La cumbre de autoridades internacionales promete ser escenario de las mentiras de Bolsonaro para ocultar el proyecto de destrucción ambiental en Amazonas.
Por Ana Dagorret
Este jueves 22 de abril se realizará la cúpula del Clima convocada por el presidente estadounidense, Joe Biden. Dicho evento tendrá como participantes a representantes de varios países, entre ellos el presidente brasileño Jair Bolsonaro, cuya postura ante el cambio climático ya es conocida.
Si bien es precipitado anticiparse al discurso del mandatario brasileño, una mirada rápida sobre sus declaraciones sobre el tema así como sobre el desastre sanitario que vive su país pueden dar cuenta de qué esperar: la negación de la deforestación y la defensa de la soberanía de Brasil por sobre la selva amazónica.
Desde que asumió como presidente, Bolsonaro utiliza la negación como estrategia para enfrentar cualquier inconveniente. En lo que respecta a la destrucción ambiental, a esa negación se le suma un discurso de defensa de la soberanía, donde cualquier referencia extranjera al asunto es apuntada por el gobierno como un intento de intervención.
Países como Noruega y Alemania, quienes hasta 2019 financiaron el Fondo para Amazonas, cuyo objetivo era la preservación de la selva a través de mayor fiscalización y combate a los crímenes ambientales, dejaron de aportar a la causa tras la llegada de Ricardo Salles al Ministerio de Medio Ambiente. Los datos geográficos de la plataforma Deter, que mide los índices de deforestación, mostraron que entre agosto de 2019 y julio de 2020 se destruyeron 11.088 kilómetros cuadrados de selva, el número más alto en 12 años. A su vez, las mismas cifras evidencian que los más de dos años del gobierno de Bolsonaro son los peores en cuanto a alertas de deforestación en Amazonas.
Aún con estos datos, tanto el presidente Bolsonaro como su Ministro Salles e incluso el vicepresidente Hamilton Mourão (quien llegó a decir que la situación podría ser peor de lo que es) insisten en negar la realidad. El ministro Salles llegó a decir que si la situación empeoró es producto del recorte de fondos por parte de Noruega y Alemania del Fondo para Amazonas.
“Bolsonaro no tiene interés en la preservación, esos recursos que ahora reclama su ministro Ricardo Salles se fueron agotando a medida que se fueron tomando medidas que facilitaron la aceleración de la destrucción” explica en diálogo con PIA Noticias André Borges, biólogo especialista en Gestión Ambiental y Análisis de Impactos Ambientales. “Si Bolsonaro estuviera preocupado por que otros países paguen para mantener la selva en pie, estaría preservando para mantener su producto en venta y no tomando una actitud como la que existe, en donde si no pagan él destruye”.
El peligro del negacionismo en la nueva estrategia imperial
En una nueva postura del gobierno de Estados Unidos tras la salida de Donald Trump de la Casa Blanca, la situación producida por el cambio climático se volvió una prioridad para la gestión Biden. La presión para que Brasil adopte una política de preservación va en línea con esa estrategia a la vez que evidencia un posible nuevo abordaje para sus intentos de intervención internacionales. “Las excusas de intervención imperialista en el pasado eran el comunismo, la guerra a las drogas, el terrorismo, corrupción aquí en América Latina. Ahora todo indica que el camino de esa intervención va a ser la cuestión ambiental. Entonces es importante estar atentos a eso porque podemos volvernos blanco de una intervención” explica André Borges.
A su vez, advierte que la situación puede empeorar de cara a la Cúpula del Clima: “Todo esto se vuelve mucho más preocupante ante un escenario en donde la conducta del gobierno Bolsonaro va a ser negacionista y de sostener mentiras acerca de lo que viene sucediendo en Brasil en materia ambiental, principalmente en la selva amazónica”.
Si bien en algún punto este argumento pareciera ir en línea con la defensa de la soberanía planteada por el gobierno de Jair Bolsonaro, el problema de la explotación acelerada podría adelantar e incluso justificar cualquier intento de incursión. “No es misterio para nadie que hay intereses económicos muy fuertes en la selva amazónica, con el potencial que tiene. Y con eso Bolsonaro va a lograr mantener su discurso que la mayoría de sus adeptos defienden sobre que el resto de los países explotaron todos sus recursos y que, ahora, le exigen a Brasil que preserve y que para ello tienen que pagar”, agrega Borges al tiempo que explica que “eso sería lo que habría que hacer si se busca hacer las cosas bien. Hay mucha literatura sobre el poder económico que genera la selva en pie y de como producir sin necesidad de destruir, pero eso no es de interés de este gobierno”.
Los cómplices
Sería injusto responsabilizar solamente al presidente Jair Bolsonaro por la destrucción ambiental sin precedentes que vive Brasil. Empresas como Cargil, Bunge y ADM, que compran commodities de estancias que destruyen el ecosistema para ampliar el territorio de cría de ganado y siembra, también son responsables por este desastre. De no haber un mercado dispuesto a financiar la destrucción, no habría destrucción posible.
Si bien se trata de una tradición de explotación que tiene muchos años, con la llegada de Bolsonaro al gobierno y el apoyo a estos empresarios que destruyen para producir commodities, la situación empeora cada día. En abril del 2020 en una reunión de gabinete, el Ministro Ricardo Salles utilizó la expresión passar boiada para referirse a la oportunidad que tenía el gobierno en medio a la pandemia para flexibilizar y anular normas ambientales. Los dos años y algunos meses del gobierno de Bolsonaro fueron un passar boiada constante y recurrente en la cuestión ambiental.
Las operaciones para fiscalización con presupuestos millonarios impulsadas por el Ejército brasileño al mando del vicepresidente General Mourão, que preside el Consejo de Amazonas creado por el propio gobierno para intentar pasar una imagen de preocupación con la situación ambiental, fracasaron ampliamente desde que fueron implementadas. La utilización de métodos obsoletos para combatir el desmonte fueron en verdad un despliegue de militares para una puesta en escena con el fin de mostrar que el gobierno está actuando.
Aún con una realidad innegable, la participación de Brasil en la cúpula del clima promete ser un espectáculo de negacionismo extremo. Con el fin de intentar salvar el acuerdo Mercosur – UE y de defenderse de los ataques internacionales incesantes en relación a la destrucción ambiental, el gobierno podrá recurrir incluso a datos antiguos de gobiernos anteriores para defender la gestión.
Esperar mentiras de un presidente que miente deliberadamente sobre todos los asuntos de los que habla no sería una sorpresa. Ya apostar a un cambio en relación a la política ambiental de Brasil durante la gestión Bolsonaro demostraría inocencia e ignorancia. Así como la crisis sanitaria ya se cobró más de 370 mil vidas en lo que va de la pandemia, la destrucción ambiental es uno de los más exitosos proyectos del gobierno Bolsonaro y los militares. No abordarlo de esa manera es aceptar el negacionismo y, con ello, la devastación irremediable de la selva más grande de la tierra.
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Este artículo fue publicado originalmente en PIA Noticias