En estas elecciones del 2023 , votó el 63,34% de un padrón de 4.782.940 electores, repartiendo su voto en 13 listas diferentes. Finalmente, los resultados arrojaron un aplastante triunfo del oficialismo liderado por Santiago Peña (ANR, Partido Colorado) un 42,74%, el segundo lugar con un 27,48% para Efraín Alegre (Concertación Nacional) y un preocupante tercer lugar para “Payo” Cubas (Cruzada Nacional) 22,91%.
Expectativas y desilusiones
Meses antes de los comicios comenzamos a escuchar, desde numerosos sectores progresistas de Paraguay, un análisis que colocaba en situación de “empate técnico” al Partido Colorado y a la Concertación Nacional. Así, el aplastante resultado que arrojó unos 15 puntos de diferencia cayó como un baldazo de agua fría para toda la progresía paraguaya, que comenzó a pendular entre la declaración de fraude y la búsqueda de explicaciones parciales.
Sin duda, las preguntas son numerosas: ¿Por qué “Santi” -como se conoce al candidato del Partido Colorado luego de un increíble trabajo de marketing político- obtuvo tanta cantidad de votos? ¿Por qué Efrain y la Concertación tuvieron un desempeño tan pobre en relación a las elecciones 2018?
Y sin duda, la incógnita más peligrosa ¿De qué forma, una fuerza de ultraderecha como lo es Cruzada Nacional obtuvo tantos votos y por qué la figura de Payo ganó credibilidad y adhesión social?
Sin ánimos de mostrar versiones acabadas ni iluminadas de lo que fue cristalizado en estas elecciones, aquí van algunos apuntes sobre la situación política paraguaya. Cabe hacer un último llamado antes de ingresar al análisis en profundidad: es necesario no homologar la política paraguaya a la política argentina: el Partido Colorado no es una coalición de derecha similar a Cambiemos, la Concertación no es el peronismo, la estructura social y la historia política guarda pocas similitudes y muchas diferencias. Borrados estos marcos de referencia, centrémonos en las tres principales fuerzas:
La naturaleza del Partido Colorado
El Partido Colorado no puede entenderse como un partido de derecha desde y para la derecha. Amén de las prácticas clientelares y la compra de votos en las elecciones mencionadas por numerosos medios, el partido Alianza Nacional Republicana-Partido Colorado es un partido interclasista e inter-”ideológico”, que tiene cerca de 2.500.000 de afiliados, de una población de 7 millones y medio de paraguayos. Nacido a fines del siglo XIX, domina la política desde hace más de 70 años, con la breve interrupción en 2008-2012, período de gobierno de Fernando Lugo. Es masivo, es popular y apela a un nacionalismo paraguayo guaraní y plebeyo.
A pesar de las acusaciones de corrupción que permean a todo el sistema político, pero especialmente al Partido Colorado desde la presidencia de Horacio Cartes (2013-2018), Santiago Peña -o “Santi”- hizo una gran campaña presentándose como el cambio y la renovación, a pesar de haber sido ministro del mismo Cartes.
Así, presentándose como parte de una nueva generación jóven, que prácticamente no vivió la dictadura stronista y el período de afiliaciones obligatorias a la ANR, “Santi” supo captar tanto el voto jóven como el voto por la renovación.
La Concertación Nacional
Nació en 2022 como un frente entre el histórico Partido Liberal, parte del Frente Guasú y otros partidos y movimientos menores, de izquierda, de centro y de derecha. El candidato de la coalición, Efraín Alegre del Partido Liberal repitió por tercera vez su presentación al cargo de presidente (2013, 2018 y 2023), con diferentes frentes políticos. Los resultados de las elecciones 2018 son particularmente significativos, porque Efraín quedó a tan sólo 3 puntos porcentuales de Abdó Benitez, del Partido Colorado. En aquella oportunidad, la tercera fuerza, el “Frente Guasú”, espacio político del destituido Fernando Lugo, quedó tercera, con una gran cantidad de bancas en senadores y diputados.
En las elecciones de 2023, el armado de la Concertación incluyó a fuerzas y figuras referenciadas del Frente Guasú, como Esperanza Martinez. Esto generó numerosas polémicas, ya que Efraín había sido una de las figuras que en 2012 votó por la destitución de Lugo. Luego de algunas diferencias y debates en torno a las candidaturas y la orientación, en 2022 el Frente Guasú se partió. Y el expresidente Lugo y otros dirigentes sociales participaron de la lista de Euclides Acevedo, con muy malos resultados.
Constituida la Concertación como nueva alianza, se apostó a una suma de “porotos”; a la deslegitimación del Partido Colorado, dado por la figura de “Santi” -tan asociada con Cartes-; y a la fractura del Partido Colorado. Sin embargo, este cálculo no contó con el propio desgaste de la figura de Efraín luego de tres presentaciones a elecciones, la reapertura de las causas de corrupción que arrastraba desde 2011 como Ministro de Obras Públicas, así como la migración del voto “anti-establishment” (voto anteriormente captado por el Frente Guasú) hacia alternativas más outsiders, como Payo Cubas.
Cabe cerrar esta reflexión con la consigna de los últimos días de la campaña de Efraín y de Sole, “El cambio posible”. Esta consigna, cargada de posibilismo, evidentemente no enamoró al electorado: no habló del cambio necesario o del cambio para un futuro mejor, sólo habló de lo “posible”, orientada a captar los votos dispersos entre los partidos más pequeños, ante la inexistencia de una segunda vuelta. El anuncio de su gabinete tampoco mostró renovación, con figuras del empresariado local y la agroindustria y una única figura interesante, Esperanza Martinez, posible ministra de salud. Por su parte Sole Nuñez, ex-secretaría nacional de Cartes y figura asociada al empresariado paraguayo tampoco logró elevar a la dupla como alternativa real al Partido Colorado. Así, entre el desgaste y el continuismo, la Concertación fue la gran perdedora de estas elecciones.
El clientelismo
Un capítulo aparte merece el aparato electoral clientelar de la ANR-PC, pero también del segundo partido más grande, el Partido Liberal. Como se declara en numerosas notas periodísticas y se evidencia en artículos, parece ser la “forma de hacer política en Paraguay”: el voto se pagaba en las elecciones 2023 unos 200.000 guaraníes, con variaciones según la hora y el lugar.
Esta “práctica” clientelar va desde las estructuras barriales, las “seccionales” coloradas distribuidas en todo el territorio y sus punteros o “seccionaleros”, la logística para garantizar los votos, el aparato militante dispuesto en cada uno de los centros de votación, hasta el sistema electoral, que compone las mesas electorales, presidentes de mesa y vocales con una enorme presencia colorada. La misma forma de funcionamiento está sumamente naturalizado en la población en general: más que denuncias o impugnación, existe una naturalización del clientelismo y un aprovechamiento por parte de diversos sectores, se las ventajas que traen los tiempos electorales. Aunque estono puede atribuirse únicamente al aparato electoral de la ANR el triunfo en las elecciones 2023.
La situación económica
Una parte del clientelismo político viene de la mano de una frágil situación económica. A grandes rasgos, las clases dominantes se encuentran abroqueladas, compuestas por el sector del agro, la agroindustria y el sector servicios. Si bien el agro explica una porción pequeña del PBI (11%) tiene una importancia crucial en el abastecimiento de divisas, a través de la exportación de soja, carne vacuna y trigo (muy similar a la zona núcleo de Argentina). La política neoliberal domina la escena: a principios de siglo XXI se asistió a numerosas privatizaciones, endeudamiento externo -principalmente con el FMI y el BM- liberalización y desregularización de mercados, en una economía que nunca estuvo muy protegida. Esta situación sólo fue interrumpida parcialmente por el gobierno de Lugo, 2008-2012.
A pesar de esto, la economía paraguaya logró cierta estabilidad económica, con años de leve crecimiento cercanos al 3%, pero desacelerado en los últimos años por la pandemia. Pero la situación es cierta estabilidad económica y crecimiento, no repercutió en un mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo. Para el 2022 el 24,7% de la ciudadanía se encontraba por debajo de la línea de pobreza, pero esa cifra ascendía al 33,8% en áreas rurales, que abarca al 30% de la población paraguaya. La indigencia fue del 6,1%, el desempleo del 8,5% y la inflación interanual febrero 2022-2023 fue de 6,9%. La “sub-nutrición” aumentó en los últimos 10 años, llegando al 11% de la población según la FAO. Del mismo modo, el analfabetismo creció llegando a 6,8 para 2019, según datos de la DGEEC de Paraguay.
Esta situación estructural de un país dependiente aparenta, para los y las paraguayas de a pie, no guardar relación con las definiciones políticas que se toman al respecto. La impugnación hacia “la política” no se centra en el monocultivo, el extractivismo o la pésima política de redistribución del ingreso, si no en la “corrupción”.
Capítulo aparte: Estados Unidos
No nos extenderemos de más en este apartado, porque la intervención de Estados Unidos en Paraguay merece una biblioteca entera. Históricamente aliado del Partido Colorado, con bases militares en territorio, Estados Unidos comenzó a soltar la mano de Paraguay durante la presidencia de Horcacio Cartes (2013-2018). Las acusaciones más resonantes han sido de corrupción: lavado de dinero, prebendas, sobornos que involucran a funcionarios públicos -especialmente Cartes y su vice, Velázquez-, tráfico de productos y narcotráfico, vinculados a la empresa tabacalera de cartes que triangula mercancías ilegales entre Paraguay, México, Argentina y Brasil.
Sin embargo, este proceso comenzó a abarcar cada vez más actores, incluyendo grupos iraníes y del Hezbollah, que hicieron prender una alerta del Departamento de Estados. Luego de algunas investigaciones, Cartes, sus familiares, su vice y numerosos funcionarios fueron catalogados como “significativamente corruptos”, sus cuentas en Estados Unidos fueron embargadas y se prohibió su ingreso al país del norte. El enfriamiento de relaciones entre el Partido Colorado y Estados Unidos se evidenció en las elecciones 2023, cuando se evidenció una cierta simpatía del gigante del norte por la Concertación.
Esta situación se encuentra vinculada con otro elemento de orden geopolítico: Paraguay es el único país que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán, en contra de China continental, desde 1957. Esta posición se vio levemente cuestionada en las elecciones 2023, cuando el candidato de la Concertación sugirió hacer un cambio en la política diplomática y vincularse con China continental, generando algunos revuelos y presiones para evitar este viraje que debilita la posición geopolítica de Estados Unidos en la región. Finalmente, el resultado electoral fue contundente y Estados Unidos no tardó en felicitar a Santiago Peña, invitándolo a “combatir” la corrupción, haciendo alusión a su padre político, Horacio Cartes, ya despreocupado por el posible viraje diplomático.
Conclusiones peligrosas: qué no hacer
Diversas son las causas que llevan al triunfo de la ANR-PC en las elecciones generales. Excelente campaña política, apelación a la identidad y la tradición colorada, formidable aparato clientelar y electoral, sumado a la deslegitimación y desgaste de la oposición, su desangre frente a la tercera fuerza, Cruzada Nacional, son algunos elementos que hicieron de la ANR-PC la opción más elegida por los y las paraguayas.
Definitivamente no puede catalogarse al ANR como un partido de pura coerción (clientelismo, represión, disciplinamiento) sino que constituye una verdadera fuerza hegemónica en la realidad paraguaya, amenazada incipientemente por Payo Cubas, su impugnación al sistema político y su capacidad de movilización. Sin duda, esto deja a las fuerzas de izquierda y progresistas en un lugar muy complejo para pensar alternativas por izquierda a la realidad nacional.
Así, Paraguay se pone a tono con la situación latinoamericana: tiempos de reflujo para las propuestas igualitaristas y anti-neoliberales, para la organización popular y para las alternativas transformadoras. La “segunda ola” de gobiernos progresistas en la región fue vista como una bocanada de aire para el movimiento popular, pero por abajo, la situación paraguaya es la situación de la mayoría de los países del continente. El reflujo de las organizaciones del campo popular, el hartazgo y la desazón del pueblo, la podredumbre de las instituciones y los mecanismos de funcionamiento de la democracia y de los Estados es evidente.
Es necesario tener este diagnóstico fresco, porque “los hombres -y mujeres- hacen su propia historia”, pero en condiciones que no eligen, como señaló Marx. Y en tiempos tan complejos y oscuros, es preciso no caer en análisis simplistas o complacientes. Un análisis simplista, que vislumbra la derrota de las propuestas de izquierda y populares en las elecciones 2023, echa la culpa de esta derrota a la ignorancia y/o la derechización del electorado. Una versión aún más burda, culpa al sistema electoral, ya que los paraguayos no sabrían usar las máquinas del sistema electrónico. Por otro lado, un análisis auto-complaciente despega el accionar concreto de las fuerzas de izquierda y progresista, de la lectura de la realidad vinculada al momento de reflujo político que vive nuestro continente, funcionando como determinismo derrotista sobre el quehacer político y militante. Si el electorado es estúpido, si el accionar del movimiento popular no tiene incidencia en la realidad, no hay más motivos para seguir militando por cambiar la realidad.
Estas elecciones fueron un fuerte tirón de orejas para las organizaciones populares, que experimentaron un auge en los años 2006, 2007 y llevaron al poder a Fernando Lugo en el 2008. La destitución en 2012 y el fraccionamiento del Frente Guasú en 2022 parecen cerrar el ciclo de movilización popular anti-neoliberal y muestran un futuro incierto, con un Partido Colorado fortalecido y una derecha outsider pujante. Pero al pesimismo de la razón, debemos oponer el optimismo de la voluntad y extraer las mejores conclusiones, que son similares en numerosos países de la región.
En primer lugar, es necesario retomar las mejores experiencias del ciclo político de movilización popular, sabiendo abandonar los elementos que perdieron fuerza. Aquí, el mismo Lugo quien en 2023 no obtuvo los votos suficientes para llegar a la senaduría, con un deteriorado estado de salud, debe dar lugar a nuevos liderazgos y figuras que emerjan de la lucha social.
En segundo lugar, es preciso aceitar el trabajo de base y de diálogo con el pueblo: el Partido Colorado tiene un enorme y formidable trabajo de base en cada barriada, en cada seccional, conoce y vive las problemáticas de cada vecino, brinda contención y soluciones económicas y emocionales. Si las organizaciones populares pretendemos disputar esa hegemonía, no queda más que volver a la organización del pueblo y a la construcción de identidades y subjetividades que no se basen únicamente en la impugnación del Partido Colorado.
En tercer y último lugar, ante la avanzada de la derecha radicalizada, es necesario construir, sin sectarismos, con todos los polos y bloques sociales que organizan al pueblo y pretenden construir un Paraguay diferente.