El 9 de febrero de 2024, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, dijo que su ejército avanzaría hacia Rafah, la última ciudad de Gaza que no estaba ocupada por los israelíes. La mayoría de los 2,3 millones de palestinos que viven en Gaza huyeron a su frontera sur con Egipto después de que los israelíes les dijeran el 13 de octubre de 2023 que el norte tenía que ser abandonado y que el sur sería una “zona segura”. Cuando los palestinos del norte, sobre todo los de la ciudad de Gaza, iniciaron su marcha hacia el sur -a menudo a pie- fueron atacados por las fuerzas israelíes, que no les dieron paso seguro. Los israelíes dijeron que todo lo que estuviera al sur de Wadi Gaza, que divide la estrecha franja, sería seguro, pero cuando los palestinos se adentraron en Deir-al-Balah, Khan Younis y Rafah, se encontraron con que los aviones israelíes los seguían y las tropas israelíes iban detrás de ellos. Ahora, Netanyahu asegura que sus fuerzas entrarán en Rafah para combatir a Hamás. El 11 de febrero, Netanyahu declaró a la cadena de noticias NBC que Israel proporcionaría “paso seguro a la población civil” y que no habría “catástrofe”.
La catástrofe
El uso de la palabra “catástrofe” es significativo. Es la traducción inglesa aceptada de la palabra “nakba”, utilizada desde 1948 para describir el desalojo forzoso ese año de la mitad de la población palestina de sus hogares. El uso del término por parte de Netanyahu se produce después de que altos cargos del gobierno israelí hayan hablado ya de una “Nakba de Gaza” o una “Segunda Nakba”. Estas frases formaron parte de la demanda presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) el 29 de diciembre de 2023, alegando que forman parte de las “expresiones de intención genocida contra el pueblo palestino por parte de funcionarios del Estado israelí”. Un mes después, la CIJ dijo que había pruebas “plausibles” de que se estaba cometiendo genocidio en Gaza, destacando las palabras de los funcionarios israelíes. Un funcionario, el ministro de Defensa israelí Yoav Gallant dijo: “He liberado todas las restricciones” (citado tanto por la demanda sudafricana como en la orden de la CIJ).
Resulta desconcertante que Netanyahu diga que no habrá “catástrofe” después de que más de 28.000 palestinos hayan muerto y después de que dos millones de los 2,3 millones de palestinos de Gaza hayan sido desplazados. Desde la orden de la CIJ, el ejército israelí ha matado a casi 2.000 palestinos. El ejército israelí ya comenzó a atacar Rafah, una ciudad con una densidad de población que ahora es de 22.000 personas por kilómetro cuadrado. En respuesta al anuncio israelí de que entraría en la ciudad de Rafah, el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) -uno de los pocos grupos que operan en el sur de Gaza- afirmó que una invasión de este tipo “podría colapsar la respuesta humanitaria”. El NRC evaluó nueve de los refugios de Rafah, que albergan a 27.400 civiles, y descubrió que los residentes no tienen agua potable. Como los refugios funcionan al 150% de su capacidad, cientos de palestinos viven en la calle. En cada una de las zonas que estudió el NRC, encontraron a los refugiados palestinos con hepatitis A, gastroenteritis, diarrea, viruela, piojos y gripe. Debido al colapso de esta respuesta humanitaria del NRC, y de las Naciones Unidas -cuya agencia UNRWA ha perdido su financiación y está siendo atacada por los israelíes- la situación se deteriorará aún más.
Paso seguro
Netanyahu dice que su gobierno proporcionará un “paso seguro” a los palestinos. Los palestinos llevan escuchando estas palabras desde mediados de octubre, cuando se les dijo que siguieran yendo hacia el sur para evitar ser asesinados por los bombardeos israelíes. Nadie cree nada de lo que dice Netanyahu. Un trabajador sanitario palestino, Saleem, me dijo que no puede imaginar ningún lugar seguro dentro de Gaza. Llegó al barrio de al-Zohour de Rafah desde Khan Younis, caminando con su familia, desesperado por salir del alcance de los cañones israelíes. “¿Adónde vamos ahora?”, se pregunta. “No podemos entrar en Egipto. La frontera está cerrada. No podemos ir al sur. No podemos entrar en Israel, porque es imposible. ¿Vamos a ir hacia el norte, de vuelta a Jan Yunis y a la ciudad de Gaza?”.
Saleem recuerda que cuando llegó a Al Zohour, los israelíes atacaron la casa del Dr. Omar Mohammed Harb, matando a 22 palestinos (entre ellos cinco niños). La casa fue arrasada. El nombre del Dr. Omar Mohammed Harb se me quedó grabado porque recordé que hacía dos años su hija Abeer iba a casarse con Ismail Abdel-Hameed Dweik. Un ataque aéreo israelí contra el campo de refugiados de Shouhada mató a Ismail. Abeer murió en el ataque a la casa de su padre, que había sido un refugio para los que huían del norte. Saleem se trasladó a esa zona de Rafah. Ahora está inquieto. “¿Adónde ir?”, se pregunta.
Un domicidio
El 29 de enero de 2024, el relator especial de la ONU sobre el derecho a una vivienda adecuada, el Dr. Balakrishnan Rajagopal, escribió un contundente ensayo en el New York Times titulado “Domicidio: la destrucción masiva de hogares debe ser un crimen contra la humanidad”. Acompañaba a su artículo un reportaje fotográfico de Yaqeen Baker, cuya casa fue destruida en Jabalia (norte de Gaza) por los bombardeos israelíes. “La destrucción de casas en Gaza”, escribió Baker, “se ha convertido en algo habitual, al igual que el sentimiento: ‘Lo importante es que estés a salvo; todo lo demás se puede reemplazar'”. Se trata de una valoración compartida en toda Gaza entre los que siguen vivos. Pero, como dice el Dr. Rajagopal, la magnitud de la destrucción de viviendas en Gaza no debe darse por sentada. Es una forma de “domicidio”, un crimen contra la humanidad.
El ataque israelí contra Gaza, escribe el Dr. Rajagopal, es “mucho peor que lo que vimos en Dresde y Rotterdam durante la Segunda Guerra Mundial, donde se destruyeron unas 25.000 viviendas en cada ciudad”. En Gaza, afirma, más de 70.000 viviendas han quedado totalmente destruidas y 290.000 parcialmente dañadas. En estos tres meses de fuego israelí, señala, “un escandaloso 60-70% de las estructuras de Gaza, y hasta un 84% de las estructuras del norte de Gaza, han resultado dañadas o destruidas”. Debido a esta domiciliación, los palestinos de Rafah no tienen adónde ir si se dirigen al norte. Sus casas han sido destruidas. “Este aplastamiento de Gaza como lugar”, reflexiona el Dr. Rajagopal, “borra el pasado, el presente y el futuro de muchos palestinos”. Esta declaración del Dr. Rajagopal es un reconocimiento del genocidio que se está desarrollando en Gaza.
Mientras hablo con Saleem se oye a lo lejos el sonido del avance israelí. “No sé cuándo podremos hablar después”, dice. “No sé dónde estaré”.
Artículo publicado originalmente en Peoples Dispatch producido por Globetrotter.