La operación militar de Rusia en Ucrania tuvo como uno de sus principales objetivos lo que el presidente Vladimir Putin denominó como “desnazificación del país”. A partir de las constantes hostilidades de Kiev contra los territorios reconocidos en los Acuerdos de Minks como autónomos en la región de Donbass -que al momento ya se cobra más de 15 mil vidas de civiles-, sumado al avance que la OTAN viene concretando cada vez más cerca de la frontera rusa, la reacción de Moscú en el territorio ucraniano finalmente llegó.
¿A qué se refiere Putin y los miembros de su gabinete cuando hablan de desnazificar Ucrania? Sucede que desde el golpe de estado al ex presidente Viktor Yanukovich en 2014, diferentes fuerzas y grupos paramilitares de nacionalistas ucranianos anti rusos comenzaron a ser institucionalizados para dotar de cierta fortaleza al gobierno que se estaba formando bajo la tutela de Occidente.
Fue así como estos grupos comenzaron a ganar espacio dentro del gobierno: en primer lugar se encuentra el Batallón Azov, considerado la fuerza de élite de la Guardia Nacional ucraniana a la cual se incorporó en 2014 y el brazo paramiliar del partido Cuerpo Nacional. Por otro, Dnipro-1, acusado por Aministía Internacional de cometer tortura e inanición de civiles como método de guerra.
Vale aclarar que estos no son los únicos grupos relacionados directamente a ideas facistas e identificados con simbología nazi, pero sí los más importantes.
Además de ser formalmente institucionalizados, estos grupos ganaron asistencia, entrenamiento y armamento por parte de Estados Unidos para que pudieran continuar con la ofensiva en los territorios separatistas. Esta vez de manera más sanguinaria y efectiva y sin la necesidad de enviar soldados para continuar la ofensiva contra Rusia.
La penetración de estos grupos neonazis en el gobierno ucraniano no se limitó a las fuerzas de seguridad, sino que escaló a los más altos cargos del gobierno y del parlamento. Es el caso de Andrei Beletsky, fundador del partido Cuerpo Nacional, líder del Batallón Azov y del partido Patriotas de Ucrania, quien actualmente es diputado en el parlamento ucraniano.
Otra de las figuras neonazis con fuerza política dentro de Ucrania es Andriy Parubiy, quien cofundó y dirigió el Partido Social-Nacional de Ucrania (posteriormente rebautizado como Svoboda, a instancias de Washington para que este lograra mayor “aceptación”) y Patriota de Ucrania, cuyos miembros acabarían formando el núcleo de Azov.
Vadim Troyan es otro de los nombres del neonazismo dentro del gobierno ucraniano. Troyan era uno de los principales integrantes del batallón Azov hasta 2014, cuando fue nombrado jefe de la Policía Nacional para la región de Kiev y luego fue ascendido a viceministro del Interior.
Si bien el propio presidente ucraniano desmintió la naturaleza neonazi de su gobierno alegando su propia descendencia judía -como si el sionismo que gobierna Israel no tuviera vínculos con el nazismo- tanto la violencia y persecución contra la población rusófona en el país como la defensa de estos grupos neonazis por parte del propio gobierno ucraniano, echan por tierra cualquier desmentida de estas acusaciones.
Neonazismo a la Kiev
A diferencia del nazismo alemán, cuya obsesión por eliminar a las personas de origen judío llevó al levantamiento de campos de concentración y al exterminio de cerca de seis millones de personas, los nazis ucranianos tienen como objetivo eliminar a los rusos y ucranianos de origen ruso que habitan el territorio.
A pesar de estas diferencia, estos sectores comparten con el nazismo alemán la obsesión por la supremacía blanca, el odio a los gitanos, negros y grupos LGBT y la simbología que curiosamente se repite en los slogan y banderas de ambos bandos.
Si bien estas presentan similitudes, según explica el analista de geopolítica Pepe Escobar en un artículo, el nazismo alemán y el ucraniano son ideologías que compiten: “Lo que ocurrió desde el Maidán en 2014 es que la CIA se centró en incitar al odio a los rusos mediante cualquier grupo marginal que pudiera instrumentalizar. Así que Ucrania no es un caso de nacionalismo blanco, sino de un nacionalismo ucraniano antirruso, que a efectos prácticos se manifiesta a través de saludos y símbolos de estilo nazi”.
Además del odio contra los rusos alimentado por occidente, el gobierno ucraniano presenta otras características que lo asemejan con el régimen nazi alemán y con otros gobiernos autoritarios.
Según explica la analista de geopolítica Micaela Constantini, en 2015 el gobierno ucraniano prohibió los partidos comunistas al tiempo que los diputados comunistas fueron expulsados del Parlamento por denunciar el golpe de 2014. En 2016 se aprobó una ley de descomunización y se demolieron monumentos al tiempo que se criminalizaron los símbolos, bandera e himnos e incluso se modificaron los nombres de más de 20 ciudades y 40 pueblos.
Durante el gobierno de Petro Poroshenko, el parlamento de Ucrania llegó a aprobar una nueva ley de educación que establecía el idioma ucraniano como lengua prioritaria en las instituciones de enseñanza en todo el país. Dicha iniciativa irritó no sólo a Moscú, que salió a repudiar inmediatamente, sino a los gobiernos de otros países que tienen frontera con Ucrania debido a la diversidad de lenguas que se hablan en el territorio ucraniano. En 2020 Zelensky llegó a firmar una ley que contempla la eliminación total, aunque gradual, de todos los idiomas de minorías étnicas del sistema educativo.
En 2018 en la ciudad de Leópolis, considerada la cuna del nacionalismo ucraniano y principal capital del oeste de Ucrania, el parlamento local aprobó una moción para prohibir libros, películas y canciones en el idioma ruso e impuso una moratoria a la utilización y transmisión pública de cualquier contenido en lenguaje ruso.
Ya en 2021, el parlamento aprobó una ley sobre pueblos autóctonos, que reconoce a las comunidades étnicas conformadas en este país, portadoras de una lengua y cultura distintivas y que “no cuentan con una formación estatal propia” en el extranjero. Según esta definición, los ucranianos de origen o descendencia rusa no pueden ser considerados como pueblo autóctono del país porque existe un Estado ruso.
También durante 2021 el gobierno ucraniano prohibió y censuró los canales de televisión de lengua rusa como 112 Ukrania, ZIK y NewsOne, opositores a la línea nacionalista del gobierno, al tiempo que los periodistas de estos medios fueron agredidos y catalogados de ‘propagandistas extranjeros’. A su vez, el gobierno ucraniano llegó a prohibir la difusión de literatura que apuntara la responsabilidad de organizaciones y líderes nacionalistas ucranianos en la matanza de judíos durante la segunda Guerra Mundial.
Tras el inicio de la operación militar rusa, el presidente Zelenski anunció la suspensión de las actividades de partidos políticos de oposición y simpáticos a Rusia en todo el territorio ucraniano. “Las actividades de los políticos dirigidas a la discordia y la colaboración no tendrán éxito, se enfrentarán a una dura respuesta”, decretó el ex humorista. “Por ello, el Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania decidió, teniendo en cuenta la gran escala de la guerra desatada por la Federación Rusa y las conexiones entre ésta y algunas estructuras políticas, suspender las actividades de una serie de partidos políticos durante la ley marcial”.
Si bien no deja de llamar la atención el ensañamiento del gobierno con Rusia durante los últimos años, teniendo en cuenta los lazos culturales e históricos que unen a ambos países, existe una tradición retomada por los extremistas del país que da cuenta de la actual situación.
Bandera y el pasado nazi que el gobierno busca ocultar
Con el inicio de la segunda Guerra Mundial, varios líderes nacionalistas ucranianos enfrentados con el entonces líder de la Unión Soviética Joseph Stalin –responsable por las hambrunas provocadas en 1929 conocidas como Holodomor– vieron el avance de Alemania sobre Europa como una oportunidad para concretar su independencia.
Uno de los partidos independentistas del momento era la Organización de los Nacionalistas Ucranianos (OUN), quienes vieron en la invasión alemana a Polonia una oportunidad para consolidar la autonomía del territorio. Una de las figuras de mayor destaque dentro de la OUN fue Stepan Bandera, quien se unió a la organización a fines de la década de 1920 y fue quien empujó las movilizaciones contra el gobierno polaco en la antigua región de Galitzia, hoy territorio ucraniano conocido como Leópolis.
Según explica Rodrigo Ianhez, especialista en el periodo soviético formado en la Universidad Estatal de Moscú, “tras el avance nazi hacia el este, Bandera comenzó a colaborar con el nazismo. Fue reclutado por la inteligencia alemana para ayudar en la toma de Galitzia y durante las primeras semanas de la ocupación unos 7.000 judíos fueron asesinados sólo en la ciudad de Lvov”.
Si bien el líder nacionalista llegó a ser encarcelado en un campo de concentración por su insistencia en continuar con el proceso de independencia de Ucrania, los batallones de las SS y el ejército insurgente ucraniano -ambos apoyados por Bandera y los nazis- lograron avanzar y en 1941 tomaron Kiev. La OUN y las fuerzas inspiradas por los nazis fueron las causantes de la masacre de Babi Yar, donde 33.000 judíos fueron asesinados en dos días.
El analista Ianhez apunta que cuando los soviéticos avanzaron hacia el oeste ucraniano, los nazis liberaron a Bandera para colaborar contra el Ejército Rojo. Las tropas soviéticas lograron vencer a los nazis y Bandera pasó a la clandestinidad con el apoyo de los guardias de seguridad de las SS. “Incluso se sospecha que habría recibido ayuda del servicio secreto británico” comenta el analista. Ya en 1959, el líder ucraniano es asesinado por el KGB.
Lejos de ser repudiado por su pasado nazi, Bandera fuereconocido como héroe nacional en 2010 bajo el mandato de Viktor Yuschenko por haber incentivado y promovido la independencia de Ucrania. Actualmente, la cara del líder colaboracionista aparece en estampillas postales y en carteles de las fuerzas paramilitares ucranianas.
En 2015, el Parlamento aprobó una ley que convertía a la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) y el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA) en héroes de Ucrania, convirtiéndo en delito la negación de su heroísmo. A su vez el Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional, viene institucionalizando el encubrimiento de los colaboradores nazis mientras que a mediados de 2018, el Parlamento presentó una exposición en la que se conmemoraba la proclamación de cooperación de la OUN con el Tercer Reich en 1941.
Los vínculos del gobierno ucraniano con organizaciones neonazis y el revisionismo histórico de los últimos años en favor de los colaboracionistas del nazismo dan cuenta de una estrategia. Por un lado, desde occidente no sólo se estimula sino que se financia y entrena a grupos como el Batallón Azov para avanzar sobre territorios rusos de forma violenta y garantizando su invisibilización mediática. Por el otro, desde el gobierno ucraniano se aprovecha la fortaleza de estos grupos extremistas y la asistencia que llega desde occidente para mantenerse en el poder.
La desnazificación de Ucrania que se exige desde Rusia obedece tanto a la desinstitucionalización de los grupos neonazis como a la desarticulación de la influencia occidental, clave en este proceso, en el gobierno de Ucrania.