La lucha de los multimillonarios contra la “amenaza” China

Hay algo más que afinidad ideológica en la alineación de los CEO de las Big Tech con Trump. Quien lidere la revolución tecnológica definirá las futuras relaciones sociales. Quieren impedir que China articule una alternativa no capitalista

por Tica Moreno e Luiz Zarref

La presencia de los multimillonarios que controlan las principales estructuras de datos del capitalismo financiero occidental en primera fila en la toma de posesión de Donald Trump fue el resultado de un movimiento público aparentemente bien orquestado. La agitación política promovida por Elon Musk (Tesla y X) durante la campaña electoral y su posterior presencia articuladora en la preparación del nuevo gobierno se suman al manifiesto declamado por Mark Zuckerberg (Meta) a principios de año. Junto a Jeff Bezos (Amazon), Sundar Pichai y Sergey Brin (ambos de Alphabet/Google), produjeron una fotografía que resonó en las redes mundiales y suscitó diferentes análisis. Sam Altman (OpenAI) y Tim Cook (Apple) también estuvieron presentes.

Hay una vertiente que interpreta este acontecimiento como el apoyo de un sector empresarial a las promesas de Trump de reducir regulaciones y recortar impuestos, en lo que podría verse como un intento de recuperar el moribundo neoliberalismo (no global, sino en las entrañas de la bestia). En esta línea, también existe el entendimiento de que las próximas regulaciones europeas deben ser combatidas por el gobierno estadounidense como una cuestión nacional. Otra explicación se basa en la cohesión de estos hombres con la administración Trump en aras de una nueva fase de exploración espacial o la creación de ciudades “inteligentes” totalmente privatizadas, presentadas como una utopía de la ultra burguesía.

Existe también la interpretación, más presente en la izquierda brasileña, que sitúa esta alianza en el marco del fascismo, como fenómeno creciente en Occidente ante la crisis del capitalismo. Manipulando a las masas y ocultando el avance de la barbarie, ayudan a elegir gobiernos alineados con el bloque fascista y así ganar impulso tras su dominación global.
Estos planteamientos son importantes y contienen fragmentos de la totalidad de este cuadrante histórico, pero nuestra valoración es que no llegan a su núcleo. La novedad de la unidad finalmente explícita de las corporaciones de datos representadas en la fotografía debe entenderse primero junto a los otros pilares de apoyo de Trump a la cabeza del Imperio: el complejo militar-armado y las corporaciones de petróleo y gas. Pero más allá de eso, necesitamos desarrollar una lectura más precisa de la base material de esta nueva fracción de la burguesía -los multimillonarios de las Big Tech- y por qué tiene tanto poder. Sólo entonces podremos analizar lo que ocurre en el teatro que se escenifica deliberadamente y se representa con todo su poder en las redes sociales creadas y gestionadas por ellos.

Es preciso comprender que su poder no reside únicamente en la cantidad de dinero que poseen, que incluso está constituido casi en su totalidad por capital ficticio. Tampoco reside en su increíble capacidad de manipulación, que es real y no debe despreciarse. De hecho, estas dos expresiones tangibles de este poder son el resultado precisamente de una razón objetiva: el control sobre la producción, la extracción y el tratamiento de los datos.
Es crucial y urgente que comprendamos que estamos en medio de una nueva revolución tecnológica. Los medios de producción movilizados por la revolución agrícola, ganadera y metalúrgica, así como los de la revolución industrial, siguen presentes en la base de la sociedad mundial. Sin embargo, la actual dinámica de desarrollo de las fuerzas productivas está en proceso de subsumirlos formalmente en una nueva síntesis, centrada en el capital financiero que, a su vez, depende de la digitalización y dataficación del mayor número posible de elementos de la realidad objetiva y subjetiva, en la búsqueda de una creciente capacidad para extraer, almacenar y procesar estos datos como capital. La infraestructura de datos, y por tanto su propiedad, es decisiva en este proceso.

El simbolismo de esta nueva revolución nos confunde porque lo que vemos son sólo imágenes reproducidas en teléfonos móviles y computadoras. Pero sus inmensas fábricas existen físicamente. Son centros de datos que, para funcionar 24 horas al día, consumen cada vez más energía y agua -sólo Google y Microsoft, por ejemplo, consumen más energía que 100 países juntos y, por separado, más que países como Ghana y Túnez-. Hay decenas de miles de kilómetros de cables submarinos, otros cientos de miles de antenas y un número creciente de satélites, especialmente el sistema Starlink. Hay miles de trabajadores en todo el Sur Global que trabajan muchas horas y por muy poco dinero -en «granjas de clics», en oficinas o incluso en sus propias casas- para entrenar la llamada inteligencia artificial, etiquetando términos e imágenes, por ejemplo.

Los datos son la materia prima básica de este nuevo desarrollo tecnológico en esta fase del capitalismo financiero. No se trata de un mero detalle. La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, una lección básica para cualquier militante. La lucha de clases, que es la batalla librada en torno a las contradicciones entre las clases sociales y su dominio de los medios de producción en un periodo histórico determinado, está en el centro de estas contradicciones. Con cada revolución tecnológica, la dinámica geopolítica del mundo -o de partes del mundo, si nos remontamos a antes de las grandes navegaciones- ha cambiado, con la aparición de nuevas potencias y la erosión de los imperios del pasado. Esto significa cambios en las fronteras territoriales, pero fundamentalmente en las formas sociales que organizan el mundo, en sus dimensiones materiales y simbólicas.

Por lo tanto, siguiendo esta línea de pensamiento, los datos (como materia prima fundamental) y los factores de producción para su extracción y procesamiento están en el centro de la disputa geopolítica del presente y del futuro. Las fuerzas sociales que controlen las primeras etapas de esta nueva revolución tecnológica definirán la dinámica del mundo y ésta es una de las batallas centrales de nuestro tiempo.

Como no nos corresponde a nosotros ejercer la futurología, es difícil saber si este dominio sobre los datos es un paso más hacia la subsunción formal o si ya hemos entrado en la subsunción real de los medios de producción existentes a esta nueva fase del capitalismo. Sin embargo, ya es posible comprender que lo que conocemos como mundo está siendo rápidamente procesado y cada vez más transformado por esta sofisticación tecnológica que es tan significativa, si no más, que la máquina de vapor.

Aprovechando el paralelismo, debemos evitar el fetichismo, cuando lo producido por nosotros, los seres humanos, adquiere un poder fantasmal, llegando a ser más poderoso que su creador y llegando a determinar toda su vida. El hecho es que las tecnologías de estas grandes corporaciones y sus sistemas algorítmicos penetran en todos los aspectos de la vida y se naturalizan como las únicas posibilidades. Avanzan y operan allí donde no se topan con regulaciones y, cuando se topan, ya existe un grado de dependencia de determinadas infraestructuras, modelos y aplicaciones tecnológicas que parece imposible de revertir.

El punto decisivo para las fuerzas revolucionarias es, por tanto, comprender cómo surge una nueva burguesía que controle estos nuevos medios de producción – y qué visión del mundo tratará de imponer esta nueva burguesía para seguir acumulando a partir del robo de la naturaleza y de la explotación de la capacidad productiva y reproductiva de las masas explotadas.

Dado que los multimillonarios de la fotografía disponen de los medios de producción más extraordinarios que ha producido la humanidad para simular diferentes escenarios, podemos suponer que saben lo que hacen, incluso a la hora de realizar sus exhibiciones y cada uno de sus gestos. Se suman y se convierten (con entusiasmo) en uno de los apoyos del bloque trumpista porque ven en él las condiciones objetivas para enfrentar las batallas que están en el horizonte inmediato y que jugarán un papel decisivo en el rumbo de esta nueva era del desarrollo humano. En nuestra opinión como autores de este artículo, la batalla principal es contra la planificación socialista de la esfera digital del capitalismo financiero, propuesta por China bajo la dirección del Partido Comunista.

Más adelante explicaremos el porqué de esta conclusión, pero fundamentalmente nos basamos en el entendimiento de que este paso histórico del PCCh -y la reacción del imperio- hay que situarlo en el momento singular en el que, por primera vez, el Sur Global, junto con sus bloques políticos como los BRICS y naciones como China, emergieron como potencias económicas y tecnológicas, poniendo en alerta a los desindustrializados Estados Unidos. Es precisamente esta coyuntura inédita la que caracteriza lo que se entiende como Hiperimperialismo. Aquí, los tres sectores que apoyan a Trump y que hoy están bajo su mando -armas, petróleo y tecnología- son estratégicos en la disputa que enfrenta al decadente y peligroso imperialismo liderado por Estados Unidos. No se mueven por espontaneidad. Hay una táctica y un objetivo: aniquilar las posibilidades de superación de su proyecto político en este momento de transición de fuerzas productivas.

“Los resultados de esta vía china son verdaderamente épicos. Han eliminado la pobreza extrema en una sociedad de 1.400 millones de habitantes, cuyas condiciones climáticas y topográficas no son precisamente las más favorables del mundo”.

China, nuevas cualidades de las fuerzas productivas y el Sur Global

La superioridad histórica del socialismo sobre el capitalismo tiene muchas dimensiones. Una de las principales es que el socialismo es el modo de producción en el que el carácter revolucionario del desarrollo de las fuerzas productivas no es secuestrado por la burguesía. Al mantener el control de los medios de producción, la burguesía controla no sólo la plusvalía, sino también toda la posibilidad de desarrollo de la humanidad. A veces impide este progreso, tratando de impedir que florezca y fructifique todo lo que no está bajo su control. Otras veces, impide el desarrollo científico, como bien señaló Marx cuando descubrió que la Economía Política se estaba metiendo en un atolladero porque no podía decir lo que era obvio: la teoría del Valor.

Las experiencias socialistas han comprendido que la toma del control del Estado debe servir para extinguir gradualmente el control de la burguesía sobre la marcha de la historia. La trayectoria del Partido Comunista Chino (PCCh) es quizá la más polémica de estos casi 200 años de esfuerzos que comenzaron con la Comuna de París. Utilizando una paleta de sólo colores primarios, es posible dibujarla como un modo de producción en el que el Partido Comunista planifica una economía socialista de mercado, dirigiendo el desarrollo en sectores estratégicos con estructuras estatales mientras fomenta las leyes económicas de mercado clásicas en los sectores periféricos.

Los resultados de esta vía china son verdaderamente épicos. Han eliminado la pobreza extrema en una sociedad de 1.400 millones de habitantes, cuyas condiciones climáticas y topográficas no son precisamente las más favorables del mundo. Aunque llevan dos décadas de retraso con respecto a Japón, Alemania y Francia, en menos de 20 años han construido 45.000 kilómetros de trenes de alta velocidad, que representan ⅔ de toda la red ferroviaria de este tipo en el mundo. Dominan las tecnologías más avanzadas en energía solar y producción de motores eléctricos para vehículos individuales y colectivos.
Todo esto es bien conocido por el PCCh, no es casualidad ni siquiera visto con sorpresa por sus cuadros. Al contrario, ellos ya se han dado cuenta de que han hecho bien los deberes. Hoy, China es el taller del mundo no por el valor de cambio de su fuerza de trabajo, sino por el sistema industrial de producción y circulación que ha desarrollado. Pero sigue estando en el marco de las revoluciones tecnológicas del siglo XX.

Ante la acelerada conflagración geopolítica impuesta por la decadencia hiperimperialista, el PCCh trata de desarrollar dos líneas simultáneas. Externamente, desarrolla la innovadora teoría de la Comunidad Global de Futuro Compartido. Internamente, se da cuenta de que esta extraordinaria capacidad desarrollada por China le permite ya «tocar» las membranas del futuro, dar los pasos firmes hacia una nueva revolución tecnológica. Con este fin, el presidente chino Xi Jinping, como núcleo del PCCh, ha pedido reiteradamente a la nación que haga todo lo posible por desarrollar las Nuevas Cualidades de las Fuerzas Productivas.
En China, los datos se han definido como un nuevo factor de producción, junto con la tierra, el trabajo, el capital y la tecnología. Con esta visión, hay un impulso hacia diferentes áreas del conocimiento, especialmente la biología, las nuevas energías, la fabricación y la información. Es aquí donde las innovaciones tecnológicas basadas en Big Data y el desarrollo de modelos de inteligencia artificial toman protagonismo en diferentes sectores de la economía y la sociedad, como la agricultura, la energía, el urbanismo e incluso el cuidado de las personas mayores.

La inteligencia artificial no es una tecnología homogénea y universal, sino que debe entenderse en función de sus modelos específicos dirigidos a diferentes ámbitos de la vida (un modelo de traducción automática de textos es diferente de un modelo de reconocimiento facial, o de conducción automatizada, o de una aplicación militar, que a su vez también es diferente de un modelo de monitorización de cultivos). En todo el mundo, la inteligencia artificial es el centro de la expansión de la frontera de la innovación y se aplica a procesos de producción específicos. En China, la elaboración y la orientación política de potenciar las nuevas cualidades de las fuerzas productivas, revolucionando cada sector con la innovación, incluidas las infraestructuras de datos y la construcción de modelos de IA, se considera un componente fundamental de la modernización socialista.

Puesto que China cree que los datos son la materia prima que hace posible la nueva calidad de las fuerzas productivas, una regulación coherente de su uso es inevitable para el modelo chino.

Aquí está pues el núcleo de la razón de la unidad de los multimillonarios de las bigtechs gringas. Conocen el potencial de esta nueva revolución tecnológica y, hasta el momento, siguen controlando sus medios de producción. Pero el socialismo, en su forma más avanzada para este momento de la historia -el socialismo con características chinas- tiene todo el potencial no sólo para superarles tecnológicamente, sino también en la forma de socializar este logro humano. Esta es la batalla que pone a Amazon, Google, Meta, SpaceX y Tesla -y a otros con menos cobertura mediática- en la misma cesta.
Queremos darles solo tres ejemplos de cómo este cambio histórico se ha desarrollado ante nuestros ojos.

La primera y probablemente más conocida es Huawei. Empresa china de capital privado que ha crecido gracias a todo el ecosistema industrial que existe hoy en el país, ha sido fuertemente combatida por el imperio, siendo la razón aparente el desarrollo muy eficiente y barato de la tecnología 5G (una de las infraestructuras básicas para la nueva revolución tecnológica). Pero se equivoca quien piense que el objetivo de las sanciones contra Huawei era reducir sus beneficios restringiendo la venta de equipos o incluso la participación en licitaciones para la señal 5G. El núcleo de las acciones imperialistas -operadas como sanciones a la exportación en 2019- era sabotear el desarrollo tecnológico de la compañía impidiéndole acceder a las generaciones más avanzadas de semiconductores. Cinco años después, Huawei ya tiene teléfonos móviles con chips de 7nm y computadores con chips de 5nm.

Con otros lanzamientos y avances recientes, China está demostrando su capacidad para superar la lógica de «perseguir, imitar y avanzar en la aplicación de tecnologías». Las innovaciones van desde la investigación básica de sus propios grandes modelos de lenguaje (LLM) -de nuevo, con la propia Huawei en un nuevo frente de competencia, esta vez contra los chips de IA de NVIDIA- y sistemas de inteligencia artificial generativa, como Deepseek3, de código abierto y sorprendentemente eficiente, que ahora está desafiando el dominio de ChatGPT -este último un producto de OpenIA, también partidaria de Trump, que a su vez ha anunciado el lanzamiento de Stargate, la infraestructura de datos de IA de OpenIA, valorada en mil millones de dólares. Mientras se escribía este artículo, el fenómeno Deepseek escaló hasta convertirse en un terremoto que impactó precisamente a las bigtech occidentales, demostrando que aún hay muchas debilidades en su hegemonía.

Otro ejemplo, completamente invisibilizado por Occidente, es la regulación de los datos, que se consideran un medio de producción básico en la nueva revolución tecnológica. Hay una serie de regulaciones innovadoras en este ámbito, que van más allá de la ideología liberal de la privacidad e incluyen, por ejemplo, el registro de los objetivos de los algoritmos y una serie de requisitos de seguridad de los datos que las empresas deben seguir. De hecho, este es el punto central por el que Facebook, Google y otras corporaciones occidentales no tienen operaciones en China, ya que no han aceptado cumplir la legislación china sobre el tratamiento de datos producidos y recogidos en el país. Hay casos en los que empresas chinas, como Didi (similar a Uber), han sido multadas con miles de millones por no cumplir la legislación del país sobre seguridad y privacidad de datos.

El proceso chino de elaboración de políticas -una de las cosas que Occidente desconoce del país- está en plena ebullición en lo que a políticas de datos se refiere. A partir de las directrices y normativas del Gobierno central, los gobiernos locales, en colaboración con empresas (estatales o privadas), están llamados a desarrollar experiencias piloto que pueden convertirse en modelos nacionales si tienen éxito. En el caso de la política de datos, desde 2021 se están llevando a cabo experimentos con distintos métodos y horizontes. Shanghái, por ejemplo, ha desarrollado el modelo de Bolsa de Valores de Datos de Shanghái, un ecosistema de datos con protocolos, auditoría y comercialización de paquetes de datos, que deben ser transparentes sobre su origen y definir los fines para los que pueden utilizarse, en un proceso de capitalización regulado/controlado. Los datos sensibles, como los sanitarios, no pueden comercializarse allí.

Experimentos con visiones diferentes se están desarrollando en otros 14 polos, con distintos modelos sobre cómo regular la extracción y producción de datos y, al mismo tiempo, su acceso y comercialización. Dos características ilustran la perspectiva del socialismo con características chinas en este proceso: las empresas estatales son las principales protagonistas de estos experimentos y la monetización de los datos está vinculada sobre todo a su transformación y uso como bienes públicos del Estado.
El tercer ejemplo es el desarrollo de la Nube de Maquinaria Agrícola por Sinomach, la mayor empresa estatal china de maquinaria. Se trata de un sistema público de digitalización de la agricultura con el que el país espera dar pasos estructurales hacia una nueva fase de la agricultura, especialmente en tiempos de presión por el cambio climático y la beligerancia imperialista.

A pesar de ser una plataforma que funciona hace menos de un año, la empresa lanzó su primer proyecto internacional – y el primero de China en esta área en América Latina – en asociación con el Centro Brasil-China para la Agricultura Familiar. Junto con el desarrollo de la plataforma para la realidad de la agricultura familiar y los agroecosistemas brasileños, se establecieron nuevos parámetros de soberanía digital, es decir, la definición básica de que los datos sobre el territorio y la producción agrícola son propiedad de las instituciones brasileñas que participan en la asociación y serán procesados por ellas.

Aunque se encuentra en las primeras fases de construcción en Brasil, esta plataforma en China es inicial y potencialmente distinta de lo que conocemos como la agricultura 4.0 de las corporaciones transnacionales. En el marco de la soberanía nacional, en un país cuya agricultura es de base campesina, esta plataforma digital puede desempeñar un papel central en el control de la producción nacional, garantizando la seguridad y la soberanía alimentarias, y diseñando una nueva zonificación de la producción en el contexto del cambio climático.

No se trata de adherir a un modelo prefabricado, sino de una posibilidad histórica de avanzar como sujetos de la producción de esta tecnología en nuestros territorios, como parte del desafío planteado por la urgente mecanización de la agricultura campesina -que reduce la monotonía del trabajo, aumenta la productividad y libera tiempo para la vida- y la masificación de la agroecología en Brasil. Debe quedar claro que este tipo de tecnología para el campo coexistirá con diferentes formas de producción de alimentos, siguiendo el principio de autodeterminación de los pueblos y comunidades tradicionales sobre sus territorios y formas de vida.

Dejamos este como último ejemplo porque nos permite aproximar nuestra realidad brasileña al concepto de Comunidad Global de Futuro Compartido, que orienta la diplomacia china desde hace 10 años. Se basa en el concepto de que la humanidad ha alcanzado un nivel de desarrollo sin precedentes de la historia como Historia Mundial, cuyos avances tienden a ser cada vez más compartidos en todo el mundo.

Este concepto debe ser examinado y mejorado, ya que tiene muchas contradicciones. Por ejemplo, la idea de ganar-ganar es más avanzada que la dinámica colonialista o imperialista, pero es insuficiente porque no dialoga con los límites de las formaciones sociohistóricas de cada país. China es una potencia mundial que, dirigida por el PCCh, sigue la determinación revolucionaria original de «Servir al Pueblo», pero no es lo mismo para nuestros países. «Ganar» en el Sur Global, en general, es una ganancia para las élites locales, que históricamente han controlado los Estados, agentes exclusivos de la diplomacia institucional china. Del mismo modo, «ganar» para las empresas chinas con ánimo de lucro tiende a chocar con los intereses de la población de los territorios donde se establecen, especialmente los vinculados a la explotación de commodities.

Estas contradicciones deben ser explicitadas, tensionadas y superadas. Como fuerzas de izquierda, no podemos ser antidialécticos y «congelar» nuestras elaboraciones en el estadio de la negación. Esta plataforma institucional de carácter internacionalista, en diálogo con procesos regionales emancipatorios nacionales y revolucionarios como el ALBA, puede producir la elaboración más avanzada de nuestro tiempo.

Las fuerzas del bloque imperialista, por su parte, tratan de bloquear este desarrollo común colectivo insistiendo en desestabilizar la soberanía de los países, fomentando las guerras e impidiendo los acuerdos mundiales sobre la crisis ecológica. Y, en lo que concierne a este artículo, buscan esencialmente controlar privadamente los fundamentos de la nueva revolución tecnológica para continuar su dominación del modo de producción capitalista.

Por eso recurrimos a Gramsci para entender por qué, de hecho, este frente unido imperialista debe ser calificado de fascista. El líder socialista italiano entendía el fascismo como una forma histórica producida por las élites del capitalismo europeo periférico, que fracasaron en su intento de ponerse a la altura del desarrollo capitalista más avanzado de la época (Inglaterra y EEUU). Buscando un paralelismo didáctico, Silicon Valley tiene claro que sus líderes pueden ser superados tecnológica y políticamente por el Sur Global y, por ello, necesitan intensificar su política -antes mínimamente velada- y apostar por la beligerancia para cambiar las tendencias del movimiento de la historia. A esto se suma la incapacidad del capitalismo financiero de sostener su propio modelo de enriquecimiento y crecimiento frente a las brutales contradicciones políticas, económicas, sociales y ambientales que su dinámica genera, imponiendo la necesidad de gobiernos fascistas para garantizar su intento de reproducción.

La rebelión de los datos y la soberanía digital popular

Cabe señalar el lugar que ocupamos actualmente en esta dinámica. No solo nuestra vida cotidiana y nuestras comunicaciones tienen lugar ahora en plataformas estadounidenses (Facebook, Instagram, Gmail), lo que genera enormes cantidades de datos para estas empresas cada segundo. Tampoco disponemos de infraestructuras de almacenamiento de datos y capacidad computacional para procesarlos, aparte de contratar las “nubes” de Amazon, Microsoft y Google. Los datos de las personas que interactúan con el Estado brasileño, ya sea a través de aplicaciones y portales como “SouGov”, a través de los correos electrónicos institucionales del 79% de las universidades públicas o incluso en los procesos judiciales, se entregan para alimentar los centros de datos y los grandes modelos lingüísticos de las corporaciones estadounidenses.

Por otro lado, es crucial no caer en el fetichismo, como decíamos antes. La brutal y cómica descripción que hace Lulú Massa del ser humano como una fábrica productora de mierda al comienzo del clásico La Clase Obrera va al Paraíso ilustra el poder de la alienación producida sobre los trabajadores en la dinámica fabril del capitalismo industrial. El poder y la escala de la alienación han aumentado sin duda en la etapa actual del capitalismo de datos, ya que la separación de la masa trabajadora de los medios de producción contemporáneos es aún mayor.

Pero tengamos claro que los datos, sus mecanismos de extracción y producción, los algoritmos, son todos medios de producción que han elevado sin precedentes la composición orgánica del capital, pero siguen dependiendo totalmente de la fuerza de trabajo y de la naturaleza. Somos los seres humanos quienes debemos gobernar este desarrollo, y ésta es una de las tareas centrales de las organizaciones que luchan por la transformación socialista de la sociedad. China está trazando un camino. ¿Qué camino trazaremos nosotros, las organizaciones populares de Brasil?

Nuestra apuesta es que necesitamos una cierta rebelión de los datos, organizada por los movimientos y colectivos que producen la materialidad de la vida en nuestro país. Debemos retomar el control de los datos -que han sido silenciosamente confiscados- que se producen desde nuestros territorios, desde nuestras formas de producción y reproducción de la vida.

Debemos entender, en primer lugar, que no se trata de una cuestión técnica, de especialistas o exclusivamente de colectivos directamente vinculados al mundo digital. Todo lo que hoy es sólido y todo lo que hoy se deshace en el aire, progresivamente podrá ser procesado digitalmente, por lo que todas nuestras organizaciones deben aumentar paulatinamente su capacidad crítica para comprender esta nueva etapa del capitalismo.
Además de comprender el metabolismo del capital en este periodo de la historia, debemos profundizar en nuestra comprensión colectiva de la forma antagónica más avanzada, que es la experiencia china. Actualmente, las organizaciones populares tienen sus propios mecanismos de intercambio con sectores chinos que participan activamente en este debate. Pero es fundamental presionar al gobierno brasileño para que refuerce su cooperación con China en este ámbito y con una perspectiva popular.

No estamos hablando de una agenda ajena al gobierno. Estuvo en el centro de la visita del Presidente Xi Jinping en noviembre pasado. La Inteligencia Artificial es también uno de los temas centrales de la presidencia brasileña de los BRICS. Poner una perspectiva popular en esta construcción diplomática debe ser una agenda política urgente en 2025, ya que las bigtechs del imperio están haciendo sonar los tambores de guerra y actuarán con la misma rapidez para consolidar su dominio sobre Brasil – incluyendo el apoyo abierto a los sectores fascistas nacionales.

Por último, el avance de las fuerzas populares brasileñas en esta agenda también debe tener en cuenta mucho de lo que ya han construido los grupos que llevan años librando esta lucha. Por ejemplo, en oposición al orden imperialista del colonialismo digital, la propuesta de soberanía digital está ganando terreno en Brasil e implica, como nivel mínimo, la propiedad y el control sobre los datos, la localización y propiedad de las infraestructuras de almacenamiento y procesamiento de datos en el territorio nacional, la inversión en formación y capacidad computacional. Debemos tener cuidado con las trampas de las propuestas que incorporan uno de estos puntos de forma aislada, en la conocida y recurrente práctica de la automaquillaje (verde, lila) por parte de las empresas transnacionales. Es el caso de Microsoft y Oracle, que ahora ofrecen “nubes soberanas”, en las que la localización de los datos puede permanecer en el país, pero siguen transfiriéndose internacionalmente.

Una agenda popular para la soberanía digital significa, por tanto, recuperar el control sobre los datos y los territorios en los que se producen. Al mismo tiempo, significa luchar por la inversión pública para que las organizaciones populares y la clase trabajadora no sean meros usuarios de las tecnologías, sino que participen activamente en el proceso de producción de los modelos. Es fundamental conseguir estructuras públicas que profundicen en el conocimiento de los parámetros de los sistemas algorítmicos, pero que también garanticen a las organizaciones la posibilidad de negar, alterar y crear nuevos modelos que respondan a las necesidades y a la diversidad de concepciones tecnológicas que pueden guiar nuestro papel como sujetos de las innovaciones tecnológicas.

No hay espacio para procesos autárquicos, puramente nacionales. Sin embargo, el pueblo brasileño está en condiciones de contribuir fuertemente – comenzando en América Latina y a través de nuestros esfuerzos populares de integración regional – a la construcción de una sociedad global que coordine estos nuevos medios de producción, recuperando su soberanía digital al revertir la entrega de nuestros datos a las transnacionales imperialistas y consolidando esta construcción conjunta como Sur Global. El bloque imperialista ya ha hecho sus anuncios. No hay que asustarse si nos desafiamos a construir un plan sobre cómo vamos a superarlos.

[1] MORENO, T.; ZARREF, L. Los multimillonarios de la tecnología se unen contra la soberanía digital del Sur Global. Revista Estudos do Sul Global, v. 5, n. 1. Mar/2025. En Prelo.