Por Carlos Altavista para 90líneas.com
Este domingo 23 de julio hubo elecciones generales en España. Y en un panorama político global muy complejo, con un fuerte avance de las derechas radicalizadas tanto en Europa como en Latinoamérica, había mucho en juego. En líneas generales, podemos decir que se enfrentaban ‘las izquierdas’, con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) a la cabeza y el presidente socialista Pedro Sánchez aspirando a la reelección, y ‘las derechas’, con el Partido Popular (PP – derecha liberal tradicional) y Vox, la fuerza de extrema derecha que reivindica públicamente la dictadura franquista.
Ganó el Partido Popular (33,05%) y segundo, a un pequeño pasito, quedó el Socialismo (31,70%). Sin embargo, en la sede del PSOE había grandes festejos, mientras que en el búnker del PP había caras largas; larguísimas. ¿Y eso? Pues bien, para comprender porqué ‘el que perdió en realidad ganó’ debemos explicar brevemente el sistema político español y la forma de elegir presidente.
España no es una república sino una monarquía parlamentaria. Es decir que el jefe de Estado, en rigor, es el rey Felipe VI. Aunque en la práctica, hace añares que el rey de España cumple funciones más protocolares que otra cosa, al tiempo que hace las veces de ‘embajador’ de los intereses del país ante el mundo.
¿Y cómo se elige presidente o presidenta? Bien, cuando los españoles y españolas van a las urnas, como este domingo 23 de julio, no votan candidato a presidente sino que votan una lista de diputados. Y si bien los electores saben perfectamente que el postulante a la presidencia es quien encabeza esa lista de diputados, luego ello debe quedar refrendado en el denominado, precisamente, Congreso de los Diputados.
Seguimos. El Congreso tiene 350 diputados, y para que el hombre o mujer que postula una fuerza política sea elegido debe contar con el apoyo de una ‘mayoría absoluta’, o sea, la mitad más uno, es decir, 176 diputados. En caso de que nadie llegue a ese número, 48 horas después se puede llamar a una segunda votación en el Congreso donde el postulante quedaría consagrado con ‘mayoría simple’, ergo, más votos positivos que negativos.
Así funciona el sistema
En España no sólo se elige de esa manera al presidente del país, sino a los presidentes/presidentas de sus 17 Comunidades Autónomas (si bien no son lo mismo que nuestros gobernadores/gobernadoras de Provincias, pongamoslé que sí para no hacer mucho lío) y los alcaldes/alcaldesas de todos sus Ayuntamientos (Municipios).
Un ejemplo arbitrario y muy sencillo para explicar este asunto de que puede ‘ganar el que pierde’: Supongamos que en el municipio Equis hay un Concejo Deliberante con un total de 9 concejales, y tras las elecciones el Partido Blanco logra ingresar 4 concejales, el Partido Azul 3 concejales y el Partido Verde 2. Bien, si los partidos Azul y Verde forman una alianza en el Concejo sumarán 5 ediles contra los 4 del Blanco (el más votado por los vecinos), entonces, la coalición Azul/Verde pondrá el intendente. ¿Está mal? Ni mal ni bien. Es el sistema político que definieron los españoles desde la caída de la dictadura de Francisco Franco, allá por los años ’70.
Ahora, los ‘porotos’ reales
El pasado 28 de mayo hubo en España elecciones autonómicas y municipales. O sea que se eligieron (siempre por el sistema indirecto) a los presidentes de las 17 Comunidades Autónomas y a los alcaldes de todos los municipios del país. Y la izquierda -con los socialistas a la cabeza- sufrió una durísima derrota ante la derecha, representada principalmente por el Partido Popular pero también por el ultraderechista Vox.
Mientras los derechistas festejaban por todo lo alto, el presidente socialista español, Pedro Sánchez, sacó ‘un conejo de la vieja chistera’, como canta Joan Manuel Serrat, y adelantó las elecciones presidenciales para el 23 de julio, es decir, ayer nomás, y salió con los tapones de punta a hacer campaña contra la posible entronización de un gobierno de derecha radical en España, producto de una eventual alianza PP + los neofranquistas de Vox. Los comicios, en principio, debían realizarse en noviembre. ¿Jugada arriesgada? Mucho. Pero quien no arriesga, (dicen que) no gana.
El PP, que llevaba a la cabeza de su lista de diputados -por ende, principal aspirante a la presidencia- al conservador gallego Alberto Núnez Feijóo, creía a pie juntillas que lograría “168 escaños” en el Congreso de los Diputados (“El PP gana pero la resistencia del PSOE y Sumar frustra su mayoría con Vox y deja el Gobierno en el aire”, por Carlos Cué, diario El País de España), lo cual lo dejaría muy cerca de formar gobierno en soledad, o sea, sin tener que apelar a una alianza con la derecha extrema de Vox. Y en el peor de los casos, suponiendo que obtuviese 150 escaños -su aspiración de mínima-, no tendría problemas en armar un gobierno de coalición con los ultras.
¿Y entonces?
Si bien el PP hizo una gran elección en comparación con las presidenciales del 2019, ya que saltó de 89 a 136 diputados, quedó lejísimo de los 150 a que aspiraba de mínima y ni hablar de los soñados 168. En tanto, la extrema derecha de Vox experimentó una caída fenomenal: pasó de los 52 diputados actuales a 33.
Repasemos: Para lograr la presidencia en España se necesitan 176 diputados en una primera votación (mayoría absoluta) o más votos positivos que negativos en una segunda votación (mayoría simple). Sumemos: 136 del PP + 33 de Vox es igual a 169. A eso podrían sumarse el diputado del derechista partido de las Islas Canarias (Coalición Canaria – CCa) y el diputado de la también derechista Unión del Pueblo Navarro (UPN), para lograr un total de 171: ni mayoría absoluta ni mayoría simple. Conclusión: No le alcanza a ‘las derechas” de España para formar gobierno.
Perdieron. De ahí las caras largas, larguísimas, en el búnker del PP. Y las declaraciones apocalípticas del líder ultra de Vox, Santiago Abascal: “Quiero señalar lo que es una mala noticia para muchos españoles: Pedro Sánchez, aún perdiendo las elecciones, puede bloquear una investidura, y, peor aún, Pedro Sánchez podría incluso ser investido con el apoyo del comunismo, del independentismo golpista y del terrorismo”, como llaman los ultraderechistas ‘socios’ de Milei y del pinochetista chileno José Kast a los partidos pequeños de izquierda y a los independentistas y/o nacionalistas vascos, gallegos y catalanes.
Por su lado, el socialismo del PSOE mejoró su performance de 2019 pasando de 120 a 122 diputados. Y como el resto de fuerzas políticas que lograron representación en el Congreso son de izquierda, Pedro Sánchez, efectivamente, no estaría lejos de seguir 4 años más en el gobierno.
Sumemos ‘por izquierda’: 122 diputados del PSOE + 31 de Sumar + 6 de Bildu (independentistas vascos) + 5 del PNV (nacionalistas vascos) + 7 de ERC (Izquierda Republicana de Cataluña) + 1 del BNG (nacionalistas gallegos) + 7 de Junts (independentistas catalanes), igual a 179, o sea, mayoría más que absoluta.
Pero como Junts es una fuerza muy corrida a la izquierda que ya dijo que no le daría sus votos a Pedro Sánchez “a cambio de nada”, si sus condiciones son inaceptables para el líder socialista la suma bajaría a 172, es decir, muy cerquita de una ‘mayoría simple’ que podría lograr si los diputados de Junts no lo votan pero se abstienen por completo.
¿Y en caso de no poder formarse gobierno? Se convocan nuevas elecciones.
Apenas 300 mil españoles
España viene dividida claramente en dos desde 2015 (en rigor, desde la guerra civil, pero ese es otro tema). De aquel entonces hasta hoy, número más o número menos, la paridad entre izquierdas y derechas es enorme. Tanto es así que en ese tiempo le costó horrores conformar gobierno. Y las cifras de estas elecciones lo confirman: pese a que la derecha festejaba por adelantado una victoria rotunda, lo cierto es que el PP obtuvo 8.091.840 votos (33,05%) y el PSOE consiguió el apoyo de 7.760.970 españoles y españolas: una diferencia de 330.870 voluntades. Es decir, nada, teniendo en cuenta que votaron casi 25 millones de ciudadanos (24.743.612, para ser exactos).
En porcentaje, esos 330 mil y pico de votos de diferencia representan el 1,35%. O sea, nada.
Es por todo ello que en España ‘el que ganó, perdió’ y viceversa. Mientras tanto, los popes de la Unión Europea destaparon champán, pues el país ibérico le puso freno al crecimiento de la extrema derecha que se viene dando en el viejo continente (Hungría, Polonia, Italia, etc), lo que implica negacionismo en materia de cambio climático, odio a los inmigrantes y eliminación de derechos de trabajadores, mujeres y diversidades de género.
Un ejemplo de esto último: recientemente, el primer ministro ultraconservador de Hungría, Viktor Orban, aplicó una multa récord a una librería que vendió una novela sobre una relación homosexual. Además, en ese país está restringido el acceso a la jubilación de las personas no heterosexuales, los estudios de género en las escuelas, la inscripción del cambio de sexo y la adopción por parte de parejas homosexuales, entre un sinfín de medidas en ese sentido.
Es lo que se venía en España con un gobierno PP-Vox. Es por ello que la líder de Sumar, Yolanda Díaz, dijo exultante por los resultados electorales: “Desde mañana mismo dialogaré con todas las fuerzas progresistas a fin de garantizar la continuidad de la actual administración. Tenemos que seguir ganando derechos, y nos comprometemos a seguir haciéndolo: más derechos para los trabajadores, para las mujeres y para las personas LGTBI”.