Una mala semana que marcó los límites del gobierno

El gobierno nacional afrontó la peor semana de su gestión con reveses políticos, económicos y sociales que evidenciaron su crisis interna y el desgaste de su imagen ¿Ya no se aguanta el ajuste?

Hay quienes dicen que la política es razón y fuerza, es decir, que el triunfo en la arena de la agenda pública depende de la capacidad de instalar una idea y contar con la estructura para defenderla. Siguiendo este precepto, podría decirse entonces que esta fue la peor semana para el gobierno de La Libertad Avanza ya que fue derrotado en cada una de las batallas que presentó, evidenciando así las falencias de varios de sus preceptos económicos y políticos, y la escaza capacidad de fuerza y estructura para respaldar al gobierno más allá de la gran imagen positiva con la que aun cuenta.

Hablemos primero del panorama social que ya puede describirse como catastrófico. Ni bien comenzó la semana el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA) dio a conocer una serie de índices más que preocupantes. La pobreza aumentó a un alarmante 55,5% de la población en el primer trimestre de 2024 y la indigencia marcó un 17,5%. Esto implica que alrededor de 25 millones de argentinos son pobres y cerca de 8 millones están en estado de extrema pobreza, por debajo de la Canasta Básica Alimentaria (CBA).

La inseguridad alimentaria total para áreas urbanas relevadas por la encuesta del ODSA-UCA, alcanza al 24,7% de las personas, al 20,8% de los hogares y al 32,2% de los niños, niñas y adolescentes. Con inseguridad alimentaria severa (cuando ya se redujo la cantidad de alimentos que se consume por día) se encuentra el 10,9% de las personas, el 8,8% de los hogares y el 13,9% de los niños, niñas y adolescentes.

Menos el gobierno, todos los actores de la política y la vida social entienden que en Argentina hay hambre y que atender esta situación es urgente. Desde las organizaciones sociales hasta la iglesia, pasando por ONG´s como Techo, todos entienden que la situación no cesa de agravarse. “Hoy uno de cada dos chicos que nace, es pobre. Ese chico necesita una vivienda digna, comida adecuada, una escuela, un centro de la salud. Eso no está llegando” declaró Juan Maquieyra, director ejecutivo de Techo.

El gobierno parece no mostrar el mínimo ápice de empatía por la situación. En una reciente entrevista para el medio “The Free Press”, el presidente Javier Milei expresó que no podía “lidiar con las emociones” refiriéndose a la pobreza, la cual solo entiende a partir de los “números”. Procedió entonces a comparar una persona que no puede cubrir sus necesidades básicas durante el mes, con una persona que sólo tiene un auto de lujo “Lamborghini” y siente angustia por no poder tener 15 autos iguales. Es decir, la pobreza para el presidente no es más que una sensación relativa, al margen de que literalmente alguien pueda morir como consecuencia de los problemas nutricionales y sanitarios que implica, por ejemplo, la indigencia.

Y fue justamente esta falta de empatía la que puso al gobierno contra las cuerdas luego de recibir dos cachetazos políticos. El primero fue un revés político legislativo, luego de que la UCR, el kirchnerismo y otros bloques opositores dieron media sanción a un cambio en los aumentos de las jubilaciones mostrando una inédita capacidad de consenso, sin duda mala señal para un gobierno que logró avanzar más por falencia de los ajenos que por virtud de los propios. La iniciativa se aprobó con 160 votos positivos contra 72 negativos (del oficialismo y el PRO).

La respuesta del presidente ante la media sanción fue declarar, “les voy a vetar todo, me importa tres carajos”, frase lanzó iracundo el miércoles por la mañana en el Latam Economic Forum. Por la noche, elucubró una teoría conspirativa que asume que todo se trató de una “trampa legislativa” pergeñada por Máximo Kirchner para atacar el rumbo de la gestión. Es la mirada del gobierno, los números (el equilibrio fiscal) antes que las emociones (generar empatía con jubilados que eligen entre comer o comprar los medicamentos), como bien declaró en la entrevista mencionada.

Con este cachetazo legislativo a cuestas, el gobierno ahora tiene que afrontar la sesión en Senadores de la Ley Bases propuesta para el miércoles 12 de junio y para la que se prevee una masiva movilización al Congreso. El ambiente caldeado sube el costo de las negociaciones para quienes tiene que levantar la mano, gran obstáculo para un oficialismo que ha demostrado muy poca capacidad de acuerdos legislativos. Mayor obstáculo aun tener que obtener una victoria en la cámara que preside la vicepresidenta, enemiga silenciosa del núcleo armado por los hermanos Milei.

El segundo y gran revés fue político y jurídico, cuando se dio a conocer que la Cámara Federal de Apelaciones no dio a lugar al reclamo presentado por el gobierno nacional ante la cautelar impuesta por el juez Sebastián Casanello que obligaba a Sandra Pettovello a presentar un plan de distribución de los alimentos acopiados. El conflicto por la inexistente entrega de mercadería a comedores populares puesto en escena a partir de la denuncia que Juan Grabois radicó en febrero de este año, derivó en una herida por la cual el gobierno aun sangra y pareciera no hacer nada para frenarlo.

Cruce entre Grabois y la camaleónica asesora legal de Pattovello, Leila Gianni.

Una denuncia iniciada hace cuatro meses, que el gobierno subestimó apelando a la capacidad de maniobra del ministro de Justicia, Mariano Cuneo Libarona, para enterrarla en los subsuelos de Comodoro Py, finalmente tomó relevancia nacional y desnudó una entramado de negligencias, irregularidades administrativas, incapacidades, contrataciones dudosas, sobre sueldos, caja chica y patotas armadas apretando funcionarios.

Una denuncia que se llevó puesto ni más ni menos que a un secretario (Pablo de la Torre) y aún puede llevarse puesta a una ministra que lidera cuatro áreas (desarrollo social, trabajo, educación y cultura) que la fuerza gobernante odia y/o descarta por completo. Una ministra que no da declaraciones, sostenida pura y exclusivamente por decisión de los hermanos Milei, y que puede llevarse puesto en su caída a algo más que un ministerio: la credibilidad de la gestión Milei.

En el plano económico, manejado por el Messi de las finanzas, Luis Caputo, las cosas no van nada bien. El mes de abril terminó con una caída en la industria del 16%, en la construcción del 15% y en las PyMEs del 18%. Esto implica desempleo, caída del consumo y una rueda de recesión donde ya casi no hay analista económico que vea la tan esperada V que el gobierno nacional aún espera desesperadamente para mostrar las virtudes de sus ideas.

Caputo pidió que inviertan en el país pero los empresarios se mostraron cautos.

Esta fue la peor semana financiera para el gobierno de La Libertad Avanza. Una corrida cambiaria que tiene a mal traer a los principales sostenes financistas y un contexto político que la alimenta. Los bonos en dólares se hundieron hasta 6,1% y riesgo país quedó al borde de los 1600 puntos. Evidentemente Wall Street le ha bajado el pulgar nuevamente a Caputo.

Por otro lado, la vocera del Fondo Monetario Internacional, Julie Kozack, pidió “necesidad de mejorar la calidad de la consolidación fiscal” y “ampliar el apoyo político” para aplicar reformas macroeconómicas. A la vez volvió a insistir en que el ajuste no debe recaer “desproporcionadamente sobre las familias trabajadoras”.  Mientras tanto el ministro de Economía suplica al mundo financiero que confié e invierta, y el presidente cruza los brazos para aguantar el ajuste que tanto pregonó pero que está encontrando serios limiten en la idea de sufrir para estar mejor.

No hay V corta, no entran dólares, hay recesión, hay inflación, hay pobreza, hay hambre y hay un mercado que pide aún más sangre para evaluar si es que arroja alguna migaja. El sinceramiento se transformó en sufrimiento, la austeridad en crueldad, la credibilidad en fantochada y la gestualidad disruptiva en mera pantomima. El gobierno afronta una crisis de la cual no parece acusar los golpes y recurre lastimosamente a la parafernalia de los mejores ministros de la historia y una puesta en escena que cada día sabe a menos. Su posición depende de dar cuenta de algunas cuestiones, pegar unos timonazos. Pero nada de esto está en los planes actuales del gobierno. Va directo al iceberg, sin escalas.