Lula asumió este domingo su tercer mandato como presidente de Brasil y las calles estuvieron repletas de militantes y simpatizantes. Alrededor de 300 mil personas acompañaron la ceremonia y la fiesta posterior. El actual presidente remarcó que es importante defender la democracia y reconstruir Brasil de nuevo.
Para transmitir un poco de la esperanza popular que se sintió en Brasilia dialogamos con Camila Escalante, editora de Kawsachun News y corresponsal en Latinoamérica de PressTv, quien nos comentó que “Brasilia fue invadida por los ‘lulistas’”, pese a que esta es una ciudad que votó a Bolsonaro en las elecciones.
“Los movimientos sociales llegaron en micros y en caravana e incluso acamparon en Brasilia, como el MST, que acampó en el estadio Garrincha durante tres días y celebró una serie de festejos, con actuaciones musicales y discursos en directo y con la presencia de líderes indígenas, organizaciones LGBT y otras comunidades. Creo que los movimientos son conscientes del papel que desempeñaron, sobre el terreno, en la campaña para devolver a Lula a la presidencia”, sostuvo Escalante en diálogo con ARG MEDIOS.
La periodista también manifestó que “la gente estaba absolutamente alegre y era el lugar ideal para pasar el Año Nuevo. Había cánticos por todas partes, incluso en el patio de comidas del Shopping Brasilia, en la autopista la gente tocaba sus bocinas y sacaba banderas rojas por la ventanilla y todo el mundo llevaba camisetas del movimiento social, de Lula y del PT.
Los movimientos sociales llegaron en micros y en caravana e incluso acamparon en Brasilia
Escalante agregó que si bien hubo un momento (en pleno proceso electoral) en que la gente incluso tenía miedo de vestirse de rojo por temor a la violencia política, la victoria de Lula “ha dado a la gente la confianza para salir y vestirse de rojo, pero también para reclamar la bandera brasileña y sus colores, de los que se han apropiado durante algún tiempo las fuerzas de Bolsonaro”.
La misma sensación tuvo la fotoperiodista de Midia NINJA, Nívea Magno, quien expresó que “miles de personas, procedentes de las más diversas y distantes regiones”, estuvieron en la capital del país para participar en la toma de posesión del presidente democráticamente elegido para verlo subir la rampa del Palácio do Planalto y recibir la banda “de manos de los legítimos representantes del pueblo brasileño, haciéndolos sentir de nuevo parte de la Nación”.
Mientras en Brasilia se estaba realizando esta fiesta popular, el expresidente Jair Messias Bolsonaro escapó de la ceremonia de asunción de Lula y se estableció en Florida, Estados Unidos, dos días antes. Luego de un discurso de despedida donde llamó a oponerse al próximo gobierno, sostuvo que su sector, “perdió una batalla pero no la guerra”. Al igual que Donald Trump, Bolsonaro nunca asumió la derrota en las últimas elecciones presidenciales.
Lula y las emergencias que deja Bolsonaro
La presidencia no fue el comienzo de la carrera política de Jair Bolsonaro, quien se desempeñó como diputado desde 1990. Sin embargo, el expresidente tomó más relevancia como un líder de la derecha brasileña luego de su votación en el Impeachment de Dilma Rousseff, donde dedicó su voto al Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, torturador de la propia ex presidenta durante la última dictadura militar en Brasil (1964-1985).
El juicio político a Dilma comenzó en 2015 y terminó en agosto de 2016, fue acusada de irregularidades presupuestarias en su gobierno y el Congreso la destituyó. El vicepresidente de su fórmula, Michel Temer, asumió la presidencia hasta las elecciones de 2018. Con el gobierno de Temer se profundizó el ajuste en la inversión pública y el salario de los trabajadores, además se movilizó el sector educativo y el del trabajo ya que no sólo promovió recortes, sino que modificó leyes que terminaron perjudicando a gran parte de la población.
No sólo en el terreno político fue difícil para el Partido de los Trabajadores (PT), sino que también ocurrió en el judicial. Tras una condena judicial en un proceso plagado de ilegalidades y conducido por un juez considerado sospechoso por el Tribunal Supremo (STF), Lula se enfrentó a 580 días de prisión y se le impidió presentarse a las elecciones de 2018, cuando lideraba las encuestas.
Allí, el PT decide elegir como candidato al ex ministro de educación Fernando Haddad, quien termina perdiendo contra Jair Bolsonaro en una segunda vuelta que quedó en 55,21% para el expresidente y 44,79% para Haddad.
Lula se enfrentó a 580 días de prisión y se le impidió presentarse a las elecciones de 2018
De esta forma comenzó la gestión de Bolsonaro, en un país extremadamente polarizado y antipetista, lo que para él se convertiría en un terreno fértil para esparcir su violencia. Vale aclarar que en estos cuatro años, Brasil transitó la pandemia de COVID-19 con un presidente negacionista y antivacunas, que fue denunciado por inacción y crímenes contra la humanidad por el rol que tuvo en medio de una crisis sanitaria que dejó más de 600 mil muertes.
Además de la pésima gestión de la pandemia de COVID-19 y la violencia política, el gobierno de Bolsonaro también deja consecuencias luego de varios recortes en universidades nacionales y en la cartera de salud.
La fotoperiodista y comunicadora brasileña, Nívea Magno, sostiene que el escenario político en Brasil después de Bolsonaro, “es de destrucción total del Estado”. Por lo tanto, a diferencia de las últimas administraciones (2003-2011), Lula tendrá más dificultades. Esto se debe a que en Brasil existe un 58,7% (más de la mitad de su población) sin la certeza de tener alimentos.
Magno agrega que en “importantes áreas como la educación, la sanidad, la vivienda, la seguridad pública han quedado totalmente destruidas durante los últimos cuatro años. Los retos para el nuevo gobierno también los plantea el diálogo con sus bases sobre las alianzas formadas en el proceso electoral. Por lo que se ve, la lucha contra la violencia bolsonarista, no sólo para Lula, el PT y la izquierda, sino para todos los que defienden el estado democrático de derechos”.
Más allá de las expectativas a nivel regional, es cierto que Lula tiene un enorme desafío que sobrellevar hacia adentro de Brasil. Después de todas las especulaciones, logró asumir su tercer mandato y eso fue una gran demostración de fortaleza democrática de la sociedad brasileña. Al respecto, Magno manifiesta que debido a la movilización popular, “vimos renacer en parte de la población la fe en que Lula puede devolver al pueblo brasileño la dignidad que le fue robada en los últimos años”.