Las imágenes de miles de personas huyendo de Afganistán tras la llegada del talibán inundaron las redes y los principales medios del mundo. El avance acelerado hacia la capital, Kabul, tras 20 años de ocupación estadounidense, mereció muchas lecturas, desde quienes acusaron al gobierno de Estados Unidos de abandonar al pueblo afgano hasta quienes definen esta salida como una derrota contundente.
En entrevista con ARGMedios, el periodista de La Tinta y autor de los libros “ISIS. El ejército del terror” y “Kurdistán. Crónicas insurgentes”, Leandro Albani, analizó la situación que se vive en el país y destacó: “Yo no creo que Estados Unidos se esté yendo del todo derrotado. Hay que ver, con el paso del tiempo, cuál es la relación que se va a entablar con el talibán. Destruir un país, como lo hicieron con Afganistán, es también una forma de control”.
“El talibán nunca dejó de existir, nunca fue derrotado”, explica Albani. “Ellos lograron replegarse en la zona montañosa y en las zonas más humildes y desplazadas de la política oficial. Siempre se sintieron cómodos y tuvieron respuesta de la población ante la administración que estaba presionada por EE. UU. y la UE. Ellos siguieron formándose. Y más allá de que uno no comparte es algo para destacar, porque ante la ocupación por 20 años no dejaron de formarse”.
El autor explica que este resurgimiento del ejército insurgente se da principalmente por el apoyo que brinda Pakistán: “Los talibanes nacen con la venia de los servicios secretos pakistaníes, que son quienes los financian y sostienen. Es una relación política religiosa, Pakistán es un estado con rasgos autoritarios, es una potencia regional y a ellos les interesa tener control sobre Afganistán”.
Ante esta nueva situación, Albani advierte que no se puede hablar de derrota porque pueden existir otras estrategias: “Después de 20 años de ocupación, de haber violado derechos humanos, de haber gastado billones en equipos y soldados y estrategia, si Estados Unidos se retira es porque de repente a ellos les conviene que el talibán esté en el poder. Es una opinión personal, pero no creo que ellos se retiren sabiendo que pueden negociar”.
Uno de los datos que se ha destacado de forma repetida es el rápido avance del ejercito talibán. Día tras día, los mapas de las principales agencias de noticias mostraban el avance acelerado en la toma de territorios. Con la inminente llegada a la capital, funcionarios y autoridades de los países de occidente fueron instados a abandonar las embajadas.
La imagen de moderación que pretende mostrar el talibán también incluye la intención de mostrarse como un gobierno que respetará los derechos humanos, en contraste con el gobierno anterior a la ocupación estadounidense. Albani sostiene: “no creo que en esa concepción del islam político entre una apertura. Ya han llegado denuncias de atropellos, principalmente contra las mujeres”.
Avances y retrocesos
Además de las imágenes de las personas huyendo de Kabul, comenzaron a circular fotos de mujeres afganas mutiladas durante el gobierno talibán entre los años 1996 y 2001. A su vez, comenzaron a surgir imágenes actuales de mujeres vistiendo burka —vestimenta tradicional utilizada en algunos países de religión islámica— y que hasta la ocupación estadounidense era de uso obligatorio. El debate se centró en la situación que enfrentan las mujeres que permanecen en el territorio, ahora bajo gobierno insurgente.
Lo cierto es que durante la ocupación estadounidense fueron pocos los avances, debido al entendimiento de la acción con lógica puramente militar, pero uno de los aspectos que más se destaca es el ingreso de cerca de 3,5 millones de mujeres en universidades. Albani apunta que “durante estos 20 años surgieron organizaciones de mujeres, también muy condicionadas por una concepción patriarcal de la clase política y con rasgos de machismo en la sociedad afgana”.
“Hay un proceso que está muy oculto y que lo están impulsando las mujeres. Por ese lado, hay una concepción de liberación de Afganistán”
Con la toma del poder por parte del talibán, se teme que esta única conquista sea el principal retroceso, aunque la intención del nuevo gobierno sea presentar una imágen de respeto y moderación. Albani señala que “hay que pensar que esas libertades que obtuvieron las mujeres en los últimos años pueden recortarse con los talibanes. En su concepción, mas ideológica que religiosa, la represión de la mujer es uno de sus puntos fundamentales”.
En ese sentido, el autor explica que ante eventuales retrocesos, la resistencia puede llegar por parte de las propias mujeres: “Que no nos extrañe que la mayor resistencia venga de parte de las mujeres, que vean caer sus derechos como un castillo de naipes”. La organización de las mujeres, tanto en Afganistán como en otros países de Asia Central y Oriente Medio, podrían ser un factor determinante en la lucha contra un gobierno autoritario: “Hay un proceso que está muy oculto y que lo están impulsando las mujeres. Por ese lado, hay una concepción de liberación de Afganistán”.
El mapa de alianzas
Una de las principales preocupaciones a nivel regional es la fuerza que pueden adquirir otros grupos extremistas, en el ya endeble equilibrio de poderes. Ante esa situación, Albani explica que el triunfo del talibán “puede darle aire a ciertas concepciones del islam que son muy conservadoras, en el plano económico y político. Ese es un problema, porque ni el Estado Islámico está derrotado ni Al Qaida está derrotado, y es preocupante porque las concepciones más democráticas pueden quedar reprimidas por todo esto”.
La preocupación también está presente entre las autoridades chinas y rusas, quienes temen una reacción de la población musulmana que existe en ambos países. Los diálogos entablados apuntan fundamentalmente a sostener vínculos comerciales: “China va a ser el país más favorecido porque lo que quiere hacer es comprar tierras, levantar fábricas, criar animales. China tiene una capacidad diplomática impresionante y seguramente EE. UU., en esa cuestión, haya quedado relegado”.
Las autoridades de estas embajadas permanecieron en el país tras la toma de poder por parte del talibán. El diálogo entre el grupo insurgente y estos países ya es un hecho desde antes. “Varios dirigentes talibanes fueron recibidos en China y les dijeron que si respetaban los intereses de China en el territorio entonces no habría inconvenientes. En Rusia les dijeron más o menos lo mismo”, detalla Albani, quien destaca la diferencia que esto representa en relación al talibán que gobernó hasta 2001. “Hay que pensar que antes era un régimen muy cerrado, no tenía relaciones con otros países y, esta vez, estamos viendo todo lo contrario. Esto es importante porque creo que en ese sentido EE. UU. puede no tener muchos inconvenientes en negociar”.
Ya desde la administración de Donald Trump se venía impulsando una mesa de diálogo. A través de un acuerdo iniciado en marzo de 2020 entre el talibán, Estados Unidos y el gobierno afgano, se establecieron varios puntos, entre ellos un alto al fuego, un cronograma de retiro de todas las fuerzas extranjeras y la liberación de más de cinco mil presos políticos “como medida de fomento de la confianza, la coordinación, y aprobación de todas las partes relevantes”. Hasta el momento, dicho acuerdo está siendo cumplido, lo cual refuerza la idea de que exista un canal de diálogo entre la actual administración demócrata y el nuevo gobierno.
Para el autor “el negocio de EE. UU. estuvo en instalar empresas contratistas y de seguridad privada que ganaron millones durante varios años, en complicidad con el gobierno instalado por la Casa Blanca”. Albani apunta, a su vez, que “el complejo industrial-militar permitió que se movilice la economía de Estados Unidos” y que con la retirada surgen nuevas oportunidades de negocios. “Cualquier cosa que quieran impulsar los talibanes a partir de ahora, en industria o reconstrucción, van a precisar de una potencia, y EE. UU. no va a tener problema en ofrecerlo”.
Albani explica además que “muchas veces ellos dan un paso atrás para después dar dos pasos hacia adelante”. Bajo esta lógica, la instalación del caos como normalidad, de por si, es una situación de la cual Estados Unidos todavía puede sacar provecho en el país asiático: “Hay una política del caos que impulsa EE. UU., en algunos lugares prefiere derrocar y en otras prefiere el caos para implementar su política: Afganistán e Irak son ejemplo de eso”.