Julio López, la sombra de Etchecolatz y los nuevos desaparecidos en democracia

La desaparición de Jorge Julio López es un símbolo de la impunidad de los resabios de la dictadura y particularmente de la policía bonaerense, hoy de nuevo sospechada de ser la responsable de la muerte de Facundo Astudillo Castro. A 14 años del caso López, un repaso de la causa y el testimonio de su hijo.

Por Julián Pilatti

Catorce años después de la segunda desaparición forzada de Jorge Julio López, casi nada se sabe del paradero del testigo clave que al declarar permitió condenar al genocida Miguel Etchecolatz, un exjefe de la policía bonaerense durante la última dictadura militar, responsable de cientos de secuestros y asesinatos.

En todo este tiempo, lo único que pudo reconstruir la justicia es que aquel 18 de septiembre de 2006, López tenía que volver a dar testimonio en los juicios por la Verdad, pero sorpresivamente se fue solo de su casa, sin esperar a que su sobrino lo pasara a buscar por el domicilio ubicado en el barrio de Los Hornos, La Plata.

Ocho años después, en uno de los juicios que lo volvió a condenar, Etchecolatz se retiró de la sala con un papel en la mano. Un fotógrafo captó el mensaje escrito de puño y letra: “Secuestrar”, decía y más abajo, un nombre: “Jorge Julio López”.

¿Aquello fue solo un mensaje provocador, o Etchecolatz se mostraba como el actor intelectual de la desaparición de López? Más allá de ese debate, hay algo en claro: que en tiempos democráticos un testigo clave haya desaparecido como sucedió con López, así como la incansable seguidilla de casos de gatillo fácil y desapariciones forzadas en manos de la bonaerense que se cuentan, nos da pie a imaginarnos que las estructuras de la “maldita policía” inauguradas durante la dictadura, siguen vivas.

LA SOMBRA DE ETCHECOLATZ

“Esta va a ser una marcha rara. El contexto de pandemia no nos va permitir marchar ni abrazarnos. Estar juntos. Pero el ingenio ya se las arregló para hacer una “marcha virtual”, comienza relatando Rubén López, hijo de Jorge Julio, para ARG Medios.

Rubén cuenta que su padre estaba “obsesionado” con el hecho de ir a declarar a los juicios porque “tenía miedo de no llegar”, a sus 77 años. “Tenía que contar cómo habían matado a sus compañeros de lucha. Contar todo el sufrimiento. Más que una obsesión, ese era su deber cívico”, describe su hijo.

En su primera desaparición durante la dictadura militar, Julio López fue testigo del asesinato de dos de sus compañeros de militancia y a partir de su declaración, ya en democracia, la justicia pudo comprobar que los Centros Clandestinos de Detención y tortura también habían sido de “exterminio”, al descubrirse fosas comunes que contenían entre “ocho mil y diez mil fracciones de huesos” de las víctimas del terrorismo de Estado. Por eso se dice que el testimonio de López, fue “clave” y abrió a una serie de condenas por delitos de lesa humanidad.

Pero la impunidad en el caso López se repite, día a día, con otras desapariciones forzadas a manos de la policía bonaerense. Ya no en un contexto de dictadura, pero sí bajo una orden de mando que aprendió de esos años oscuros. La desaparición seguida de muerte de Facundo Astudillo Castro (22), es solo un caso que lo vuelve a confirmar.

“En el fondo aprendieron de aquellos que fueron genocidas”, sostiene Rubén López. “No sé si se cambia de un momento para otro, pero debería haber consenso con todos los partidos políticos para hacer una policía realmente democrática”, reflexiona.

Claro que no todos los sectores políticos quieren una reforma de las fuerzas de seguridad. En el último y alarmante amotinamiento de la policía bonaerense (que llegó a rodear la casa del gobernador Axel Kicillof y la quinta de Olivos), se pudo identificar que algunos de los líderes de la revuelta mantienen vínculos fluidos con el PRO y fuerzas de ultraderecha.

Aun así, la bonaerense sigue siendo una fuerza “intocable”. En la desaparición de Jorge Julio López, hasta las autoridades políticas de por entonces sospecharon públicamente de la policía, como el expresidente Néstor Kirchner y el gobernador de ese momento, Felipe Solá. Además, no es menor que la bonaerense haya estado a cargo de su búsqueda durante dos años, hasta que la carátula pasó a “desaparición forzada”.

En esa línea, para Rubén López el problema de la policía está “en unos pocos”, pero con “mucho poder”. “Son pocos, pero con poder de subordinación”, aclara, al tiempo que también hace un apartado respecto al rol que ocupó el gobierno kirchnerista, durante la segunda desaparición de su padre.

“A los pocos meses, el propio Néstor (Kirchner) lo definía como un desaparecido”, dice, aunque está convencido de que, en estos casos, “el Estado siempre es responsable, por acción o por omisión”. De hecho, a partir de la desaparición de Jorge Julio López se inventó el programa de protección al testigo en el marco de las declaraciones por delitos de lesa humanidad.

A López lo desprotegió la Justicia y desaparecieron fuerzas oscuras en democracia. Una democracia que todavía hoy, sigue teniendo deudas pendientes, agravadas cada día más con otros casos similares.