¿Hasta dónde llegó la onda expansiva de la Revolución rusa? ¿Qué resonó en lo más profundo de los países cuando obreros, campesinas, militares y artistas se encolumnaron detrás del liderazgo de Lenin y Trotski y tomaron el poder por asalto? ¿Qué impacto tuvo -y se puede decir que todavía tiene- con el correr de las décadas en el Tercer Mundo una revolución que convirtió al socialismo en una opción real y concreta para intentar barrer las estructuras de un capitalismo que se vendía cómo la única opción de vida?
Esas preguntas, y muchas más, las responde el historiador indio Vijay Prashad en su libro “Una estrella sobre el tercer mundo”, publicado por la editorial Batalla de Ideas. De América Latina a Asia, de África a una Europa convulsionada, Prashad deja en claro que la Revolución rusa “desgarró la trama del tiempo. Lo que nunca debió ocurrir, ocurrió: un Estado de trabajadores, un país cuya dinámica era controlada por la clase trabajadora y el campesinado”.
El libro se conforma por decenas de “postales” comunistas de países como la India, Sudáfrica, México, China, Egipto, la entonces Indochina, Cuba y Perú, entre muchos otros. También aparecen hombres y mujeres que tomaron a la Revolución rusa como punto de partida y enseñanza para liberar a los pueblos: desde el peruano José Carlos Mariátegui, pasando por la comunista turca Naciye Hanim, hasta Aimé Césaire en Martinica. La virtud de la obra de Prashad es sintetizar cientos y hasta miles de luchas, propuestas y rebeliones nacidas e impulsadas por las fuerzas de izquierda que en el siglo XX se convirtieron en el terror del capitalismo.
Este recorrido propuesto por el autor no está ajeno a dos análisis fundamentales: la proyección de la Tercera Internacional impulsada desde la URSS y las propias tensiones, discusiones y errores en el devenir soviético. En ambos temas, Prashad ilumina historias prácticamente desconocidas, pero también afila su crítica ante el burocratismo y las desviaciones que llevaron al colapso del campo socialista. En algunos casos, sobre todo en los países más alejados del “centro soviético”, la praxis socialista buscó escapar de los cerrojos y “manuales” forjados en Moscú, y se transformó en creación pura de un mundo nuevo.
El autor reflexiona que en el Tercer Mundo, “donde el comunismo era un movimiento dinámico, no era tratado como una religión incapaz de cometer errores. ‘El socialismo es joven’, escribió el Che Guevara en 1965, ‘y tiene sus fallas’”. A esto, Prashad agrega:
“El socialismo requiere de incesantes críticas para fortalecerlo. Dicha actitud estaba ausente en la Guerra Fría de Europa y América del Norte, donde los guerreros capitalistas tomaron toda autocrítica de los comunistas como una muestra de debilidad y donde los camaradas retrocedieron trágicamente hacia una actitud defensiva y la construcción de ilusiones”.
En el capítulo final del libro, “Memorias del comunismo”, Prashad no sólo recuerda sus primeras lecturas, donde intercalaba a Karl Marx, John Reed y Trotski, sino que lanza reflexiones abiertas y agudas para pensar las luchas por el socialismo en nuestros días. Sin vacilar, escribe: “La URSS duró solo setenta años. Este es un período muy pequeño en la historia mundial. Sus logros fueron ridiculizados, su desaparición es el argumento más grande contra sus logros. Pero simplemente porque desapareció, no significa que carezca de méritos. Nos provee con la seguridad de que un Estado de trabajadores y campesinos puede existir, que puede crear políticas para beneficiar a las amplias masas del pueblo y no simplemente a los ricos, que puede educar y curar más que simplemente hambrear y matar. Esto es algo a lo que aferrarse”.
Desde las primeras páginas hasta las últimas, Prashad remarca, una y otra vez, que el proyecto del socialismo sigue más vigente que nunca. “Hoy, en muchas partes del mundo, la bandera roja permanece alta en nuestros movimientos -reflexiona-. ¿Quién lleva la bandera roja? Mujeres y hombres valientes que creen en una causa que es más grande que sus propios intereses, que creen que más allá de cuáles sean los errores cometidos en el curso del siglo pasado, el sueño del socialismo permanece vivo y goza de buena salud. Estos hombres y mujeres valientes miran hacia el cielo y ven una estrella roja sobre su mundo”.