frente que encabeza. El partido Likud del cual es lider alcanzó 32 escaños, mientras que los supremacistas del Partido Sionista Religioso coonsiguieron 14 y los ultraortodoxos de Shas y Juidaísmo Unido de la Torá, alcanzaron 11 y 7 bancas respectivamente.
Sumando todos los escaños, la alianza alcanzó 64 lugares de los 120 disponibles y con ello conquistó la mayoría del Kneset, nombre del parlamento israelí. De esta forma, Benjamín Netanyahu vuelve a erigirse primer ministro, dándole un perfil mucho más de ultraderecha al gobierno de ese país.
El bloque del primer ministro saliente, Yair Lapid, obtuvo 51 escaños en los comicios, que se realizaron el martes. “El primer ministro Lapid felicitó a Netanyahu por su victoria en las elecciones y le informó al jefe de la oposición que había dado instrucciones para preparar una transición ordenada”, señaló la oficina de Lapid en un comunicado.
Ahora corresponde al presidente de Israel, Isaac Herzog, que tiene un papel principalmente simbólico, encargar al líder político con más posibilidades la formación de un gobierno, en un plazo de 42 días.
Los resultados de estos comicios mostraron la ausencia de un consenso nacional sionista respecto a cualquier solución justa de la cuestión palestina. En términos concretos, la victoria de la alianza más a la derecha que ha tenido Israel desde su fundación, significa que no habrá ninguna solución a los problemas a los que se enfrentan los palestinos.
Los ciudadanos palestinos de Israel, en particular, se enfrentan a políticas de demolición de viviendas que ya afectaron a 60.000 residencias. También siguen enfrentándose a la delincuencia organizada, a la proliferación de armas israelíes entre este particular público palestino, que amenaza su seguridad personal y colectiva, y a la Ley del Estado-nación judío de 2018, que legitima la mayoría de las prácticas racistas y discriminatorias de Israel.
Netanyahu, un mal presagio
Según explicó el sociólogo y analista argentino Jorge Elbaum en un artículo, “Netanyahu es sindicado como uno de los máximos responsables de sabotear los Acuerdos de Oslo de 1993 y de lograr su posterior disolución”. Estos eran una serie de acuerdos firmados entre el Gobierno de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina, diseñados para ofrecer una solución permanente en el conflicto palestino-israelí.
A Netanyahu también se lo acusa de promover la ocupación ilegal de los territorios de Jerusalén Este y Cisjordania para extender las colonias israelíes en esos territorios.
El acuerdo a través del cual Netanyahu vuelve a ser primer ministro incluye al Partido Sionista Religioso, liderado por Itamar Ben Gvir, a quien se lo acusa de extremista y de promover un discurso de odio contra los árabes.
Según expone Elbaum, el líder de la irganización Otzmá Yehudit (Poder Judío) se encuentra negociando con el partido Likud para convertirse en el próximo ministro de Seguridad Pública. Entre las tareas que tendrá a su cargo figuran garantizar la convivencia pacífica en el Monte del Templo de Jerusalén, conocido como Haram Al-Sharif entre los musulmanes, espacio donde se han registrado hechos de violencia durante las últimas décadas.
Además, una de las medidas que defiende Ben Gvir es prohibir matrimonios entre árabes e israelíes, deportar a gran parte de la población palestina de Israel y a los descendientes de etíopes hebreos y revocar la ciudadanía de los árabes israelíes.
En un artículo publicado recientemente, el escritor y activista palestino Ameer Makhoul, anticipa que los resultados de las elecciones amplificarán aún más las voces del movimiento global de solidaridad con Palestina, el cual que considera el sionismo una forma de racismo e imperialismo, y fortalecerán universalmente el movimiento global de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). A su vez, la expectativa está puesta en la exacerbación de la ocupación israelí en los territorios palestinos.
La escalada de los violentos ataques de las bandas de colonos israelíes, protegidos por las fuerzas de ocupación israelíes, que pueden acabar finalmente con la “coordinación de seguridad” con la llamada Autoridad Nacional Palestina (ANP), han dado lugar al nuevo fenómeno de resistencia en Nablus, Areen al-Usud, o la Guarida de los Leones.
De hecho, la creciente popularidad de la extrema derecha que fue elegida para gobernar, promete avivar aún más las tensiones entre estos nuevos grupos de resistencia en Cisjordania y los colonos, muchos de los cuales proceden de las comunidades haredi.
Durante un reciente discurso de Ben-Gvir, los partidarios extremistas corearon “muerte a los terroristas”, como eufemismo de los palestinos. Los resultados de las elecciones y el discurso de estos líderes de la derecha no harán más que incitar a los judíos israelíes contra los ciudadanos palestinos de Israel.
La legitimación de los partidos que protegen a estos grupos armados tienen el potencial de conducir a ataques más sangrientos y violentos contra palestinos dentro de Israel.