Este 17 de noviembre, el equipo alemán Karlsruher FV cumple 129 años. Con motivo del aniversario, vale repasar la historia de su jugador más emblemático: Julius Hirsch, quien fuera el primer jugador judío en representar a la selección alemana. Hirsch combatió durante la Primera Guerra Mundial y fue asesinado por los nazis durante el holocausto.
Por Facundo Campos
Karlsruher FV para muchos es un equipo desconocid. Sin embargo, a principios del siglo XX fue una de los equipos más dominantes de la liga alemana. En 1910, se consagró campeón con Hirsch como figura de aquel conjunto: el delantero fue vital para la obtención del torneo anotando muchísimos goles y formando un trío temible con Gottfried Fuchs y Fritz Förderer.
Ese título con Karlsruher catapultó a Hirsch a la selección alemana un año después, quien sería el primer jugador judío en representarla. En 1912 también participaría en los Juegos Olímpicos de Estocolmo.
Con una carrera ascendente y prometedora, dejó el fútbol a los 22 años para defender a Alemania en la Primera Guerra Mundial. Después de la guerra regresó al club y se retiró en 1925, donde seguiría ligado a la institución en otros roles como directivo y formador de jugadores. Sin embargo, las malas noticias recién comenzaban: con el ascenso político de Adolf Hitler en 1933, se ordenó a todos los equipos de futbol eliminar a las personas de origen judío. Karlsruher acató y expulsó a Hirsch, quién se sintió traicionado al observar que su club no tuvo en cuenta su activo rol en defensa del país durante la “Gran Guerra”.
Con las leyes antisemitas de Hitler, la vida para Julius se volvió muy difícil. Su situación financiera era pésima y por llevar un apellido judío le costaba conseguir empleo, por lo que se las rebuscó e hizo oficios como cortador de madera, trabajó en una lavandería e intentó volver al mundo del fútbol en Suiza mostrando sus credenciales de jugador estrella. Allí volvería a ser marginado.
La angustia acumulada y el destierro de Hirsch llegó a tal punto que en 1938 intentó quitarse la vida con un cuchillo en París. El jugador sufría de constantes alucinaciones en donde su familia era perseguida por las hordas nazis, por lo que terminó internado en un manicomio de Francia.
Un año después, fue trasladado a Karlsruhe, al oeste de Alemania, en donde continuó internado en otro centro médico. De ese lugar trató de escapar varias veces hasta que finalmente fue dado de alta, pese a no estar mentalmente estable. En esa ciudad, Hirsch trabajó en un vertedero que se encontraba infectado de ratas.
Los años posteriores se tornaron peores con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la incesante persecución a los judíos, por lo que Julius tomó la decisión junto a su mujer -no judía- de separarse para preservar la seguridad de sus hijos Heinold y Esther. De esta forma, ella recuperó el apellido de soltera. Más tarde, la mujer declararía en los tribunales de Nuremberg “no saber” que su ex exposo era judío.
En marzo de 1943 Julius Hirsch fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, tuvo la oportunidad de fugarse por intermedio de una cuñada que estaba casada con un nazi que era fanático de Karlsruher FV. Este se ofreció a sacarlo por la frontera suiza, pero Julius no acudió al lugar de encuentro por miedo a que le hicieran daño a su familia. A partir de ahí nunca más se supo sobre su vida, ya que su nombre no figura en los registros del campo de concentración. Se cree que fue asesinado en la detención en Auschwitz. Por esa razón, la corte alemana declaró su muerte el 8 de mayo de 1945.
Desde 2005, la federación alemana de fútbol decidió homenajearlo con un premio que lleve el nombre de Julius Hirsch, en su honor para aquellos deportistas que tienen actos de tolerancia e integración.