El clima al que se llegaba a la nueva Cumbre del Mercosur celebrada en Uruguay, no era de lo más saludable. El bloque había crujido la semana pasada cuando Uruguay –en una gira de su ministro de relaciones exteriores, Francisco Bustillo por Oceanía- había hecho el pedido formal para ingresar al Acuerdo Transpacífico, plataforma de libre comercio que integran Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Perú, Singapur y Vietnam.
Este acuerdo implica el 13 por ciento del PIB mundial y un mercado de más de 500 millones de habitantes.
La respuesta del resto de los socios del Mercosur fue inmediata. Argentina, Brasil y Paraguay, por primera vez en los 30 años de existencia del mercado común, presentaron un comunicado conjunto y amenazaron con acciones legales.
A través de un tuit común, posteado a la misma hora : “Ante las acciones del gobierno uruguayo con miras a la negociación individual de acuerdos comerciales con dimensión arancelaria (…), los Coordinadores Nacionales de Argentina, Brasil y Paraguay ante el Mercosur tienen a bien comunicar a la Coordinación Nacional de Uruguay, que los tres países se reservan el derecho de adoptar las eventuales medidas que juzguen necesarias para defender sus intereses en los ámbitos jurídicos y comercial”, sostuvieron los firmantes en el comunicado.
Por ello la Cumbre del Mercosur celebrada en Montevideo tenía entre otros objetivos bajar los decibeles de las tensiones generadas por el gobierno de Lacalle Pou. Ante esto, el anfitrión del encuentro salió rápidamente a aclarar la situación, negando las intenciones de una ruptura, o de querer cortarse solo: “Cuando presentamos ante los estados miembros que iniciamos negociaciones con China lo hicimos porque estamos negociando para empezar un TLC, pero estamos mirando para el costado y le preguntamos a Brasil, Argentina y Paraguay, ¿vamos todos juntos? Acá no se trata de ruptura. Prometo que no utilizaré más esa palabra. Se trata de resolver tensiones hacia afuera”, afirmó Lacalle Pou.
Otro de los objetivos de la cumbre era dar paso a una nueva presidencia pro tempore de Argentina, quién llegó con una hoja de ruta delineada para fortalecer el bloque en los próximos seis meses. El documento está basado en cuatro ejes fundamentales: reforzar las “cadenas de valor”, buscar acuerdos comerciales con el consenso del bloque, impulsar el comercio extrarregional y concretar obras estratégicas de infraestructura y energía.
Ya durante la 39 cumbre de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) realizada en Buenos Aires, el canciller argentino había priorizado la necesidad que tiene la región de encarar un proceso de desarrollo de su industrialización: “Debemos desarrollar nuestras industrias, no es bandera de ninguna entidad política sino una necesidad urgente para resolver las brechas”, postuló Cafiero, en el Centro Cultural Kirchner.
Neodesarrollismo vs. Neoliberalismo
El Mercosur nace de “una paradoja, inspirado en el pensamiento desarrollista que influía a los gobiernos de Sarney (Brasil) y Alfonsín (Argentina) su fundación data de 1991 en plena efervescencia neoliberal auspiciada por el Consenso de Washington”, afirma para ARG MEDIOS Gabriel Merino (IDIHCS UNLP, investigador de Conicet y Clacso).
Dado ese origen, la disputa permanente se dió entre quienes conforman estos dos proyectos. Esa tensión rige la orientación que debe tener la integración, los que pujan por mantener solo una área de libre comercio, más flexible y quienes apuestan por una verdadero bloque de integración.
Es por ello que los vaivenes siempre han tenido más que ver con una lucha de sectores, intereses y proyectos que van más allá de los países. Sin bien en los últimos años hemos vivido la alternancia de gobiernos de corte neoliberal y desarrollistas, muchas veces es “clave la puja entre los sectores agroexportadores, más anti mercosur, versus los sectores que defienden un proyecto más industrial”, afirma Merino.
Eso marca de alguna forma la tensión que se dió estos días con Lacalle Pou, un gobierno claramente neoliberal, al querer cortarse solo y dispuesto a negociar tratados de libre comercio arancelario cada país por separado, pasando por arriba los acuerdos que hasta ahora ha mantenido el bloque, y de alguna forma este tipo de acuerdos debilitan la integración del mismo. Por eso toma relevancia el plan que presentó Argentina con los cuatro ejes que van claramente en otro sentido.
Lo que también puede llegar a mostrar un giro en la política regional es la postura de Bolsonaro al firmar el rechazo a las declaraciones del presidente Uruguayo, cuando el mismo presidente de Brasil, tiempo atrás había dicho que el Mercosur era un “corset” para las economías.
“Esto reafirma que va más allá de los países la mirada que hay sobre el Mercosur, ya que el mismo Bolsonaro tuvo que dar marcha atrás por las presiones del poderoso sector industrial y de algunos sectores militares desarrollistas”, aclara Merino.
Se puede entender, entonces, que en la nueva coyuntura hay un fortalecimiento de las posturas neodesarrollistas por sobre las posiciones neoliberales, vinculadas al agro y a los sectores financieros en los países que integran el Mercosur, por lo cual sonó tan disonante el intento de Lacalle Pou por querer avanzar solo en un tratado de libre comercio con el acuerdo transpacífico.
“Con el triunfo de Lula, claramente ganó la línea, hay que fortalecer el Mercosur”, dice Gabriel Merino.
Argentina asume la presidencia pro tempore presentando este documento fundamentalmente con una mirada desarrollista, pero la incógnita que se abre tiene que ver con qué sucederá el año que viene, ante las próximas elecciones presidenciales en el país.
Si vuelve al gobierno el macrismo, que claramente sostuvo durante su gobierno una mirada Anti Mercosur, podría darse un debilitamiento del bloque regional, presionado por los sectores más poderosos de nuestra economía, como son el sector financiero y el agroexportador, alineados claramente a los proyectos neoliberales.