Las crisis energética, climática, alimentaria, económica, financiera, de refugiados, la inflación, las internas dentro de la Unión Europea (UE), el euro, la deuda, el desabastecimiento… Todo esto está afectando a los países europeos, aunque no a todos por igual.
A cinco meses del comienzo de la Operación Militar Especial rusa en Ucrania, la incertidumbre es lo único que se mantiene estable para los europeos. Las sanciones impuestas por el bloque EEUU/ReinoUnido/OTAN/UE tenían como objetivo aislar y “ocasionar graves consecuencias a Rusia por sus actos y frustrar con eficacia sus capacidades de continuar la agresión”, explican desde el Consejo de la UE. No obstante, los objetivos de las sanciones no sólo no se lograron, sino que tuvieron un efecto boomerang sobre la Comunidad Europea, especialmente sobre la seguridad energética que agudizó las consecuencias para otras áreas en crisis.
Crisis energética
La gran dependencia de la importación energética es una de las principales vulnerabilidades estratégicas de Europa. Las sanciones impuestas a la energía rusa fueron las que más afectaron al bloque, ya que Rusia es (era) el principal proveedor de la UE en petróleo crudo (29%), gas natural (43%) y combustibles fósiles sólidos, especialmente carbón (54%), según los datos aportados por la UE en 2020.
Esta semana Gazprom redujo la capacidad del gasoducto a la mitad del máximo posible, con el objetivo de reparación y mantenimiento. El anuncio generó incertidumbre y pánico entre los líderes europeos ante el posible corte total de suministro de gas ruso. En medio se desarrollaba una disputa por la turbina arreglada y retenida por Canadá debido a las sanciones contra Rusia, la turbina necesaria para que Gazprom siguiera enviando gas a la región. La misma ya se encuentra en camino por pedido de Alemania a Canadá, aunque Rusia explica que aún no ha recibido los documentos que le permitan operar el motor.
En una sesión extraordinaria del Consejo de Transporte, Telecomunicaciones y Energía, este martes los ministros de Energía de la UE acordaron una reducción voluntaria de la demanda de gas natural en un 15% este invierno, con el objetivo de ahorrar gas por posibles perturbaciones del suministro ruso. El Reglamento también prevé la posibilidad de que el Consejo active una «alerta de la Unión» sobre la seguridad del suministro, en cuyo caso la reducción de la demanda de gas pasaría a ser obligatoria.
La carrera por sustituir la energía rusa se ha vuelto una odisea desesperante para los líderes europeos que han salido a buscar acuerdos energéticos en Asia central, Medio Oriente y África. Aún así resulta difícil e insuficiente reemplazar tanto la cantidad como los precios rusos.
La búsqueda los ha llevado a tomar decisiones contradictorias a las políticas que Bruselas venía sosteniendo desde relacionarse con países que ellos mismos cuestionan en materia de derechos humanos o que producen energía de manera contaminante; mantener políticas neocoloniales, una posible reactivación de centrales nucleares y de carbón; modificar la taxonomía de las energías consideradas como “verdes” incluyendo a la energía nuclear y al gas en la lista; entre otras.
La crisis de Europa es una crisis interrelacionada en donde la energética es la más influyente, la que más condiciona al resto. Es decir, la escasez de energía trae como consecuencia la imposibilidad de almacenamiento para el próximo invierno; la reducción o paralización de la producción industrial; el aumento de desempleo; el aumento de los precios de energía no sólo para el sector productivo sino también para la ciudadanía en general. Esto a su vez, provoca más aumento de la inflación, así como desabastecimiento de productos esenciales, caída del PBI, estancamiento y recesión económica.
Dentro de las más nombradas en los últimos días encontramos a la inflación ya que alcanzó máximos históricos. Según informaron este martes desde Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea, la inflación anual de la zona del euro será del 8,9% en julio, frente al 8,6% de junio. La energía sería el componente con la tasa anual más alta en julio (39,7%, frente al 42,0% de junio), seguida de los alimentos, el alcohol y el tabaco (9,8%, frente al 8,9% de junio), los bienes industriales no energéticos (4,5%, frente al 4,3% de junio) y los servicios (3,7%, frente al 3,4% de junio).
Los precios de los alimentos también han alcanzado aumentos históricos. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el índice de precios de los alimentos se situó en junio de 2022 en un promedio de 154,2 puntos, es decir, 3,7 puntos (un 2,3 %) menos que en mayo, aunque aún se encuentra en 29,0 puntos (un 23,1 %) por encima de su valor de hace un año. La caída de junio obedeció al descenso de los precios internacionales de los aceites vegetales, los cereales y el azúcar, mientras que los precios de los productos lácteos y la carne aumentaron.
Como medida para hacer frente a la inflación el Banco Central Europeo (BCE) decidió subir los tipos de interés por primera vez en 11 años. Aumentó a 0,5 puntos, el doble de lo anunciado el mes anterior, y debido al escenario de incertidumbre, el BCE también ha acordado reunirse mes a mes para evaluar la situación y tomar medidas acordes.
La crisis del euro también fue protagonista en las últimas semanas ya que por primera vez en 20 años, el dólar y el euro llegaron a cotizar a la par.
La crisis climática que atraviesa la región también está causando estragos y saca a la luz la hipocresía de los líderes europeos. Además de las mencionadas contradicciones en ‘políticas verdes’ en las que cayó la UE en la búsqueda de energía, no sólo no existe un plan realista para hacer frente a las distintas problemáticas climáticas/ambientales, sino que se continúa perpetuando un modelo político económico que consume y acumula más de lo que sus recursos permiten. Ese “orden basado en normas y valores” que tanto se empeñan en defender tiene como objetivo mantener un status quo y profundizar un modelo capitalista acentuado en el consumo y saqueo feroz para unos pocos.
Las disputas entre países al interior de la UE también están atravesadas por el factor energético, las sanciones contra Rusia y las decisiones que se pretende incentivar desde el bloque. Desde la imposición de sanciones al gas y petróleo ruso, en donde hubo países y grandes empresas que se negaban o veían con gran preocupación esas decisiones ya que poseen una enorme dependencia a las importaciones de energías rusa, como Hungría, Airbus o Boeing; el envío de armas y financiamiento a Ucrania bajo el irónico ‘Fondo Europeo para la Paz’; el plan de reducción de consumo de gas al 15% que tuvo las objeciones de países como Hungría, Grecia, España, Portugal, Francia, Italia, Dinamarca, Irlanda, Malta, los Países Bajos y Polonia.
¿Qué pasó con Rusia?
Mientras que el bloque occidental esperaba que las sanciones afectaran drásticamente a Rusia, no ha hecho otra cosa que acelerar la participación de Moscú en la construcción del nuevo orden multipolar. Por supuesto que las sanciones unilaterales del bloque occidental han afectado a Rusia, aunque no de la manera que se esperaba.
Si se esperaba que Rusia quedara aislada del comercio y la economía mundial, Moscú afianzó sus lazos comerciales y tejió redes en Asia; si se esperaba que Rusia fuera condenada internacionalmente, Moscú desarrolló una política diplomática e incluso reforzó los vínculos con sus aliados más cercanos (China, India, Irán); si se esperaba generar una suerte de enfrentamiento entre China y Rusia, las sanciones y la guerra no han hecho más que asegurar y consolidar el bloque sino-ruso; si se esperaba que Rusia se hundiera económicamente, el rublo ha remontado, los ingresos rusos han aumento y la balanza comercial rusa registró su mayor superávit desde 1994, debido a la subidas de precios especialmente en petróleo y gas; si se esperaba que Rusia quedara fuera del sistema de pagos internacionales (SWIFT), Moscú reavivó su propia red SPFS (System for Transfer of Financial Messages) creada por el Banco Central ruso en 2014.
Conclusiones
Nos queda seguir profundizando en el resto de las crisis interrelacionadas que afectan a Europa para comprender la gravedad del camino elegido por Bruselas, e incluso trazar más fino cómo se da esa correspondencia. No obstante, podemos reflexionar que si no existe un cambio de rumbo realista y acorde a las necesidades e intereses de los pueblos europeos, es decir, si se sigue bajo un modelo capitalista neoliberal detrás de las políticas euroatlánticas lideradas por Washington, la región se encamina hacia el abismo y van a ser ellos quienes queden aislados de las nuevas reconfiguraciones en las relaciones internacionales.
Aunque podemos ver distintas expresiones de descontento civil como medidas de fuerza de trabajadores, movilizaciones de desempleados, ecologistas, antimilitaristas, juventud y respuesta represiva estatal.
“Esto se debe a que históricamente Europa ha tenido amortiguadores sociales muy, pero muy fuertes para evitar que justamente todo tipo de cuestionamiento pudiera encontrar asidero en la mayoría de la población que mantuvo un estatus desde el punto de vista económico social aceptable. Esa es la política de la UE en términos sociales, evitar el ‘no aguanto más’”, sostiene el analista internacional Federico Larsen.
Asimismo, es posible que a partir de una serie de condicionalidades externas, como por ejemplo la gestión del gas, se pueda empezar a generar algún tipo de hartazgo, algún tipo de protesta generalizada en la población europea. “En caso de que se dé esa posibilidad, la salida podría no ser por izquierda, si no por derecha”, agrega el especialista.