El cierre de X viene dando que hablar en Brasil y es que, después de varias advertencias, la semana pasada el juez del Supremo Tribunal Federal Alexandre de Moraes resolvió el bloqueo de la red social en Brasil por incumplir varias decisiones judiciales, entre ellas nombrar a un representante legal en el país. La Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Anatel) comunicó a todas las operadoras de internet que debían bloquear el acceso a X
ARG Medios dialogó con Carlos d’Andréa, profesor del Departamento de Comunicación de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) e investigador de plataformas e infraestructuras digitales. Calificó lo que está ocurriendo en el país vecino como “un capítulo de una importante disputa geopolítica jurídica que viene desde hace varios años, un encuentro conflictivo entre un juez del Tribunal Supremo y un multimillonario estadounidense con pretensiones mundiales que refleja una tensión que existe en Brasil desde hace mucho tiempo”.
Sobre la red social X (ex Twitter), el profesor comenta que nunca fue la plataforma más popular en Brasil, pero que ayudó mucho a gestar una cultura de internet que articulaba espacios institucionales, temáticas diversas y búsquedas de temas cotidianos, entre otros. Para d’Andréa siempre fue un lugar “muy vivo”, donde se daban los debates en tiempo real, hasta que Elon Musk la compró.
“El Twitter que conocíamos en Brasil dejó de existir hace un tiempo, la compra de Musk lo cambió mucho, no es la misma arquitectura, no es el mismo lugar.Si bien la decisión de Alexandre de Moraes puede resultar muy dura, la relación entre X y Brasil ya estaba agonizando”, señala el académico.
Elon Musk denuncia a la Justicia brasileña y dice que sus acciones están amparadas en la “libertad de expresión”, aunque es en cierta parte polémico debido a su marcada simpatía política por los líderes de la derecha mundial como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Javier Milei y por sus publicaciones racistas, xenófobas y anti LGBT.
D’Andréa analiza esto y expresa que “si bien hay cosas constitucional y culturalmente toleradas en Estados Unidos que las leyes y costumbres de otros países no aceptan, aunque sabemos que esas culturas también son móviles, entonces es un problema tomar como parámetro a Estados Unidos y su libertad irrestricta porque cuando hay un un proceso más intervencionista es calificado de censura”.
La figura de Alexandre de Moraes
Desde abril, Musk no cumplió con ninguna de las sentencias judiciales impuestas por De Moraes: no bloqueó perfiles que difunden fake news, mensajes golpistas o ataques a las instituciones democráticas. Tampoco pagó las multas impuestas por el Tribunal Supremo de Brasil.
De Moraes se convirtió así en su enemigo público, al que califica como “Voldemort” (el malo de la saga de Harry Potter). De Moraes es profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo (USP), se doctoró en Derecho del Estado y obtuvo la libre docencia en Derecho constitucional. Fue ministro de Justicia de Michel Temer y durante su gobierno fue elegido para el STF por el Senado.
“En los últimos años, el Tribunal Supremo ha tenido que asumir discusiones a las que no estaba acostumbrado. Así que ha sido un poco esta mezcla de ingredientes lo que nos ha llevado a la situación que estamos viviendo ahora. Que además está llenando el espacio que deja el Congreso Nacional”, sostiene d’Andréa.
De Moraes es clave en este contexto, tiene una actitud muy diferente, es mucho más directo, mucho más enfático en sus decisiones, sus palabras y sus acciones. Aunque eso le valió el apodo de “Xandão”, que es un superlativo en portugués para algo “grande”, en este caso para el “superjuez” y sus decisiones.
Y es que en el fondo, lo que ocurre con Elon Musk y la justicia brasileña es el debate de si la derecha puede abusar y traspasar incluso límites éticos. El profesor Carlos d’Andréa sostiene que “estas acciones no se solucionan con una nota de repudio diciendo que te preocupa. Tenes que actuar y si bien hay discusiones importantes sobre los excesos, se entiende que se están defendiendo los intereses nacionales y los intereses de las minorías en una democracia sana”. Y agrega: “Es una pena que este caso sea muy personalizado, pero tenemos que hacerlo, los límites tienen que estar”.