El fútbol como herramienta política: el caso de Qatar

El pequeño país árabe tejió una estrategia para instalarse como una potencia en la región. Sin embargo, ¿es un camino sustentable y a cualquier precio?

Las denuncias por violaciones de Derechos Humanos no pesaron para que el país organice la máxima competencia deportiva mundial

Como adelantaba a fines del año pasado Eduard Soler, integrante del centro de investigación de relaciones internacionales CIDOB, la Copa del Mundo celebrada este 2022 en Qatar forma parte de los eventos que marcarán la agenda internacional del año. 

Consultada por AGENCIA RED GLOBAL, Courtney Freer, investigadora de la Universidad London School of Economics, destaca que uno de los elementos de consolidación de la imagen de Qatar como líder de la región, “pasa justamente por el hecho de que Qatar será el primer país árabe en acoger un mundial”.

Desde una estrategia de imagen y marketing, la Copa del Mundo se presenta como una oportunidad para posicionar a Qatar como un destino que “hasta entonces nunca se había visto”, asegura Freer. Si bien el fútbol no es un deporte ampliamente extendido en la cultura popular del país, en las últimas década, Qatar se ha inmiscuido en la esfera futbolística de la región y del mundo, tales como patrocinar clubes de alto calibre como FC Barcelona o Boca Juniors, como también presentar la candidatura para acoger -por tercera vez- la Copa Asiática 2027.

El mundial supone “la culminación de una estrategia de poder basada en la diplomacia del fútbol”, asegura Soler. De esta manera, al implementar el fútbol como un mecanismo de poder que influye a través de la proyección de valores, Qatar se posiciona favorablemente tanto dentro como fuera del país. El fútbol representa un pilar dentro de la estrategia política adoptada por Qatar, conocida por los expertos como soft power -poder blando-.

El soft power se refiere a la habilidad de un país en obtener los resultados que desea en la política mundial, sea admirando sus valores, emulando su ejemplo, aspirando a tener su nivel de prosperidad y apertura. Es la influencia a través de ciertos valores compartidos, sin la necesidad de ejercer ningún tipo de coerción ni incentivos del orden económico y militar.

Aplicado al fútbol, destacarse en eventos internacionales refuerza aquellos valores de igualdad y respeto, pilares propios del deporte. Allí es donde la imagen del primer país árabe en acoger el mundial se vincula con la relevancia política nacional e internacional.  Estos valores compartidos basados en la igualdad permite que el país sea aceptado o se vea con mejores ojos por la comunidad internacional que comparte las mismas pautas socioculturales, “lo que eventualmente puede llevar a una mejora en las relaciones con otros países fuera de la región”, analiza Jaume Tarragó Piñol, investigador y periodista especializado en la dimensión política del deporte.

Según Piñol, de este modo, lo que se construye en el fútbol nacional sirve para proyectarse al exterior y, viceversa, lo cosechado en una escala global legitima las figuras internas. Al respecto, Freer sostiene lo siguiente: “Una cosa que he oído recientemente de las autoridades qataríes es que la atención internacional negativa sobre los abusos de los derechos laborales ha conducido a la reforma del sistema de kafala“.

La reforma del sistema conocido como “kafala”, que otorga a ciudadanos y empresas privadas un control casi absoluto sobre el empleo y el estatus migratorio de los trabajadores extranjeros, es la última de una serie de iniciativas llevadas a cabo por Qatar en busca de mejorar su imagen y contraatacar los informes de violación de derechos humanos elaborados por Amnistía Internacional y Human Rights Watch.

Otro de una estrategia basada en el soft power y conducida a través del fútbol deviene del deseo qatarí de distanciarse de sus vecinos más hostiles y, al hacerlo, posicionarse como un régimen estable del Golfo (Brannagan y Rookwood, 2016). Aunque Qatar no ha experimentado el tipo de conflicto abierto que se da en algunas partes de Oriente Medio, tal como en Afganistán, Siria o Yemen, su relativa proximidad a estos países puede llegar a impactar significativa y negativamente en su imagen global. Este proceso se conoce comúnmente como el “efecto de vecindad” (Steiner, 2010), y puede llegar a perjudicar gravemente la inversión extranjera directa y el potencial turístico de un Estado.

La investigación académica realizada por la Universidad de Manchester Metropolitan establece que, para los responsables de la política exterior qatarí, una forma de superar este “efecto vecindad” es la organización de megaeventos deportivos. Estos llegan a un público muy amplio, por lo que pueden utilizarse para educar al público extranjero sobre la diferencia de Qatar con respecto a algunos de sus homólogos regionales más volátiles.

Para Qatar, el mundial es la punta de lanza para instalarse como potencia en la región. Pero, ¿durará?

¿Oportunidad para diversificación económica?

Si bien la estrategia qatarí está enfocada en el soft power, Freer destaca que organizar el mundial puede traer otros beneficios del orden económico. Los esfuerzos en capitalizar el potencial turístico del país expone la intención de diversificar la economía. El Banco Mundial detalla que los preparativos para el mundial de fútbol, previsto para diciembre de 2022, han intensificado la diversificación de la economía del país y han reforzado la actividad no petrolera, aunque prevé que la dependencia de los hidrocarburos de Qatar aumente esta década en un contexto donde la actual emergencia climática estima una desaceleración económica en la región entre un 6 % y un 14 % para 2050.

Las declaraciones oficiales de Hassan Al Thawadi, jefe del comité organizador de la Copa Mundial de Qatar, parecen respaldar las previsiones del Banco Mundial al calificar al evento deportivo como un “torneo transformador”, que aportará unos 20.000 millones de dólares a la economía por su impacto en sectores como el turismo, el deporte y la construcción.

Qatar se ha convertido en el líder de los mercados globales de gas natural. Con la tercera reserva existente más grande del mundo, el país es además uno de los tres mayores exportadores de gas natural licuado a nivel global. Así, la nación árabe se mantiene dentro de las economías más ricas y capitaliza las oportunidades en un contexto de conflicto para asentar su liderazgo, como lo evidencia el último acuerdo celebrado en marzo con Alemania, referente al suministro de gas natural en un esfuerzo por reducir la dependencia con el recurso de Rusia, actualmente en guerra con Ucrania.

Sumado a la oportunidad de posicionarse como un destino turístico, la emergencia climática y los esfuerzos por reducir la dependencia energética de combustibles fósiles, es otra de las causas mencionadas por Duncan Gibb, experto en políticas energéticas consultado por este medio. 

Países como Qatar que concentran su riqueza mayormente en la producción de combustibles fósiles, se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad a dicha volatilidad, amenazando la viabilidad del modelo económico a largo plazo lo que puede devenir en un descontento social e inestabilidad del régimen, sostiene consultado por ARG Medios, el experto en energía renovable.

Desde una perspectiva de sostenibilidad económica, apostar en la Copa Mundial no tiene sentido, de acuerdo a los expertos; “Tienen la fantasía (autoridades qataríes) de que cuando se acabe el gas se convertirán en un destino turístico y la Copa del Mundo forma parte de ello; no creo que nadie lo crea de verdad. Es todo un derroche de dinero“, asegura Simon Kuper, autor del libro Soccernomic.