La reedición de la crisis haitiana y la criminalización de la organización social

Una nueva crisis política estalló en Haití y se sumó a las crisis que el país caribeño padece a nivel económico y social. Mientras la elite haitiana busca socios internacionales para intentar una normalización, los organismos internacionales avanzan en la estigmatización de la resistencia al tiempo que articulan una nueva intervención extranjera.

Haití parece vivir nuevamente la repetición de su propia historia. La crisis política, social y económica que atraviesa al país caribeño y que explotó en las últimas semanas se presenta como un síntoma más que como una conclusión de la realidad que se vive en la isla desde hace ya varias décadas. 

La última crisis estalló con el anuncio del entonces primer ministro Ariel Henry en la cumbre del Caricom sobre la realización de elecciones en su país en agosto de 2024. El plazo de su mandato llegaba hasta el 7 de febrero de este año, momento en que se estipulaba la convocatoria a elecciones presidenciales. Henry asumió el liderazgo del país tras el asesinato de Jovenel Moise en julio de 2021, tras lo cual se convocó a un consejo de transición que nombró a Henry hasta el 7 de febrero de este año, momento en el que se acordó la celebración de elecciones.

Tras el anuncio del primer ministro respecto de la realización de los comicios sólo en agosto, diferentes pandillas que controlan parte importante del territorio nacional comenzaron a exigir la renuncia de Henry e impulsron una serie de disturbios que concluyeron con el ataque a la prisión más grande del país en Puerto Príncipe, que resultó en varios policías y personal penitenciario heridos y permitieron que unos 3.500 reclusos escaparan. El líder de una pandilla, Jimmy “Barbecue” Cherizier, se atribuyó el mérito del ataque y dijo que la fuga era un intento de derrocar al Gobierno de Henry.

Con el aumento de la violencia y la enorme presión internacional, Henry anunció su dimisión luego de una reunión de líderes regionales del Caribe el lunes. El ahora ex primer ministro se encuentra en Puerto Rico desde la semana pasada, sin poder regresar a Haití después de una visita a Kenya, a donde viajó para solicitar apoyo militar del país para combatir a las pandillas. 

Como respuesta a la nueva crisis, la Comunidad y Mercado Común del Caribe (CARICOM) acordó establecer un consejo de transición para organizar las próximas elecciones, lo cual recibió el apoyo de Francia y Estados Unidos. Pese a este anuncio, el exoficial de policía haitiano y líder de pandillas Jimmy “Barbeque” Cherizier dijo el lunes que la “Viv Ansanm”, una coalición de pandillas que actúan en el país, no reconocería ningún gobierno establecido por el consejo de transición.

Las pandillas como actor clave en la narrativa sobre Haití

Uno de los factores que se debe tener en cuenta a la hora de analizar la situación que vive Haití es la actuación de las pandillas. Según datos que aporta la ONU, las pandillas controlan el 80% del territorio de Puerto Príncipe, capital del país. Y si bien es cierto que existen bandas criminales que actúan en el país debido a la ausencia del Estado en todas las áreas, también existen movimientos populares que a lo largo de los años vienen resistiendo la situación a través de la organización.

Uno de los grupos sobre los cuales se hace hincapié en los medios occidentales y sobre los cuales pesan una serie de acusaciones graves, es el Viv Ansanm, liderado por Jimmy “Barbecue” Cherizier. 

Sobre Barbecue pesan denuncias sobre la organización de linchamientos y disturbios, muchos de ellos sin que se aporten pruebas al respecto de su participación. La última de las acusaciones contra Barbecue en el actual contexto de crisis es la de canibalismo, sobre lo cual no existen pruebas concretas pero que se insiste fuertemente desde las redes sociales con el fin de generar un sentido de urgencia y presionar por una intervención extranjera para desarticular a la resistencia. 

Según explica el analista internacional Denis Warrior, Barbecue fue jefe de pelotón de la policía antidisturbios hasta la masacre de College Marine, donde su grupo policial se enfrentó a una pandilla y varios efectivos resultaron asesinados. Tras el enfrentamiento y habiendo advertido la articulación que existe hasta hoy entre el accionar de algunas pandillas y los intereses extranjeros para hacer del caos la norma en Haití, Cherizier se negó a participar de un nuevo enfrentamiento y fue declarado en rebeldía por la fuerza en la que prestaba servicio. 

Luego de que lo expulsaran de las fuerzas de seguridad, Cherizier comenzó a erguirse como líder social de su gueto y logró organizar una red de protección de los comercios barriales, de seguridad intrabarrial y expulsión de la delincuencia de la región. Como líder comunitario del barrio Delmas comienza a articular con otros guetos. En su recorrido como líder comunitario, Cherizier comenzó a denunciar lo que denomina un “sistema de exclusión, racista, clasista y de apartheid” donde el 5% de la burguesía haitiana viven como reyes a partir de arrinconar en la pobreza a todo el resto.

En la medida en que empieza a crecer la figura de Cherizier, desde las usinas norteamericanas y socialdemócratas globales comienza la operación de criminalización en su contra, a quien apuntan como responsable de diferentes enfrentamientos. Los informes respecto de la situación en Haití que culpabilizaban a Cherizier de la situación de violencia fueron rapidamente legitimados por la ONU y el entramado de comunicación global. 

Organizaciones como USAID y el Washington Post fueron actores importantes en la estigmatización de la articulación popular haitiana, fundamentalmente de Barbecue, logrando con sus informes que las propias Naciones Unidas y el Departamento del Tesoro norteamericano planteen impugnaciones y sanciones a Jimmy Cherizier. Pese a su popularidad y al respeto obtenido por Cherizier por su papel como líder comunitario, estas sanciones le impiden formar parte del consejo presidencial según el acuerdo alcanzado en la última reunión del CARICOM. Ante la falta de representatividad, Cherizier ya adelantó que Viv Ansanm no reconocerá al consejo designado por CARICOM. Según el analista Denis Warrior, la situación actual “preanuncia imposibilidades de construir gobernabilidad excluyendo al principal actor político del país”.

Mientras la elite haitiana en articulación con los organismos estadounidenses de control en América Latina y el Caribe continúan elaborando un plan de acción para lograr una normalización asistida en Haití, los números son contundentes respecto de la realidad que vive el pueblo haitiano. 

Cuatro millones de personas padecen inseguridad alimentaria, según informó el director del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para Haití, Jean-Martin Bauer, en una conferencia de prensa de las Naciones Unidas. A su vez, un millón de personas se encuentran al borde de la hambruna. 

Sólo en 2023 unas 200 mil personas abandonaron la isla por causa de la violencia en el territorio. Ante la crisis actual, el Pentágono ya emitió una alerta respecto de lo que se prevé como un aumento del flujo de desplazados desde Haití. “Por el momento todavía no hemos visto grandes cantidades de lo que caracterizaríamos como una migración marítima masiva” dijo ante el Congreso norteamericano la subsecretaria de Defensa para la Defensa Nacional y Asuntos Hemisférico. 

Ante la urgencia del Caricom para instalar un nuevo gobierno y las declaraciones del líder comunitario Barbecue sobre el no reconocimiento del consejo de transición para la organización de las elecciones, el panorama para Haití se presenta sombrío. La gobernabilidad aparece como una posibilidad lejana ante la exclusión en el debate de uno de los actores políticos principales al tiempo que crece con fuerza la idea de una nueva intervención extranjera para prolongar el estado de degradación de la situación de Haití.