Hay cosas que sorprenden y otras que no tanto. Tal y como había vaticinado la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en una entrevista televisiva, está sería una elección atípica teniendo en cuenta que la dinámica política argentina de los últimos tiempos giró en torno a dos alianzas que, aun mutando, conservaron siempre un determinado espectro.
Una se llamó Frente para la Victoria, luego Frente de Todos y ahora Unión por la Patria. Otra fue Cambiemos, luego Juntos por el Cambio. Incorporación más, incorporación menos, ambos espacios sostienen un electorado numeroso y consolidado. Pero la vertiginosa dinámica de la agenda nacional (e internacional) fue macerando en la sociedad nuevas ideas, preocupaciones, tristezas y desilusiones. Ambas fuerzas en su medida fracasaron, y su larga contienda comienza a empantanarse en el espeso fango de la crisis del sistema político.
Y como toda grieta, fisura, hendidura, puede que de ella emana alguna luz, o de su oscura incertidumbre solo se descubra algo monstruoso. Ante el fracaso y la desilusión de las dos grande alianzas políticas de los últimos diez años, y ante una situación de galopante crisis social y económica, es de esperarse que la población dé en los sufragios señales de querer buscar una salida, incluso, una desesperada.
Es por ello que estas elecciones se presentaron como elecciones de tercio, donde el tercero en disputa fue en parte un invento de los otros dos. Con un importante poderío mediático, gran parte de Juntos por el Cambio abonó al experimento de laboratorio político llamado Javier Milei. Cumplió un rol esencial a la hora de tensar la vara hacia posiciones de un marcado bolsonarismo regional. Por su parte, Unión por la Patria fue un factor influyente más por omisión que por acción directa. Básicamente inventó a Milei al descuidar las demandas de su propio electorado, de los llamados últimos de la fila, de las juventudes. Su propia incapacidad de reinvención fue funcional al rugido del león.
Ahora bien, volvamos al principio. Hay cosas que sorprenden y otras que no tanto. Se esperaba que la Libertad Avanza sea parte de los tercios en disputa. No se esperaba que sea quien más votos saqué como candidato y como fuerza. Se esperaba que Unión por la Patria sufra los avatares de una economía inestable y de un candidato que es a su vez responsable de la misma. No se esperaba que ese descontento deje a la alianza como tercera fuerza (aunque su candidato sea el segundo más votado).
Es casi imposible que esta elección se defina en primera vuelta. Así que el principal objetivo de cada candidato es llegar al ballotage. Quien conserva el camino más allanado es sin dudas Javier Milei que se erige victorioso en la contienda. Un dato interesante es que desde el inicio de la carrera electoral a principio de año hasta el día de ayer, la performance electoral de los candidatos locales de la Libertad Avanza rozo lo paupérrimo. Entonces, contra toda encuesta, el elegido, a quien quiere 30% del electorado, es Javier Milei.
Lo que tendrá que garantizar el candidato libertario de cara a octubre es no perder votos, incluso luchar contra sus mismas pulsiones “pianta votos”. Quizá logré ganar algunos puntos más del padrón que no se presentó (y se espera que lo haga en octubre), pero nada indica que sus números varíen mucho más. Su piso ya se conoció y es más que suficiente. Su suerte en el ballotage estará profundamente ligada a quien sea el segundo candidato.
Patricia Bullrich ganó la primera parada. Derrotó a Horacio Rodríguez Larreta por 7 puntos de diferencia y enfrenta el dilema de ser la candidata de la segunda fuerza en cantidad de votos, pero tercera si pensásemos en función de candidatos. Si quiere llegar con chances a octubre tendrá que morder de los votos indecisos y retener los de Horacio Rodríguez Larreta que tímidamente dijo apoyarla pero del que no se esperan mayores gestos. Tendrá que buscar el camino para diferenciarse de Milei (o quizá parecerse aun más) y ver que otro poco puede quitarle al libertario.
Por su parte, Sergio Massa, enfrenta el dilema opuesto que Bullrich: es el segundo candidato más votado, pero el tercero en términos de fuerza. Entonces el esfuerzo para llegar al ballotage deberá ser de todo Unión por la Patria como espacio. El tigrense, observado de reojo por gran parte del fiel electorado kirchnerista, deberá agitar el voto de indecisos y de quienes no se presentaron, centralmente en las barriadas del conurbano bonaerense donde el justicialismo es fuerte. También podría obtener un buen caudal de los votos de Horacio Rodríguez Larreta si es que tiende acaparar también su tradicional “ancha avenida del medio”.
Deberá mantener el para nada desdeñable 6% obtenido por su rival interno, el dirigente social Juan Grabois. Cuenta también con el piso de los formidables resultados que obtuvo Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Es importante ver si la famosa y temida maquinaria justicialista se mueve en las generales por su candidato o duerme en los laureles de los buenos resultados que ha logrado localmente, centralmente en el conurbano. Es decir, si el peronismo termina de ponerse la camiseta de Massa en pos de mostrase competitivo en las generales en pos de evitar un triunfo de la extrema derecha, o da un apoyo tímido y especulativo.
Por su parte el ministro cuenta justamente con un arma poderosa y peligrosa: el control de las estructuras del Estado. Y es ahí donde toma fuerza las palabras que, luego de saberse los resultados, publicó en redes sociales su rival interno, Juan Grabois: “Si UP prioriza las reivindicaciones de los de abajo, compromisos concretos con los que no tienen vivienda o viven en un barrio sin las condiciones adecuadas, de los que cultivan y protegen la tierra, de los laburantes registrados, informales y de la economía popular que no llegan a fin de mes, y sobre todo reduce los privilegios de la política para ampliar los derechos de los niños que son los más perjudicados (…) no tengo duda que se puede derrotar cualquier propuesta deshumanizante”.
Quizá ahí este la clave. Oír el llamado, la señal, antes de que emerja el monstruo.