El próximo 8 de noviembre se realizarán las elecciones legislativas en los Estados Unidos. Los 50 estados que conforman el país deberán elegir los candidatos que conformarán la Cámara de Representantes y el Senado, lo que representa un desafío tanto para el actual gobierno demócrata de Joe Biden, como para los republicanos, cuyo líder continúa siendo el derrotado ex presidente Donald Trump.
La contienda viene a ser la primera tras las elecciones del 3 de noviembre de 2020, cuando el entonces mandatario se negó a reconocer el resultado de las urnas, al acusar un fraude sin ninguna prueba más que su derrota. En esta oportunidad y tras lo que fueron dos años de inmensas dificultades para la actual gestión, los demócratas buscarán ampliar su representación en ambas Cámaras, con lo cual intentarán darle más facilidad al gobierno para encarar los últimos dos años que le quedan a Biden al frente de la Casa Blanca.
La tradición electoralista de este país muestra que las elecciones de mitad de mandato suelen ser un verdadero dolor de cabeza para el partido gobernante, generalmente el más perjudicado en la contienda. En esta oportunidad, algunas recientes decisiones de la Corte Suprema y del Ejecutivo podrían estar inclinando la balanza a favor de los demócratas.
En el mes de julio la situación a la que se enfrentaba la gestión parecía irremontable debido al aumento de la inflación en un 10%, considerada la más alta en los últimos 40 años, y al aumento del precio del combustible. Según la consultora FiveThirtyEight, el índice de aprobación de Biden para ese mes era de 37,5%, uno de los más bajos para un presidente en funciones.
La expectativa de los republicanos en relación a estos números hacía pensar en que el 8 de noviembre el partido conseguiría controlar tanto la Cámara de Representantes y el Senado de forma apabullante. Sin embargo, en las últimas semanas las encuestas comenzaron a mostrar que esta tendencia estaba siendo revertida.
El índice de aprobación del presidente Biden empezó a subir lentamente y actualmente está en el 42,4% según la misma encuestadora. A su vez, los demócratas empezaron a obtener mejores resultados en las elecciones especiales, así como en las encuestas sobre el Senado y la Cámara de Representantes, ganando las elecciones en Nueva York y Alaska, donde se esperaba que perdieran.
Según explica el periodista Jeet Heer en un artículo publicado en The Nation, esta tendencia comenzó a revertirse con la elección de Nebraska, donde la diferencia entre ambos partidos ubicaba a los republicanos 17 puntos por arriba de los demócratas. En esta oportunidad, la diferencia fue de 5 puntos. En Minnesota sucedió algo similar y lo que históricamente era una diferencia de 14 puntos en la elección para la legislatura local, esta vez fue de sólo cinco puntos.
Esta tendencia se reforzó con el resultado que arrojaron los comicios en el estado de Nueva York. Allí, en el distrito 19, el margen de victoria de los demócratas fue seis puntos mejor que la inclinación partidista R+4 del distrito, y en el Distrito 23, fue nueve puntos mejor.
¿Qué es lo que explica esta tendencia? Según explica Heer, para Nathaniel Rakich, de la consultora FiveThirtyEight, la evidencia sugiere que desde la decisión de Dobbs que anuló el derecho constitucional al aborto, «los vientos políticos están ahora a la espalda de los demócratas».
Dicha situación puede verse reflejada en las encuestas para el Senado y no tanto en las que anticipan lo que será la disputa en la Cámara de Representantes. A mediados de julio, la encuestadora predijo que los republicanos tenían un 88% de posibilidades de hacerse con la Cámara. La tendencia ha sido a la baja y ahora se sitúa en el 74%. El cambio en el Senado es más dramático. A principios de junio, FiveThirtyEight predijo que los republicanos tenían un 60% de posibilidades de hacerse con la Cámara alta. Esto ha cambiado tan drásticamente que ahora los republicanos sólo tienen un 30% de posibilidades.
Los motivos
El repunte del Partido Demócrata se debe a una serie de factores. Entre las causas externas importantes se encuentran la bajada de la inflación en las últimas semanas. A su vez también parece influir el regreso de Trump a las noticias, gracias a la investigación del FBI sobre su supuesto robo de documentos clasificados, lo cual ha ganado amplia repercusión en los medios de comunicación con vínculos estrechos con los demócratas.
Sin embargo, el factor más importante parece ser la decisión de la Corte Suprema de anular el fallo que legalizaba el aborto, lo cual parece estar dinamizando a los votantes favorables a la interrupción del embarazo, que siempre han sido mayoría en casi todos los estados. Gracias a la presión de los activistas, Biden empezó a hablar con franqueza sobre el aborto, acentuando las diferencias entre los dos partidos.
Según destaca Jeet Heer, “el punto clave que hay que entender es que no fue sólo Dobbs, sino la decisión de los demócratas de contraatacar a Dobbs lo que cambió la dinámica del Partido Demócrata. Durante gran parte de su presidencia, Biden ha intentado gobernar como un unificador bipartidista. Y ha tenido éxito al aprobar proyectos de ley bipartidistas sobre armas y gasto en infraestructuras”.
En conclusión, la situación a la cual se enfrentan los demócratas ha generado que el partido esté llevando a cabo una campaña notablemente más progresista y partidista que en 2018 y 2020. Dicha inclinación aparece de forma clara con la decisión de forma unilateral del presidente de perdonar parte de la deuda estudiantil, una promesa de campaña que agradó a una parte importante del electorado y que desagradó profundamente a los republicanos.
Estas medidas de cara a las elecciones del próximo 8 de noviembre vienen siendo el insumo de campaña de los demócratas. A nivel retórico, los candidatos azules aprovechan para hacer acusaciones directas acerca de que los republicanos MAGA (make America great again, en referencia al trumpismo que domina el partido) son semi fascistas. A nivel político, el Ejecutivo viene tomando decisiones unilaterales (son consulta con el parlamento) como el perdón de parte de la deuda estudiantil, lo cual no sólo hace crecer la popularidad del presidente y la intención de voto por los candidatos de su partido, sino que profundiza la polarización y moviliza a la ciudadanía para concurrir a votar.
A poco menos de dos meses para la contienda, tanto demócratas como republicanos se disputan el electorado que puede garantizar el control del Senado y de la Cámara, lo que sin dudas tiene el potencial de condicionar los últimos dos años de la gestión demócrata en la Casa Blanca.