Por Ana Laura Dagorret
La respuesta militar de Rusia en territorio ucraniano tuvo su ofensiva por parte de Occidente. Lejos de generar un enfrentamiento bélico entre el país gobernado por Vladimir Putin y las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN, la decisión de adoptar sanciones contra Rusia fue el “apoyo” que desde las potencias llegó para Ucrania.
Luego de que el parlamento ruso aprobara el llamamiento al presidente Putin para que reconociera la independencia de las Repúblicas de Lugansk y Donetsk, en el Donbáss ucraniano, las autoridades europeas accionaron un paquete de sanciones. La medida incluye a los 351 miembros de la Duma, a otras 27 personas y entidades de alto nivel, entre ellos miembros del Gobierno, bancos y empresarios que apoyan financiera o materialmente las operaciones rusas y altos cargos militares.
Las sanciones se centran en el comercio desde las repúblicas recientemente reconocidas por Rusia desde la Unión Europea. Entre ellas se incluye la prohibición de importar bienes, además de restricciones al comercio y a las inversiones relacionadas con determinados sectores económicos, incluyendo la prohibición de suministrar servicios turísticos y la negativa a exportar determinados bienes y tecnologías.
Tras el “ataque quirúrgico” contra la infraestructura militar en Ucrania y el avance de la operación especial en el Donbáss, la lista de sanciones comenzó a crecer. La Unión Europea, Japón, Australia, Nueva Zelandia y Taiwán impulsaron nuevas órdenes judiciales, mientras que Estados Unidos y el Reino Unido también dieron a conocer más medidas contra Rusia.
Entre ellas, la UE decidió incluir al presidente Vladimir Putin y al ministro de Asuntos Exteriores Sergey Lavrov en su lista de sanciones, según informó el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell.
Horas antes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ya habían anunciado nuevas medidas que buscaban infligir “el máximo impacto en la economía y la élite política rusa”. Puntualmente, las sanciones pretenden golpear a los sectores financiero, energético y de transportes de Rusia e incluyen controles de exportación y prohibiciones de financiación comercial.
De hecho, Von der Leyen explicó que dichas sanciones apuntan al 70% del sector bancario ruso y a las principales empresas estatales, y pretenden hacer “imposible que Rusia mejore sus refinerías de petróleo”. A su vez, estas también buscan limitar el acceso de Rusia a tecnología sensible, así como a componentes y equipos de aviación.
Otra de las medidas prevé introducir una prohibición sectorial para financiar a la Federación Rusa, su Gobierno y su Banco Central. Con esto se plantea restringir la capacidad del Estado y el Gobierno ruso de acceder a los mercados y servicios financieros y de capitales de la UE.
La suspensión del proceso de certificación del gasoducto Nord Stream 2 por parte del gobierno alemán también fue una de las respuestas contra la administración de Putin. El fondo Klimastiftung MV, destinado a facilitar la finalización de la construcción del gasoducto, y cofinanciado por la compañía Nord Stream 2 AG, renunció “a seguir apoyando al proyecto”, declaró este miércoles el presidente del fondo y ex ministro-presidente del estado federado alemán de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Erwin Sellering.
Esto se sumó al anuncio de sanciones contra la compañía por parte de Estados Unidos, en lo que Biden denominó como “nuestro tramo inicial de sanciones en respuesta a las acciones de Rusia en Ucrania”.
Consecuencias para la economía rusa
La respuesta de Occidente a las operaciones rusas, si bien eran esperadas, no dejaron de golpear a la economía del país. El rublo, moneda rusa, perdió valor en relación al euro y al dólar y la semana pasada llegó a su mínimo histórico.
Ahora, Rusia se enfrenta a una perspectiva de precios más altos, a lo cual se le suma la restricción de su capacidad para desplegar unos 640.000 millones de dólares en divisas y reservas de oro que tiene en el exterior.
Una de las amenazas se centra en la posibilidad de excluir a Rusia del sistema SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), brazo conveniente de la hegemonía financiera global conformado en una sociedad cooperativa de derecho belga, que gestiona la mayor parte de las órdenes de pago de las transacciones internacionales.
La red SWIFT reúne a poco más de 11.600 organizaciones financieras y bancarias en más de 200 países y en 2021 transmitió aproximadamente 10.600 millones de órdenes de pago en todo el mundo, un promedio de 42 millones por día.
Si bien hasta el momento tal decisión no ha sido adoptada, se espera que se avance de persistir el avance ruso en territorio ucraniano. Una de las medidas consistiría en bloquear las operaciones de dos de las instituciones financieras estatales más importantes: el Banco de Desarrollo Ruso (Vnesheconombank o VEB) y el Banco Militar (Promsvyazbank).
Según explica Thomas Graham, experto en Rusia del Council of Foreign Relations, a corto plazo no se preveen efectos devastadores para la economía rusa. “Desde la primera ronda de sanciones contra Rusia en 2014, Moscú ha tomado pasos para blindar su economía de este tipo de sanciones. Ha amasado reservas que superan los US $ 600 mil millones y otros US $ 200 mil millones en un fondo estatal que le ayudarán a paliar las sanciones”, explica el analista.
Sin embargo, a pesar de que con esta medida se busca perjudicar a Rusia, podría tener efectos en la economía global y las potencias occidentales serían alcanzadas en un contexto donde las economías intentan salir de una debilidad arrastrada, incluso desde antes de la pandemia de COVID-19.
La respuesta de Rusia a las sanciones se dio desde el Banco Central, que elevó su tipo de interés a la cifra más alta en casi dos décadas del 9,5% al 20%, mientras que la operación de la Bolsa de Valores de Rusia fue suspendida al menos hasta el martes y el Ministerio de Finanzas impuso un control de capitales.
El efecto boomerang que preocupa a Occidente
Además de Rusia, quienes podrían verse perjudicados con estas sanciones serían algunos de sus socios de occidente. Como respuesta al paquete de medidas, Rusia podría imponer el bloqueo de los bienes que comercia con Europa, cuyo principal socio comercial es el país gobernado por Putin.
A su vez, también podría haber consecuencias en materia energética, ya que el 40% del gas que consumen las naciones de la zona euro proviene del territorio ruso. En el petróleo la dependencia es menor, de un 26%. De todas formas, el aumento del precio del barril de crudo a nivel mundial producto de las tensiones bélicas ya adelanta un escenario de inflación a nivel global.
Las consecuencias también podrían verse reflejadas en el comercio de metales ya que Rusia es uno de los principales proveedores. La empresa rusa Nornickel es la mayor productora de níquel refinado en el mundo, que sirve, entre otras cosas, para fabricar baterías y catalizadores. A su vez, Rusia es el tercer mayor productor de oro, sólo por detrás de Australia y China, de acuerdo con el Consejo Mundial del Oro.
Los retrasos en las operaciones financieras, así como la tensión bélica, ya están generando un aumento en los precios, que va directamente a los costos de las industrias y de la electricidad. Ante este panorama, se espera que la onda expansiva de la exclusión de Rusia del SWIFT llegue a los hogares europeos. En enero de 2021 el precio del gas ya alcanzaba los 19 euros y luego del acumulado de este año y por el conflicto armado, ha alcanzado los 91 euros de manera abismal, llevando a la UE a profundizar la crisis energética en la que se encuentra.
La exclusión de instituciones rusas del sistema de transacciones internacionales podría generar un efecto adverso y hacer crecer el SPFS (Sistema para la Transferencia de Mensajes Financieros), un sistema creado por los rusos tras las sanciones de 2014. Si bien cuenta con pocas instituciones afiliadas, unas 400, frente a las más de 11 mil afiliadas a SWIFT, esto puede ser un factor clave para eludir al menos parcialmente la asfixia de Occidente.
En ese sentido, el bloqueo de la presencia rusa en SWIFT podría potenciar los sistemas de comunicación euroasiáticos. Rápidamente los tres grandes protagonistas orientales (Rusia, China e Irán) junto con sus numerosos aliados perciben que con esta alternativa ya no necesitan utilizar el dólar. Ante este panorama, las sanciones podrían tener consecuencias adversas para Occidente, principalmente para Estados Unidos en pleno declive de su hegemonía.
Las medidas que se han impuesto podrían obligar a muchos clientes y socios de Rusia a vincularse mediante estas plataformas, dándole así un impulso que no tenía. Es así que la idea de Occidente de “bombardear” la economía rusa perjudicaría a Occidente mientras que la arquitectura financiera del eje euroasiático podría fortalecerse.
El alcance real y político de estas medidas expone de qué forma los involucrados podrán gestionar los embates a mediano y largo plazo, quién podría resultar más perjudicado y quién se beneficiará con avances estratégicos en esta guerra económica entre Rusia y Occidente.