Durante los Juegos Olímpicos de Beijing de este año, los mandatarios Xi Jinping y Vladimir Putin se reunieron de forma presencial luego de la pandemia y sacaron una extensa declaración conjunta que establece las coincidencias entre ambos países en términos de cooperación internacional, derechos humanos, seguridad internacional, territorio, entre otras.
Uno de los párrafos cita lo siguiente: “Las partes reafirmaron su intención de desarrollar la coordinación de la política exterior, implementar un verdadero multilateralismo, fortalecer la cooperación en plataformas multilaterales, proteger los intereses comunes, mantener el equilibrio de poder internacional y regional y mejorar la gobernanza global”.
Dicho documento hizo énfasis en la multilateralidad, lo que en otras palabras quiere decir que ambos países proponen un esquema diverso en cuanto actores internacionales: ASEAN, los BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), preponderando la región de Asia Pacífico y el Sur Global. Un intento por proponer otro esquema que no fuera el de Bretton Woods, es decir, el que imponen las grandes potencias occidentales.
Sin embargo, todo esto quedó difuso con la escala del conflicto entre Rusia y Ucrania cuando Vladimir Putin, en cadena nacional, anunció una operación militar especial sobre territorio ucraniano contra objetivos militares, como respuesta a la expansión de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) hacia el Este.
Esta guerra afectó tanto a los mercados financieros, como a las relaciones políticas entre los países. La gran pregunta giraba hacia China: ¿Qué haría el gigante asiático en este conflicto y qué rol jugaría?
En casi un mes de guerra, China se posicionó en diversos escenarios a pesar de parecer mostrarse neutral ante el conflicto. Existen varios puntos centrales para comprender el rol fundamental que ocupa el país gobernado por Xi Jinping en una guerra que también los involucra: en primer lugar, condenar la posición de la OTAN de expandirse hacia el este, ya que obligó a una potencia como Rusia a sentirse “acorralada”, en palabras de los principales voceros chinos.
Sumado a esto, condenó las sanciones occidentales a la Federación Rusa: “La historia ha demostrado una y otra vez que las sanciones no resuelven los problemas. Las sanciones sólo dañarán a las personas normales, afectarán a la economía y el sistema financiero, y empeorarán la economía global”, manifestó El viceministro de Exteriores, Le Yucheng.
En este sentido, la moneda china funcionó como salida económica para Rusia en plena crisis. Como forma de solucionar los problemas financieros el segundo banco ruso más importante, el VTB Bank, dio la posibilidad de una apertura de cuentas de depósito en yuanes con una tasa anual de hasta el 8% en medio de la volatilidad en el mercado de divisas y la prolongación de la guerra en Ucrania. El yuan se propone como la moneda suplente al dólar y al euro en Asia.
Lo que China ve, más allá de la guerra
La relación sino-rusa es estratégica para la región asiática, la cooperación entre ambos países tiene un enorme potencial geopolítico. Sus lazos tienen efectos en países como Japón o la península coreana así como con India o las naciones miembro de ASEAN. El poder combinado de ambos países puede mantener la estabilidad de Asia central y alejarla de la influencia estadounidense. Sin embargo, todo este potencial se ve difuso en pleno conflicto bélico en Ucrania.
Cuando le consultaron al Ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, sobre las críticas a Beijing por no condenar la invasión rusa a Ucrania, el ministro expresó que la posición China es objetiva y justa y “que el tiempo va a demostrar que la posición del gigante asiático está en el lado correcto de la historia”.
Además, Wang Yi dijo que desde Beijing buscan “promover el diálogo y la negociación entre las partes, cesar el fuego y los combates lo antes posible y evitar víctimas civiles, especialmente para prevenir crisis humanitarias” y enfatizó: “Nunca aceptaremos ninguna coerción ni presión externa, y también rechazamos acusaciones y sospechas infundadas, ya que China siempre ha abogado por la paz y se ha opuesto a la guerra”.
Otro de los puntos centrales es el discurso que hace algunos años viene sosteniendo Xi y el resto del gobierno chino sobre “abandonar la mentalidad de guerra fría”, dirigida hacia Estados Unidos en primer lugar y en la actualidad, hacia Europa. Se trata de salir de las confrontaciones grupales, no interceder en políticas internas de seguridad nacional y abogar por la cooperación mundial y la paz. Es decir, se propone como socio económico ante la crisis en el continente asiático, como mediador de un conflicto y como principal crítico de la estrategia occidental.
Con esto queda en evidencia que a China no le conviene un conflicto bélico que se extienda en el tiempo. Si bien hoy le sirve actuar como potencia mediadora, en algunos meses deberá enfocarse por completo en su política interna: En octubre se celebrará el XX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino donde se espera Xi Jinping asuma su tercer mandato como líder central del Partido, el Estado y el Ejército. Así estará al mismo nivel que Mao Zedong y Deng Xiaoping, los nombres más importantes de la historia de la República Popular de China.
El gigante asiático tiene su propio juego: China es el centro.