Francia y un estallido social que explica el fracaso del sistema

Las protestas tras el asesinato del joven Nahel son la expresión de un descontento que no sólo repudia el racismo sino la estructura política y social de una Europa.

El último 27 de junio Francia fue escenario del asesinato de un menor de edad negro en la periferia de Paris. El hecho desató una serie de protestas que crecen en número y en intensidad en la medida que las autoridades, lejos de dar una respuesta a través del diálogo, deciden reprimirlas salvajemente.

Si bien el motivo inicial de las protestas fue el asesinato de Nahel y el trato que las minorías étnicas en Francia reciben por parte de las fuerzas de seguridad, la situación da cuenta de un descontento que va más allá de la cuestión racista. 

Desde enero, cuando el gobierno de Emmanuel Macron anunció el aumento de la edad jubilatoria, miles de personas comenzaron a ganar las calles para expresar su rechazo a la medida. Pese a lo impopular de la medida, el gobierno continuó adelante y el parlamento aprobó el proyecto, tras lo cual el presidente sancionó y aplicó la medida. 

Las protestas continuaron, aunque ya sin la masividad que habían adquirido antes del debate parlamentario. El descontento de la sociedad francesa por el ajuste impuesto sobre la clase trabajadora se mantuvo hasta estos días, cuando el asesinato de Nahel volvió a encender la llama y desató las protestas que día a día ganan visibilidad. 

“En la crisis europea convergen tendencias a largo plazo con problemas más coyunturales y la línea dominante en la política actual es descargar eso sobre las clases populares”, explica para ARG Medios el investigador del CONICET y docente universitario Gabriel Merino. “En todos los países de Europa están estos debates de desmantelar progresivamente el Estado de bienestar”. 

Hace ya más de un año que las protestas y medidas de fuerza se instalaron en toda Europa. Pese a la cobertura mediática que se hace acorde a las particularidades de los reclamos del país o de grupos sociales, lo cierto es que existen coincidencias que implican levantamientos contra una forma de producción social que destruye el trabajo y el futuro. 

Según explica la analista internacional Micaela Constantini en un artículo de reciente publicación, “en una Europa que necesita de Estados que protejan y velen por los intereses de sus ciudadanxs, estos se someten a las decisiones de Bruselas, y Bruselas, junto a las élites europeas, anclaron sus intereses a Wall Street. Con eso hipotecaron la posibilidad de una Europa autónoma, siempre vulnerable, inestable y necesitada de la protección y abastecimiento de EEUU”.

Las diversas crisis que atraviesa la región tienen como blanco principal a los pueblos europeos, quienes padecen el aumento drástico del costo de vida. Tanto la inflación -especialmente aquella relacionada con las materias primas y recursos esenciales como alimentos y energía-, la ralentización de la economía o recesión, el nulo aumento de los sueldos, la desindustrialización y los despidos afectan fundamentalmente a las clases trabajadoras y a los sectores más vulnerables. 

A esta situación se le suma también la remilitarización del continente europeo así como el aumento desproporcionado del presupuesto de defensa, lo cual provoca un sobreendeudamiento de los países de la Unión en un contexto donde crecen las necesidades de la sociedad producto del ajuste impuesto por los gobiernos. 

Otra de las cuestiones que se debe tener en cuenta en este contexto es la crisis financiera y el manejo del Banco Central Europeo, que se muestra ajeno a las necesidades del pueblo europeo en beneficio de la banca. 

Ante esta situación de crisis generalizada, una de las consecuencias a la vista es la consagración de la ultraderecha en las urnas. “Esto implica por un lado el fracaso de los proyectos socialdemócratas pero también del terreno ganado por los discursos de odios avalados por el aparato represor estatal y las medidas políticas que no atienden o directamente van en contra de las clases más vulnerables, como lxs trabajadorxs, desplazados, refugiadxs, migrantes, hijos de migrantes, jóvenes, mujeres, razones étnicas religiosas”, sostiene Micaela Constantini. 

El resultado de la aplicación de estas políticas está a la vista en las calles europeas. Mientras los más vulnerables se movilizan para defender sus derechos y exigir un cambio de política, la respuesta estatal se basa en más represión y agudización del discurso de odio.

Lo vemos en Francia pero se empieza a extender por otros países, haciendo cada vez más evidente el fracaso del proyecto político y social de la Unión Europea.