Por Facundo Campos
Se fue el mejor jugador de todos los tiempos, el hombre que trascendió camisetas, el que salió de una barriada popular y conquistó el mundo con su inconmensurable talento. Hablar de Maradona es hablar más allá del fútbol. Su figura abarca mucho más que el deporte desde un magnetismo que rompe barreras y opaca a cualquiera a su alrededor.
Nacido en Villa Fiorito, un barrio de zona sur del conurbano bonaerense, vivió una infancia feliz, según contó en varias entrevistas, pero atravesada por la pobreza. En más de una oportunidad, Diego recordó que su madre les decía a él y a sus hermanos que le dolía la panza porque apenas alcanzaba a cubrir un plato de comida para todos sus hijos.
Esas situaciones le impregnaron para siempre una empatía hacia los sectores más vulnerables. Al respecto, en mayo de este año el Diez grabó un video para la ONG Corazones Solidarios, en donde, entre lágrimas dijo: “Acá estamos, a Corazones Solidarios, todo mi amor, toda mi ternura, todo el amor de mi vieja. Ayuden, ayuden a comer a la gente. Lo mío no es show, porque yo la pasé. Yo pasé en Fiorito más que frío”.
Su virtud en los potreros lo llevó a las inferiores de Argentinos Juniors y desde allí su vida tuvo un ritmo frenético, tanto dentro como fuera de la cancha. Primero su paso por Boca, luego su llegada a Barcelona como una estrella mundial consagrada y también su arribo a Napoli, en donde se transformó en un Dios para la ciudad y en donde incluso su imagen es más venerada que la de la Virgen. Como si fuera poco, logró la Copa del Mundo con la Selección Nacional y dejó un sinfín de partidos y jugadas memorables.
De Maradona se podrán discutir muchas cosas, y habrá seguro desacuerdos, pero nadie puede negarlo como ícono del fútbol y la cultura nacional. También se lo recordará por su lucha contra los poderosos, por eso repasamos tres momentos en la vida del Diez en los que enfrentó al poder.
Su amistad con Chávez y su pelea contra los Estados Unidos
La relación con el ex presidente venezolano se dio por intermedio de Fidel Castro, el líder de la Revolución Cubana, a quién Diego consideraba como “un segundo padre” y que fue muy importante en su rehabilitación en Cuba.
En el año 2005, Maradona se sumó a la manifestación popular que le dijo “No al ALCA”, un acuerdo de libre comercio que el por entonces expresidente de Estados Unidos, George Bush, quería imponer para todo el continente.
A partir de allí, la relación del 10 con Chávez fue en aumento, a tal punto que el astro futbolístico creía que el ex mandatario venezolano “había cambiado la forma de pensar del latinoamericano”. “Nosotros estábamos entregados a Estados Unidos y él nos metió en la cabeza que podíamos caminar solos”, expresó en aquella oportunidad.
El ídolo del sur de Italia
La llegada de Maradona a Napoli en 1984 tuvo un impacto futbolístico pero –fundamentalmente- social y político. Diego eligió jugar en un equipo pequeño del sur de Italia, un club que solo tenía un campeonato de Segunda División.
Todavía hoy Italia se divide en dos: por un lado el norte industrializado y por otra el sur históricamente pobre, marginado. Desde entonces, la visión de las ciudades del norte caracterizaron a Nápoles como una ciudad “que transmite olvido”. Mientras que desde el sur, el norte siempre fue símbolo de opresión y la opulencia.
Por todo esto, la llegada de Maradona al Napoli y los posteriores éxitos que consiguió con el club se transformaron en una especia de “revancha del sur” contra el norte. Una primera e inédita victoria de los débiles contra los fuertes.
Es por todo esto que hablar de Napoli es hablar de Maradona. Más allá de los campeonatos obtenidos, la figura del Diez trasciende el futbol: es la bandera del sur que hace frente a los poderosos y los derrota con sus goles y gambetas.
Justicia divina
El año 1986 fue el más importante en la historia deportiva de Maradona, fue el año en que logró la Copa del Mundo con Argentina al derrotar en la final 3-2 a Alemania.
A lo largo de todo el campeonato tuvo una actuación brillante, pero hay un partido que lo inmortalizó y lo catapultó a convertirse en un mito para siempre, y ese fue ante Inglaterra. En la previa, el encuentro ya tenía una gran carga emotiva luego de lo sucedido en Malvinas.
Esa insólita guerra que duró 74 días y se llevó la vida de 629 argentinos, mientras que otros 1082 resultaron heridos. Un duro acontecimiento para un pueblo que venía golpeado por el genocidio de la dictadura cívico-militar.
En ese partido, Maradona fue el sueño hecho realidad, la concreción de lo que hubiera querido ser cada argentino frente a los “piratas”. Lo hizo todo, tuvo la picardía del potrero para hacer un gol con la mano y también, la genialidad en su máxima expresión para ejecutar una obra de arte y eludir como conos a los jugadores ingleses.
Maradona es más que fútbol, su figura atraviesa la pelota, es la viva imagen de la lucha contra la adversidad, la venganza hecha carne de los pobres. Por eso, su partida causó una conmoción popular que desbordó las calles argentinas y también las del mundo. Fue la respuesta espontánea para poder decir “gracias” a un tipo que dejó tantas alegrías.