Lucía Pérez, una adolescente de 16 años salió de su casa un 8 de octubre del 2016 y volvió en brazos de sus asesinos, muerta. En su crimen están los imputados Matías Gabriel Farías y Juan Pablo Offidani, quienes actualmente están libres por el homicidio.
Marta Montero, su madre, Guillermo Pérez, su padre, y su familia atraviesan por un nuevo juicio por el asesinato de su hija. El primero comenzó en 2018 y a la Justicia le quedó muy grande: no se indagó ni se respondieron varios interrogantes, ni tampoco se llegó a la pregunta que reúne hoy cientos de personas en la puerta de los Tribunales marplatenses ¿Quiénes mataron a Lucía Pérez?
En el juicio llevado hace 4 años, se los imputó a los acusados a 8 años de prisión “por tenencia de drogas con intención de venta a menores”. Ambos se encuentran en la Unidad Penal N°44 de Batán y a la Unidad Penal N°42 de Florencio Varela. Pero el femicidio de Lucía Pérez quedó sin resolución. “Los asesinos están libres por haber matado a mi hija”, declara Marta Montero en una de las tantas entrevistas que da cada semana.
Sin embargo, la Cámara de Casación Penal de la Provincia de Buenos, ratificada por la Corte Suprema bonaerense, anuló el fallo del Tribunal marplatense por “subjetivo y tendencioso, prejuicioso, parcial y discriminatorio”, fundado “en intolerables prejuicios y suposiciones basados en estereotipos de género”, así lo planteó el juez Carlos Natiello.
Por esa misma razón se desarrolla un segundo juicio que despeje los interrogantes que quedaron sin responderse. Y además un juicio político a los anteriores jueces Gustavo Raúl Fissore (presidente del tribunal), Roberto Falcone, y Alexis Simaz que iniciará en marzo de este año.
De un juicio “sin culpables” a un segundo con irregularidades
La resolución del primer juicio fue condenar a los responsables del crimen solo a 8 años de prisión por tenencia y venta de drogas. Sin embargo, Farías y Offidani quedaron exentos por “abuso sexual agravado seguido de muerte en concurso ideal con femicidio”, tal como se caratula la causa.
El segundo Juicio comenzó a principios de este mes y se estima que va a durar hasta los primeros días de marzo. Son 49 los testigos previstos, los mismos que participaron en 2018. Lo novedoso fue que los acusados Matías Farías (28 años) y Juan Pablo Offidani (47 años) no estuvieron presentes en la Sala. Se les permitió a los acusados no participar ni siquiera a distancia desde la cárcel. «Pueden seguir su día normalmente» dijo el Tribunal a los acusados
“No olvidemos que en esta instancia no se está juzgando a la víctima (como pareciera estar ocurriendo) sino a los eventuales victimarios”, demandó la Corte Suprema bonaerense dados los episodios durante el primer juicio. Volvió a ocurrir. La familia sostiene que es un juicio revictimizante, que se vuelve a pasar por lo mismo, y donde el Tribunal habilita preguntas sumamente ofensivas por parte de la defensa.
¿Se llevaba materias?, ¿faltaba a la escuela? ¿Tenía trastorno alimenticio?, ¿comía bien?, ¿respetaba las cuatro comidas?, ¿tenía buena salud? ¿Nunca ingresó a su habitación y encontró algo de estupefacientes?, ¿restos de marihuana?, ¿olor? Eran algunas de las preguntas que hizo la abogada oficial defensora de Matías Farias, María Laura Solari a los familiares de Lucía. Hasta incluso el abogado particular de Juan Pablo Offidani, César Sivo le preguntó al hermano de Lucía si él mismo le había vendido alguna vez drogas a su hermana.
Otra irregularidad durante el proceso del Juicio: el Tribunal negó el pedido de la familia de Lucía Pérez, de que el juicio sea transmitido de forma completa y directa para que el proceso se desarrolle de forma transparente y evitar irregularidades como el anterior. Por lo contrario, se autorizó a trasmitirse por el canal de Youtube de la Corte Suprema bonaerense, todo menos las declaraciones de testigos, bajo el argumento de que se podría alterar el curso del juicio.
Mismos testigos, nuevas pruebas
Ya pasó la quinta jornada del juicio y se desplegaron nuevas pruebas que indicarían la culpabilidad de los dos acusados, pero también la complicidad política, institucional y policial del crimen.
Como por ejemplo, el día que llegó el cuerpo de Lucía a la Salita de Salud del barrio La Serena hubo un reemplazo inesperado. Una enfermera aportó que el médico que cubría habitualmente las guardias de los sábados no fue y se lo reemplazó por el Subsecretario de Salud municipal, Pablo de la Colina, quien firmó en blanco el acta de defunción de Lucía.
O la extraña actitud del Tribunal de nunca haber reclamado documentación importante que tenía la enfermera en su poder, y que, por lo tanto, nunca estuvo incluido en la causa hasta ahora-como la fotocopia de la carta con la cual solicitó a la Secretaría de Salud municipal la anulación del acta de defunción que el médico Pablo de la Colina firmó en blanco-.
Pero hubo un dato que hizo temblar la sala, y lo aportó una vecina de la casa que alquilaba Farías en el barrio Alfa de Mar del Plata. Celeste Soledad Tiseira, vecina del barrio declaró que un sábado como cualquiera estaba en el patio de su casa junto a sus perros y sus dos hijos. Las actitudes extrañas de tres hombres en una camioneta la llevaron a observar: un hombre se bajó de la camioneta, entró a la casa y salió cargando un cuerpo delgado sobre su espalda, con la cabeza colgada y las rastas que apuntaban hacia el piso. Vio que sentaron al cuerpo en la parte trasera de la camioneta e identificó el rostro de una mujer joven.
Cuando Soledad mencionó que el primer día que prestó declaración pidió protección porque tenía miedo, la respuesta fue: “Tiene razón en tener miedo”. Desde entonces se mudó, tiene ataques de pánico y duerme poco. La misma declaró que sabía que a su hija le habían ofrecido drogas y que era “de saber” que había venta de estupefacientes en algunas casas del barrio pero que también observaba “entrar policías”.
Los testigos son los mismos. Sin embargo, la causa ya parece ser distinta que hace cuatro años. No solo por nuevas pruebas que se aportaron y que indicarían la culpabilidad de los acusados, sino por hacer, esta vez, un debido análisis de las mismas. La descarada absolución que pidió el Tribunal anterior solo deja lugar al descreimiento, pero que con la mirada de un país y la incansable lucha social, pareciera hacernos creer que esta vez hay esperanza.
*Nota elaborada con crónicas de La Vaca, medio acreditado en las audiencias del segundo juicio.