Mientras Estados Unidos avanza en la inmunización contra el COVID19, las minorías más afectadas por la pandemia reciben menos vacunas que la población blanca del país.
Por Ana Dagorret
La vacunación contra el COVID19 en Estados Unidos genera alerta por la disparidad en el acceso. Con un avance de cerca de 2 millones de dosis aplicadas por día (que ya logró inmunizar por completo a 32 millones de personas), se hace cada vez más evidente la dificultad en el acceso de personas negras, hispanas e indígenas.
Según reveló el diario El País a mediados de febrero, del porcentaje de personas que recibieron al menos una dosis de la vacuna, cerca del 60% son personas blancas, 11% son hispánicas y 5,4% son negras. La subrepresentación de las minorías racializadas muestra una continuidad en la afectación de sus derechos. Estos grupos son los más impactados por la pandemia: mueren tres veces más por COVID19 que personas blancas y representan el 41% de los trabajadores de salud en el país.
Si bien la administración de Joe Biden se erigió con un discurso contra el racismo e impulsó una campaña en barrios de alto riesgo, a más de dos meses de iniciada la inmunización, la disparidad en el acceso a la vacuna reproduce la desigualdad histórica del país.
De acuerdo a las informaciones publicadas por El País, los estados de Pensilvania, Mississippi, Texas y Nueva York son los que presentan mayores índices de desigualdad en cuanto a cantidad de inmunizados. Sin embargo, el acceso no es el único problema. El medio también cita un estudio publicado por Kaiser Family Foundation, donde señalan la falta de información y la desconfianza en el sistema de salud como variables explicativas de los menores índices de inmunización en estas poblaciones.
La desconfianza
“Hay varias razones por las cuales existe desigualdad en la vacunación en Estados Unidos. Primero por la realidad histórica del racismo estructural, que desde la fundación de este país ha servido para negarle derechos a las poblaciones negras, latinas, indígenas e inmigrantes en general” explica Claudia De La Cruz, presidenta de The Peoples Forum de New York.
En segundo lugar, Claudia explica que “otro de los principales problemas es el hecho de que la base económica del capitalismo permite que se negocie con las necesidades básicas del pueblo. También existe la privatización de recursos que son para garantizar derechos humanos y en ese contexto los más vulnerables somos los pobres y los trabajadores que no podemos pagar por servicios médicos, medicamentos y vivienda”.
Más allá de estas limitaciones estructurales, la desconfianza de grupos excluidos también es un factor fundamental. Según cuenta De La Cruz “existe mucha desconfianza con hacia la vacuna y esto se debe también a procesos históricos donde las comunidades han sido utilizadas como ratas de laboratorio por instituciones médicas”.
El experimento de Tuskegee, en el estado de Alabama, cuya población era en gran medida rural y analfabeta, es un ejemplo de esa conducta científica. El ensayo se desarrolló entre los años 1932 y 1972, cuando cientos de hombres negros fueron infectados con sífilis para que la ciencia pudiera determinar como se comportaba la enfermedad en el cuerpo humano.
Lo que se informaba a esa población era que todos sus miembros eran portadores de “sangre mala” y que con un tratamiento gratuito serían capaces de superar la deficiencia. Como recompensa por su participación, los voluntarios recibían comida, traslado hasta los laboratorios y un pago para servicios funerarios.
Si bien para 1950 ya había sido desarrollado un medicamento para tratar la enfermedad, quienes formaron parte del experimento no fueron informados ni del síntoma que portaban ni del tratamiento. El Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, al frente del ensayo, fue responsable por la omisión de las informaciones que causaron la muerte de 125 personas y la infección de los familiares de las víctimas.
La desinformación como estrategia
“A las mujeres negras, indígenas y latinas también se las ha degradado en las instituciones de salud y hasta hay estudios que confirman que a mujeres negras y latinas se les ha causado infertilidad. A su vez, estos atropellos sirvieron como experimento para probar otros medicamentos que causaron efectos colaterales” afirma De La Cruz. “La desconfianza es en sí por la relación histórica entre la salud como negocio y estructuras machistas, racistas y xenófobas”.
La desinformación también juega un rol fundamental en los bajos índices de inmunización entre comunidades racializadas en Estados Unidos: “No creo que sea desinformación sin ninguna intención sino más bien para poder bloquear acceso” explica.
Si bien por el momento las vacunas se encuentran disponibles para grupos prioritarios, la cimentación de desconfianza puede ser determinante al momento de ampliar el acceso, exponiendo a minorías históricamente discriminadas y habilitando el avance de la política segregacionista que caracteriza al país y a su historia reciente.