El factor miedo en la disputa presidencial brasileña

A pocos días de las elecciones más violentas de la historia democrática Brasil, una encuesta del instituto Datafolha mostró que 7 de cada 10 brasileños tienen miedo de ser víctima de agresión por su posición política.

El miedo a expresar el voto en cualquier candidato que no sea el presidente de la república se basa en los recientes hechos de violencia.

Faltan menos de dos semanas para que Brasil elija nuevo presidente. Si bien la campaña está ocurriendo con fuerte presencia de publicidades en televisión, radio e internet, las calles de las ciudades en varios municipios del estado de Río de Janeiro parecieran no acompañar el ritmo de la disputa. Lo que pocos años atrás eran esquinas con la militancia identificada, entrega de propuestas y conversaciones con los vecinos, ahora aparece con menos fuerza y presencia.

El motivo de esta situación lo refleja el estudio denominado Violencia y Democracia: Panorama brasileño pre elecciones 2022, hecho por el instituto Datafolha a pedido del Fórum Brasileño de Seguridad Pública. Según este relevamiento, el 67,5% de la población afirma tener miedo de ser víctima de agresiones por cuestiones políticas. A su vez, el 3,2% de los encuestados declaró haber sido amenazadas por motivos políticos en los últimos 30 días.

Los datos que arroja esta encuesta son una radiografía de la situación que atraviesa Brasil en este contexto electoral. El miedo a expresar el voto en cualquier candidato que no sea el presidente de la república se basa en los recientes hechos de violencia que tuvieron como víctimas a personas que de una forma u otra habían declarado apoyo a Lula. A su vez, las hostilidades de los militantes bolsonaristas contra opositores también contribuyen con esa sensación de miedo a expresar una opinión política.

Además de los asesinatos de Marcelo Arruda y Benedito Cardoso dos Santos, se puede mencionar el ataque a una candidata del Partido de los Trabajadores (PT) y las hostilidades contra periodistas y opositores al presidente. En los últimos días, mientras Bolsonaro estaba de viaje oficial en Londres, donde asistió al funeral de la reina, pudo verse a simpatizantes identificados con banderas y camisetas de Brasil agrediendo verbalmente tanto a trabajadores de medios de comunicación como a personas que protestaban contra la presencia del mandatario. 

La hostilidad contra la disidencia creció en un contexto que se muestra por demás desfavorable para el actual presidente. Las encuestas de intención de voto de hace semanas mostraban un escenario de estabilidad, donde el ex presidente Lula aparecía con el 47% de las intenciones de votos y Bolsonaro con 31%. De mantenerse esta tendencia, Lula sería electo ya en primera vuelta con una legitimidad difícil y hasta casi imposible de contestar. 

Ante la desventaja creciente, la apuesta por instalar el miedo se presenta como otra de las estrategias del bolsonarismo para forzar una segunda vuelta. Ya en las elecciones municipales de 2020 la abstención alcanzó índices récord, explicado por muchos especialistas por la pandemia de covid19. En esta ocasión, el miedo tiene la intención de funcionar no sólo como silenciador de la disidencia sino también como motivo para dejar de votar. De esa manera, el abstencionismo deja al presidente con mejores chances de forzar una segunda vuelta y, con ello, tendría cuatro semanas más para intentar revertir su derrota. 

De mantenerse esta tendencia, Lula sería electo ya en primera vuelta con una legitimidad difícil y hasta casi imposible de contestar.

El golpe siempre latente

Hace algunas semanas, en una entrevista para un podcast evangélico, el presidente Bolsonaro sorprendió al declarar que si perdía las elecciones, pasaría sin más el comando el 1 de enero de 2023. Lo que en un momento parecía una aceptación de la derrota que al momento muestran las encuestas, pronto se reveló como una estrategia para generar empatía entre los indecisos. 

Con los días y la elección cada vez más cerca, Bolsonaro retomó su ya viejo discurso de cuestionamiento al sistema electoral al declarar en una entrevista al canal SBT que si no ganaba con el 60% de los votos en primera vuelta, sería por “algo irregular” en las urnas.

Si bien a esta altura ya está claro que un golpe de Estado no tendría los apoyos fundamentales de la embajada de Estados Unidos y de gran parte del mercado financiero, la estrategia de cuestionar el resultado de las urnas es fundamental para mantener a la militancia movilizada. Para ello, además de las noticias falsas difamando a sus adversarios, el bolsonarismo acudió a la divulgación de encuestas de dudosa legitimidad donde el presidente aparece primero.

Desde que comenzó su circulación, simpatizantes del presidente comenzaron a ampliar los blancos de sus hostilidades, dirigiéndola también a trabajadores del instituto Datafolha, que en las últimas semanas mostraron la misma tendencia de posibilidad de victoria de Lula en primera vuelta. 

Bolsonaro admitió por primera vez que podría perder las elecciones y “dejar la política”.

Si bien la última palabra estará dada por el resultado final que arrojen las urnas, el escenario para el cuestionamiento a cualquier resultado que no sea una victoria de Bolsonaero, ya está preparado. En ese contexto, la violencia presente en la campaña amenaza con multiplicarse, lo cual podría darle un motivo a la cúpula de las Fuerzas Armadas para actuar, algo que al momento no queda del todo claro si está descartado.

Mientras la tensión aumenta y la elección se acerca, el miedo se presenta como un actor clave en la disputa presidencial, lo cual beneficia principalmente al actual presidente y lo deja en posición de contraataque para desconocer lo que anticipa ser su derrota a la reelección.