En el congreso estadounidense se presentó un nuevo proyecto de ley de competencia estratégica, cuyo objetivo principal es frenar el crecimiento y alcance de China. Un análisis de la relación entre ambos países y la reconfiguración internacional.
Por Erika Gimenez y Ana Dagorret
La presentación del proyecto de ley de Competencia Estratégica 2021 representa un nuevo capítulo de hostilidad de Estados Unidos contra el gigante asiático. Entre los motivos que se mencionan en la propuesta se destacan las denominadas “intenciones malignas del Partido Comunista Chino, que atenta contra la democracia, la libertad y los derechos humanos”. A su vez, plantea articular vínculos más estrechos con actores como Taiwán, Australia y Corea del Sur.
En diálogo con ARG Medios, el sociólogo y especialista en asuntos de China, Sebastian Schultz, afirmó que este proyecto evidencia las limitaciones de Estados Unidos como actor internacional: “Es bastante sintomático lo que está pasando en Estados Unidos. Los efectos que ha tenido la pandemia han puesto en evidencia las limitaciones que tiene, no sólo la democracia norteamericana, sino el sistema económico estadounidense. Y a su vez, el rol que cumplió Estados Unidos a nivel internacional ha sido bastante lastimoso, negando ayuda internacional. Durante la presidencia de Trump ha desconocido la peligrosidad del virus”.
Detrás de las acusaciones de violaciones de derechos humanos y amenaza contra la democracia y la libertad se esconde una fuerte negativa por parte de Biden, y del establishment estadounidense, de aceptar la reconfiguración del sistema de relaciones internacionales. El crecimiento económico y desarrollo tecnológico chino de los últimos años, sumado al declive de la hegemonía norteamericana producto de la financiarización y desgaste del modelo, colaboraron para que en la actualidad se hable de una transición.
“Hoy el centro de acumulación capitalista se está desplazando hacia el Asia Pacífico, por sobre Europa y sobre los Estados Unidos. Pero en realidad ese cambio de centro de gravedad económica viene acompañado de un proceso de transición. Es sistémica desde el norte global hacia el sur global y está viendo un proceso de emergencia y de consolidación de los países emergentes” explica Schultz.
De la unipolaridad a la multipolaridad
Esta tensión se traduce en una transición política y social, donde el poder global ya no es potestad de Estados Unidos, sino que existen otros actores de peso en la disputa hegemónica. En ese sentido, Sebastian Schultz advierte que “ahí no sólo debemos contemplar a China, sino otro conjunto de polos de poder sin los cuales China no tendría el peso específico que tiene. Y eso incluye prácticamente la totalidad del sudeste asiático: Corea del Sur, Japón e incluso la India y los países del ASEAN”.
Entre los motivos del éxito de la expansión China, Schultz destaca el hecho de que se hayan generado acuerdos estratégicos con otros países: “Por primera vez en mucho tiempo, el país con mayor dinamismo económico no es autosuficiente, es decir, China no posee los recursos en su territorio para sostener a sus 1.400 millones de habitantes. Entonces necesita de recursos como la energía, como los alimentos para sostener su crecimiento y la calidad de vida de su población”.
Pero a su vez, el sociólogo hace hincapié en las políticas sociales que posibilitaron un mejoramiento en la calidad de vida de la población china “sacando de la pobreza a 800 millones de personas en los últimos 40 años. Es tremendo lo que han hecho en términos sociales. Y eso es un poco lo que creo que molesta a Estados Unidos […] Pero además, China, a diferencia de otros países como Japón o como Alemania, expresa otro modelo de sociedad y uno que hoy está resultando ser mucho más exitoso que el propuesto por Estados Unidos”.
La estrategia china ante la hostilidad de Estados Unidos
Pese a recibir medidas hostiles de parte de Estados Unidos, el gobierno chino no ha reaccionado de forma contundente: “China trata de evitar las situaciones de confrontación con la Unión Europea, con Estados Unidos. Porque digamos que, en términos de estrategia política, el que lleva la delantera es quien lleva la iniciativa y trata todo el tiempo de evitar las situaciones de tensión”, explica Sebastián Schultz.
En ese sentido, si bien muchos autores se refieren a las tensiones entre China y Estados Unidos como la nueva guerra fría, dichas asperezas están lejos de serlo. Según Sebastián Schultz “es difícil hablar de una guerra fría hoy en términos teóricos. Muchos autores hablan de una guerra fría, pero de distinto tipo a la de la que hubo entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Porque hoy no estamos hablando de dos modelos que se enfrentan a nivel internacional y que los países deben optar por uno u otro y no hay lugar para terceros modelos”.
El discurso sobre una nueva guerra fría parece ser más una estrategia política que un cuadro de situación actual: “Se trata de una estrategia de algunos sectores de Estados Unidos de plantear una política, de afirmar que estamos en guerra fría para obligar a los países a elegir, a decir: están con Estados Unidos o contra Estados Unidos”.
Más allá de la posición china de evitar cualquier tipo de enfrentamiento, la tradición de intervención y despliegue de guerras de Estados Unidos genera incertidumbre acerca de hasta dónde llegarán las hostilidades. En ese sentido, Schultz explica que “seguramente Estados Unidos va a intentar acelerar su enfrentamiento con China y acelerar su proceso de acercamiento económico, político y social. Y esto quizás implique una aceleración del despliegue de China, más allá de que a China no le conviene ni va a avanzar en un conflicto armado que le de la excusa a Estados Unidos para intervenir”.
Aún con la poca voluntad del gigante asiático de entrar en un enfrentamiento armado, de darse las condiciones, China está preparada: “si existe un conflicto armado, probablemente China lleve las de ganar. Porque China, aliada con Rusia, con Irán e incluso con el apoyo de Corea del Norte, seguramente tenga un poder de fuego mucho más fuerte que Estados Unidos. Y hay que ver qué alianzas puede juntar Estados Unidos para enfrentarse a China”.
América Latina y las vacunas
En cuanto a las lucha contra la COVID-19, dos de las vacunas que se aplican en el mundo son de laboratorios chinos: la Sinovac, que actualmente se aplica en Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay y Venezuela; y la Sinopharm, en Argentina y Perú. No es un dato menor que las dosis chinas superan al resto en cantidad de aplicaciones, al menos al sur del continente.
Por otro lado, en Estados Unidos, Biden espera finalizar la campaña de vacunación nacional para el 4 de julio. Cabe destacar que de las 905 millones de dosis totales de vacunas que se han producido, 209 millones se han administrado en territorio estadounidense. A su vez, primero con Trump y luego bajo el mando de Joe Biden, se prohibió la exportación de insumos para la producción de vacunas fuera del país, motivo por el cual 12 millones de dosis de Oxford/Astrazeneca que pertenecen a México y Argentina aún están en Estados Unidos.
En un mismo escenario se expresan dos posiciones frente a la emergencia sanitaria: China busca responder ante la crisis, mientras que desde Estados Unidos, uno de los países más poderosos a nivel mundial, mantienen una actitud mezquina. Estados Unidos no solo podría sostener la vacunación de su población sino que también podría producir y vender para otros países, tal como lo hace el gigante asiático.
La ley de competencia estratégica muestra la voluntad política de Joe Biden de disputar la hegemonía en un contexto de crisis sanitaria global. Mientras, del otro lado, una potencia en crecimiento política prioriza la no interferencia en asuntos internos de otros países y propone un estilo de vida diferente. Si bien es prematuro cualquier pronóstico, todo indica que, en caso de estallar un conflicto armado, el propio EE.UU podría quedar en desventaja.