Brasil fue el último país en abolir la esclavitud en el año 1888 con lo que se conoció como Ley Aurea firmada por la princesa Isabel. Pero para una parte importante de la burguesía y la élite del país, la tradición continúa vigente.
Por Ana Dagorret
La historia de Madalena Gordiano, una mujer de 46 años de Patos de Minas, interior de Minas Gerais, podría ser la de cualquiera de las más de 55 mil personas rescatadas del trabajo esclavo desde 1995 en Brasil.
Tras 38 años de vivir en una casa de la familia para la cual trabajaba en condiciones de esclavitud, sin salario, sin vacaciones y sin ningún derecho laboral, en noviembre de 2020 Madalena fue rescatada por la justicia luego de una denuncia de los vecinos.
La historia salió a la luz a partir de una investigación del Ministerio Público. Desde siempre Madalena se comportaba de manera extraña cada vez que su jefe aparecía, lo que llamaba la atención de los vecinos regularmente.
Sin embargo, fue a partir de que empezaron a recibir notas con pedidos de pequeñas cantidades de dinero de parte de Madalena para comprar elementos básicos de higiene, que comenzaron a sospechar del vínculo laboral entre patrón y empleada.
Según declaró la propia Madalena a la justicia, vivía con la familia Milagres Rigueira desde los ocho años, cuando golpeó la puerta de la casa para pedir comida, la dueña de casa la hizo pasar y se ofreció para adoptarla. Su madre, que ya cuidaba de ocho hijos y no tenía condición de alimentarlos, aceptó.
Sin embargo, la adopción nunca se formalizó y ni bien se mudó a la casa nueva, Madalena fue retirada de la escuela primaria y comenzó a trabajar como doméstica para la familia en jornadas de más de 12 horas, sin salario, días de descanso ni vacaciones.
Luego de 24 años de servicio para la familia, Madalena fue a vivir a la casa del hijo de su patrona, Dalton Cesar Milagres Rigueira, profesor universitario, donde residía al momento de la operación policial que la rescató. Algunos años después de mudarse, Madalena contrajo matrimonio con un tío de la familia, un hombre de unos 78 años con formación militar y con el cual nunca llegó a convivir.
Tras la muerte de su esposo, Madalena comenzó a recibir dos pensiones que sumaban un salario mensual de 8 mil reales. Sin embargo, nunca llegó a disponer de ese dinero ya que quien manejaba su cuenta bancaria era su patrón.
Luego de la operación, la justicia pudo confirmar que la víctima residía en un cuarto minúsculo sin ventanas, que su salario variaba entre $200 y $300 reales por mes y que vivía en condiciones de esclavitud.
El caso de Madalena Gordiano ganó visibilidad luego de un reportaje televisivo y logró tal repercusión que obligó a retomar el debate sobre desigualdad y racismo estructural en el país. A su vez, comenzaron a surgir denuncias y más pistas sobre otros casos de esclavitud doméstica en el estado de Minas Gerais que ya se encuentran sobre investigación judicial.
Si bien los responsables ya responden penalmente, la impunidad y el racismo estructural que existe entre la burguesía acomodada del país los lleva a justificar sus crímenes. Incluso en el propio fundamento jurídico de la defensa de sus abogados, frases como “era parte de nuestra familia” aparecen de forma reiterada en las declaraciones, donde en ningún momento se asume la responsabilidad por los crímenes cometidos contra su empleada.
Con 46 años y tras toda una vida de sometimiento y servidumbre, a Madalena hoy le toca aprender cosas básicas como pagar cuentas y retirar dinero de cajeros automáticos. A su vez, retomó el contacto con su familia, a quienes no encuentra desde que era una niña y manifestó su intención de volver a estudiar para finalizar la escuela primaria.
Racismo estructural
En Brasil, desde 1995, cerca de 55 mil personas fueron rescatadas del trabajo esclavo, la mayoría de ellas en áreas rurales. Sólo en 2019, 14 personas lograron salir de las mismas condiciones pero en trabajo doméstico, que es más difícil de detectar por la inviolabilidad del domicilio.
Más de 130 años después de la abolición de la esclavitud y aún con los avances que significaron la implementación de cuotas raciales y la inclusión de las empleadas domésticas en la legislación laboral, la tradición esclavista brasileña continúa vigente. Sin embargo, la negación de la actual gestión así como el historial de frases racistas de parte del presidente significan un retroceso a tiempos oscuros.
El caso de Madalena es el de miles de personas que al día de hoy permanecen anónimos, pero que sin duda la lucha antirracista seguirá exponiendo ante los ojos de una sociedad que necesita ver y condenar cada vez su racismo estructural.