Este 9 de octubre, más de cien mil cubanos se movilizaron en La Habana en apoyo al pueblo palestino y para exigir el cese inmediato del genocidio perpetrado por el Estado de Israel en Gaza. La movilización —que fue replicada en distintas ciudades del país— estuvo encabezada por el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, junto al embajador de Palestina en Cuba y jóvenes palestinos que estudian en diferentes universidades de la isla.
Al amanecer, el acto central tuvo lugar en la emblemática Tribuna Antiimperialista José Martí, una plaza junto al malecón habanero históricamente dedicada a las manifestaciones patrióticas y de solidaridad internacional, situada frente a la embajada de Estados Unidos.
Entre los primeros oradores del acto se encontraba Razan Maleh, una de las cientos de jóvenes estudiantes palestinas que realizan sus estudios en Cuba. “Yo soy hija de un luchador, un hombre valiente que fue encarcelado durante cinco años por defender los derechos de su pueblo, por alzar la voz contra la injusticia y por soñar con la libertad” dijo Razan al comenzar su discurso.
Con la voz cargada de emoción, recordó una escena de su infancia, cuando las fuerzas de ocupación —soldados israelíes— irrumpieron ilegalmente en su casa para golpear a su padre y lo amenazaron con matarlo. Recordó que los soldados formaron un cerco alrededor de él, apuntándole con sus fusiles, mientras le ordenaban a su madre y a ella que no miraran. Una violencia que se volvería cotidiana durante el resto de su niñez.
Al grito de “¡Viva Palestina Libre!”, y con la voz quebrada por la emoción, Razan interrumpió su discurso. En ese momento, una niña de la compañía teatral infantil La Colmenita, conmovida por su dolor, se acercó lentamente para abrazarla.
A continuación, la pionera de sexto grado Sabrina Padín León, vestida con el típico uniforme escolar y su pañuelo rojo, leyó una carta escrita “para los niños de Palestina”.
“Nosotros no vivimos bajo bombas, pero hemos sentido el peso del bloqueo. Sabemos lo que es que el mundo te mire y no siempre te escuche. Por eso, cuando veo tu historia, también siento que es parte de la mía. Me duele que tengas que correr buscando refugio, que tu escuela se convierta en ruinas, que tu familia tenga que esconderse para sobrevivir. Ningún niño debería vivir así” aseguró Sabrina.
Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo…
Jordan Miller Reyes, estudiante universitario, no duda en calificar la situación global como “una locura”, al tiempo que denuncia “la complicidad del sistema mundial con lo que está pasando”.
“Es totalmente una locura que, al día de hoy, el mundo funcione como funciona. Ante esa impotencia, somos muchos los jóvenes que nos movilizamos para combatirla. Creo que lo que podamos hacer todos los días, por más pequeño que sea, son esos granitos de arena con los que podemos construir algo diferente”.
Para Miller Reyes, la movilización popular resulta esencial, ya que es el medio del que dispone el pueblo —y en particular la juventud— para expresar su solidaridad y señalar a los culpables del genocidio. “Es una forma de expresión con la que manifestamos que no somos cómplices a través del silencio, que no estamos de acuerdo. Nosotros creemos que el silencio es político; es dejar que las atrocidades que están pasando sigan ocurriendo”.
“Si el silencio es político —reflexiona—, entonces movilizarse, marchar, protestar, postear, no es estar en silencio. Movilizarse es apoyar el lado correcto de la historia”.
La movilización se produjo pocas horas después de que se conociera un acuerdo de paz entre el Estado de Israel y las organizaciones de la resistencia palestina en Gaza. Sin embargo, las cicatrices de la ofensiva permanecen abiertas. Según cifras oficiales, desde octubre de 2023, aproximadamente 67.200 palestinos han sido asesinados y más de 170.000 resultaron gravemente heridos. Estas cifras, ya abrumadoras, podrían aumentar considerablemente, ya que miles de personas permanecen desaparecidas bajo los escombros.
La infraestructura civil ha sufrido una devastación sistemática: el 80 % de los edificios ha sido dañado o destruido, incluyendo nueve de cada diez hogares. La agricultura, base de la subsistencia local, ha sido arrasada por completo; ocho de cada diez hectáreas de tierras de cultivo resultaron destruidas, agravando la crisis alimentaria.
Más de dos millones de civiles han sido desplazados forzosamente y enfrentan una hambruna crítica. El hambre, utilizada como arma de guerra, cobra vidas diariamente: se calcula que cada día mueren quince palestinos por desnutrición, doce de los cuales son niños.
Esta realidad fue documentada a mediados de septiembre por la Comisión Internacional Independiente de Investigación de la ONU, que concluyó que Israel ha cometido cuatro de los cinco actos definidos como genocidio en el derecho internacional. “El objetivo —explicó en ese momento el comisario Chris Sidoti— es destruir a los palestinos de la Franja como grupo. Las muertes no son accidentes ni daños colaterales; son el resultado de una estrategia militar de bombardeos intensivos y tierra quemada”.
Artículo publicado originalmente en Brasil de Fato










