Tras el anuncio del gobierno de Emmanuel Macron de elevar la edad jubilatoria de 62 a 64 años, cerca de un millón de personas salieron a las calles el último 19 de enero a exigir que se vuelva atrás con la medida. Como sucedió años antes con el aumento del precio de los combustibles y las protestas encabezadas por los chalecos amarillos, en esta oportunidad los sindicatos más importantes del país decidieron oponerse a la propuesta que el presidente envió al parlamento.
Sólo en París, se calcula que fueron unas 80 mil personas las que salieron a manifestarse. Por primera vez en años, los 10 sindicatos más importantes de Francia, que van desde la izquierda más tradicional hasta las agrupaciones más centristas, se han puesto de acuerdo para movilizarse en contra del proyecto de Macron. En total fueron 200 las manifestaciones convocadas en todo el país.
Aunque el aumento de la edad de jubilación se prevé para el año 2030 y el incremento del período de cotización para disfrutar de una jubilación completa para el 2035, el disgusto se hizo sentir. Según datos del Ejecutivo, el 40% de los futuros pensionados lo harán con menos de 64 años. La administración Macron sostiene que es de suma importancia generar estos cambios en la legislación previsional ya que de no aplicarse se generaría un déficit de unos 12.500 millones de euros para el 2030.
Tras la masividad de la protesta del día 19, el secretario general de la Central General de los Trabajadores (CGT) Philippe Martinez, destacó que aquella era “una primera jornada” pero que “habría otras”. “Es raro que los sindicatos en Francia están de acuerdo. Es un indicador de que la situación es grave”, sostuvo Martínez.
Con el anuncio de una nueva movilización para el próximo 31 de enero, el presidente Macron afirmó que la reforma seguiría adelante pese al disgusto popular. Según el mandatario, la propuesta “se presentó de forma democrática” y será protagonista de un debate en el legislativo “que permitirá expresarse a todos los partidos”.
El ajuste como estrategia
La decisión del gobierno de Macron de aumentar la edad jubilatoria surge en un momento de gran inestabilidad social en el país europeo debido a la crisis económica. En los últimos años, tanto la pandemia de covid19 como la reciente operación militar rusa en Ucrania, han contribuído con profundización de dicha crisis. La inflación producto primero de la crisis sanitaria y luego de la adhesión de la Unión Europea a las sanciones económicas contra Rusia (lo cual generó un aumento del precio de la energía y, con ello, el encarecimiento de toda la cadena productiva), han generado situaciones de inestabilidad y desconfianza en varios puntos de la región.
“En la crisis europea convergen tendencias a largo plazo con problemas más coyunturales y la línea dominante en la política actual es descargar eso sobre las clases populares”, explica para ARGmedios el investigador del CONICET y docente universitario Gabriel Merino.
“A esta situación se le suma un envejecimiento poblacional creciente en Europa y un estancamiento económico que se observa desde 2008/2009 junto con un declive relativo en términos geopolíticos”, sostiene Merino y agrega: “En el caso de Francia se está queriendo elevar la jubilación a los 64 años pero en todos los países de Europa están estos debates de desmantelar progresivamente el Estado de bienestar”.
esta situación se le suma un envejecimiento poblacional creciente en Europa
En toda Europa, el incremento de la inflación provocó una ola de protestas y huelgas que ponen de manifiesto el creciente descontento con la escalada del costo de la vida y amenazan con desatar la inestabilidad política.
El precio de la energía ha impulsado al alza la inflación en los 19 países que tienen el euro como moneda hasta alcanzar un récord del 9,9%, lo que complica que la gente pueda adquirir lo que necesita. Las consecuencias de la guerra han elevado notablemente el riesgo de disturbios en el continente. Aún así, los líderes europeos han respaldado firmemente a Ucrania enviando armas y prometiendo dejar de comprar petróleo y gas natural ruso, pese a los costos sociales y económicos que esto ya está provocando entre sus poblaciones.
Sin embargo, la transición no ha sido fácil y ya comienza a erosionar el apoyo público. En Francia dicha situación se hizo clara con el devenir de estas protestas, que si bien tienen como consigna el rechazo al aumento de la edad jubilatoria, forman parte de una serie de movilizaciones que el país viene experimentando con los avances de medidas neoliberales por parte de sucesivos gobiernos de Sarkozy, Holland y ahora Macron.
Un modelo que se repite en Europa
Según explica el investigador del CONICET, las protestas en Francia y otros países “presentan cierta coordinación a nivel social, a nivel sindical”, pero cree que todavía no se ve “un plan político estratégico de las clases populares” más allá de las resistencias a la implementación de estos modelos, aunque sostiene que “falta un proyecto político para Europa”.
En países como Gran Bretaña, Alemania, República Checa y Rumania, el foco de las protestas han sido la exigencia a los gobiernos de aumentos salariales y medidas para contener la subida de los precios.
En Gran Bretaña, trabajadores de puertos, ferroviarios, enfermeras y abogados, entre otros colectivos, han protagonizado una serie de paros en los últimos meses para reclamar una subida de los sueldos que se equipare a la inflación que alcanza el 10,1%, su peor dato en 40 años.
Durante el mes de octubre, en Praga, capital de República Checa, una multitud demandó el mes pasado la renuncia de la coalición de gobierno prooccidental, criticando su respaldo a las sanciones de la Unión Europea a Rusia y acusando al ejecutivo de no hacer lo suficiente para ayudar a los hogares y a las empresas afectados por la subida energética.
las protestas en Francia y otros países “presentan cierta coordinación a nivel social, a nivel sindica
Para Merino, dicha situación se presenta como un problema ya que “por el momento lo que se impone es un proyecto de las clases dominantes en sus distintas facciones”.
“Pero esto es algo que lo vemos incluso a nivel geopolítico: no emerge de las clases populares una mirada alternativa sobre el papel de Europa a nivel mundial. No hay una crítica profunda al occidentalismo, a la subordinación estratégica a Estados Unidos”, analiza.
En una lectura regional sobre las protestas que ocurren cada vez con más frecuencia en el continente europeo, Merino advierte que las medidas que las provocan responden a un intento de los gobiernos de resolver una crisis estructural. “Lo que se busca es resolver temporalmente la crisis de acumulación, de estancamiento económico, una crisis que genera un declive relativo en Europa ante la falta de autonomía estratégica”.
Ante el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora europea, la solución que encuentran los gobiernos del continente es la clásica receta del ajuste. En esa clave, la tendencia es que las protestas y movilizaciones sigan en aumento. La próxima se espera para el 31 de enero, convocada por sindicatos franceses contra el aumento de la edad jubilatoria impulsado por el gobierno, la cual promete una alta convocatoria en todo el país.