Es sin dudas una elección bisagra. Las primarias de agosto significaron el comienzo del fin del esquema por el cual el sistema político se configuró los últimos 15 años: la grieta representada por el kirchnerismo y el macrismo como principales espacios e identidades articuladoras de alianzas y frentes electorales.
El escenario más probable es que el candidato libertario Javier Milei ya tenga el pase asegurado para el balotaje de noviembre, y el segundo lugar sea disputado entre Unión por la Patria y Juntos por el Cambio. Es decir, que de cumplirse lo esperado, una de las principales alianzas de los últimos años quedará definitivamente por fuera de la principal contienda electoral. Datazo histórico.
Sin dudas el escenario está abierto y es incierto, dos síntomas concretos que manifiestan la crisis del sistema político. El kirchnerismo se juega su parada más importante en la provincia de Buenos Aires, donde una victoria del gobernador Axel Kicillof, no solo mantendrá con vida el bastón de mariscal, sino que se le asignará un claro y merecido sucesor. La batalla bonaerense es la gran contienda del kirchnerismo, donde entre gobernación e intendencias, sostendrá el refugio para recontruirse.
El macrismo, con amplias posibilidades de quedar como tercera fuerza, corre mayores riesgos de implosionar. Gran parte de las gobernaciones que ha conquistado el PRO lo hizo mediante manos radicales. La alianza corre el riesgo de escindirse entre quienes sostienen la idea de barrer con todo y quienes apuestan a un gran acuerdo de centro conservador. Ese debate puede plasmarse en el mismísimo balotaje, en caso de ser Milei y Massa los dos contrincantes.
Milei le habla al electorado duro
El tramo que fue de las PASO a los comicios generales contó con dos Milei distintos: un primer Milei que se mostró dialoguista, dispuesto a establecer acuerdos electorales en pos de convencer a desinteresados y ajenos para aspirar a un triunfo en primero vuelta. Es el Milei que se sentó con el dirigente sindical Luis Barrionuevo, el que negó eliminar los programas sociales.
Pero luego del debate presidencial, se manifestó otro Milei, que es en definitiva el que fue antes de agosto: el negacionista, el fundamentalista del libre mercado, el exaltado, el polémico, el desestabilizador. Las cambiantes estrategias electorales de la Libertad Avanza responden a dos factores.
Por un lado, la necesidad de garantizar y consolidar el núcleo duro de votantes, es decir, hablar más a los convencidos (emparentados con las ideas del economista) que a los que hay que convencer (indecisos o aquellos quienes manifestaron su voto por necesidad de cambio o de castigo y que quizá hoy revean su voto).
Po otro lado, la misma multiplicidad de aportes que componen la alianza libertaria explican sus variopintas propuestas, ya que por momento se presentan más como un conglomerado de figuras buscando éxito político tras un fenómeno de características reaccionarias, que como un bloque ideológico identitario fuertemente constituido.
Aun así, Milei se posiciona fuerte en la contienda electoral y juega a ser el hecho maldito del país engrietado.
Juntos por el Cambio en su laberinto
Hasta el segundo debate presidencial, Patricia Bullrich parecía condenada a un desdibujado tercer lugar. Su permormance en Santiago del Estero pareciera haber profundizado este aspecto, llevándola casi al borde del ridículo. Sin duda para el segundo debate, las fuerzas del cambio pensaron una estrategia para reposicionar a su candidata.
En primer lugar, ir a la confrontación directa contra sus principales contrincantes, sin importar el eje, el momento, sin medir chicanas y agresiones. En segundo lugar, desplegar con fuerza una bataola mediática y comunicacional que la mencionen como la ganadora del debate. Y por último, utilizar la desestabilización económica (centralmente la cambiaria e inflacionaria) para desarrollar aún más la campaña de hostigamiento hacia el gobierno (por “inutilidad”) y contra Milei (por “irresponsabilidad”).
El techo es llegar al balotaje, el piso el caer con dignidad, mostrarse competitivos, perder por poco. Juntos por el Cambio se juega la posibilidad de copar aún más en Congreso Nacional, que sumado a su piso de gobernadores le podrían garantizar la posibilidad de no morir como experiencia política.
Massa y la posibilidad de darla vuelta
Si el techo de Juntos por el Cambio es entrar al balotaje, para Unión por la Patria esto es el piso. Como máximo objetivo la alianza peronista tiene posibilidades de ganar la elección (sin que esto implique ganarla en primera vuelta). Si bien, dentro del frente nadie se confía, existe un margen posible de quedar posicionados en primer lugar.
En términos de estrategia electoral, el candidato no ha hecho más que ser un buen ministro, que ante la delicada situación de la economía implica más que nada evitar que todo explote. Y en sí, lo ha logrado, incluso bajo una fuerte presión devaluatoria e inflacionaria. Esto ha hecho que la campaña gire en torno a la figura del ministro de “las papas calientes”. Pero sin duda Massa llega con fuerzas a la elección, con el apoyo de gobernadores e intendentes, del sindicalismo, de las organizaciones sociales, incluso de su antiguo rival interno, Juan Grabois.
Si bien la mayoría de las medidas adoptadas han sido paliativas, si hay cuatro que se han destacado por marcar un avance: la devolución del IVA en alimentos, la reducción del impuesto a las Ganancias, el registro de solicitantes de lotes con servicio y el refuerzo de ingresos para trabajadores informales. Este será el rumbo a seguir si pretender surfear la ola de los tiempos venideros, y si tiene la posibilidad de llegar a la presidencia, con un mercado caldeado y un Congreso tan diverso como hostil.