En el marco de una serie de sanciones económicas a Rusia por su invasión a Ucrania, Argentina venía desarrollando la vieja y ya clásica postura diplomática frente a conflictos internacionales: su abstención o neutralidad.
Sin embargo, rápidamente la presión de las principales potencias de occidente -principalmente la de los Estados Unidos- hicieron que el gobierno de Alberto Fernández flexibilice un poco esa máxima. De a poco, se conocieron algunos planteos críticos al gobierno de Vladimir Putin y ese perfil terminó de blanquearse con un voto clave en la ONU.
Luego de algunos comunicados de Cancillería, en donde el país se mostraba abiertamente en contra a la guerra y manifestaba su “firme rechazo al uso de las fuerzas” por parte de Rusia, finalmente el gobierno argentino terminó alineado a los países más hostiles al Kremlin.
Sucedió en la última votación del Consejo de Seguridad de la ONU, en donde Rusia fue suspendida luego de declararla culpable por la masacre de Bucha, un hecho que conmocionó al mundo pero del cual poco y casi nada se sabe. Así, Argentina votó a favor de la suspensión de Rusia, de la mano de los países que integran la OTAN.
Ahora, el gobierno nacional intentó balancear su posicionamiento internacional y bajó sus decibeles durante un encuentro del G-20 en Washington. Allí, el ministro de Economía, Martín Guzmán, fue uno de los pocos que se quedó en el recinto cuando su par ruso, Anton Siluanov, tomó la palabra.
Pero el gesto de Guzmán (en nombre de la Argentina) se destaca todavía más si se tiene en cuenta que los representantes de países como Estados Unidos, Inglaterra, Canadá y otras naciones del mundo se levantaron y se retiraron del salón cuando hablaba el ministro ruso.
Lo curioso es que otros países claramente posicionados en contra del gobierno ruso, como Brasil, también permanecieron en el recinto cuando hablaba Siluanov. Es que, en defensa propia, los países que decidieron no retirarse, consideran que las cuestiones económicas no tienen nada que ver con el accionar bélico de los países.
Una jugada en el momento equivocado
Desde el ministerio de Economía de la Nación, aseguraron que esa postura había sido programada y no fue una mera improvisación, por lo que se asume que el gobierno de Alberto Fernández revisó su actual posicionamiento respecto a Rusia.
En línea con lo hasta ahora efectuado, se espera que el Estado argentino siga repudiando la guerra y se mantenga en línea con las posturas de Occidente y de la OTAN, pero sin caer en el apoyo explícito a las sanciones económicas. Algo que tiene un efecto realmente negativo para países como Argentina.
El difícil equilibrio que intenta realizar el Ejecutivo tiene que ver con una anterior relación que se intentó profundizar con el gobierno ruso, antes de la guerra. Por azar del destino, Alberto Fernández viajó al país que comanda Putin a pocas semanas de que se iniciara la invasión a Ucrania.
Allí, Alberto Fernández aseguró públicamente que quería que Argentina “sea la puerta de entrada” de Rusia hacia América Latina. Es decir, una verdadera muestra de confianza del mandatario, lo que además destiló una estrategia de giro del timón por fuera de la órbita norteamericana. La jugada claramente salió mal: la súbita decisión que tomó Putin al ordenar el inicio de las “operaciones especiales” en Ucrania, desactivó por completa esa posibilidad entre la vieja URSS y el continente. Especialmente por las duras consecuencias que eso podría traerle a los países de la región, monitoreados por occidente.
Pese a eso, el gesto de Martín Guzmán muestra que Argentina no quiere profundizar las condenas económicas hacia Rusia, a sabiendas que problemas tan graves como la inflación, serán agravadas en el país por efecto rebote que representa el aumento del precio de los combustibles y alimentos, a partir del conflicto bélico en Ucrania.