La entrega de los premios Oscar en los últimos días dejó un sabor amargo para el pueblo argentino. La nominación de la película Argentina 1985, dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Ricardo Darín, como mejor película extranjera y la posibilidad de conquistar un nuevo premio de la academia, generó ilusión no sólo por el peso de este premio sino por el tema que la película aborda.
Al tratarse del juicio a la junta militar que gobernó el país entre 1976 y 1983 y que torturó y desapareció a 30 mil personas durante dicho período, la pieza audiovisual no sólo ofrece un recorrido por uno de los momentos históricos más trascendentales de la historia argentina sino que llega a emocionar tanto por el desempeño de los actores, la elección de la música y la fotografía de un país que vibraba al ritmo de los años 80.
Con el ingreso de la pieza al grupo de obras preseleccionadas para disputar el Oscar a mejor película extranjera, la ilusión se abrió lugar y permaneció intacta hasta el momento en el que se anunció el ganador. La obra Sin novedad en el frente, del director Edwar Berger, basada en la novela Erich Maria Remarque fue la elegida por la academia en esta categoría, haciendo que el sueño argentino por alcanzar la tercera estatuilla dorada se viera postergado, una vez más.
Lejos de cuestionar la legitimidad de la victoria del filme alemán, resulta necesario impulsar algunas reflexiones sobre la característica de este premio. “Los Oscar son los premios de la industria, no es un festival de cine, como el festival de Cannes, que premia películas y esos premios le dan acceso a esas películas a entrar al canon de las que son consideradas mejores películas del tiempo contemporáneo”, explica Sofía Ferrero Cárrega, crítica de cine y directora artística del Festival de cine Al Este.
Al ser premios de la industria, la academia hollywoodense determina modos de hacer para el resto de las industrias cinematográficas, algo que aparece con más frecuencia en los países donde más instalada está esa cultura hegemónica. No es casualidad que desde 1948 hasta la fecha, 54 de las 59 estatuillas entregadas en la categoría mejor película extranjera hayan sido para películas europeas.
“Todas las películas que luzcan similares a las películas de Hollywood son usualmente las que ganan, no suelen ganar películas que sean muy independientes o que sean muy diferentes de esa forma de hacer”, explica Cárrega. La especialista apunta también para el caso concreto del filme surcoreano Parasite, que en 2019 se llevó varias estatuillas. “Esa es una película que tiene los códigos súper hollywoodenses con temas muy coreanos, pero el acabado muestra que es una película que tiene millones de dólares encima y con muchísima producción”.
En ese sentido, Cárrega apunta que ese es el caso también de Sin novedad en el frente. “Esa fue una película extremadamente cara de hacer”. Salvo contadas excepciones, quienes logran alzar el premio son los hacedores de cine con estas características, lo cual no le quita prestigio a los ganadores pero sí establece una forma de hacer donde la regla es la condición.
Guerras que sí, guerras que no
Por otro lado y teniendo en cuenta el contexto mundial actual, no deja de ser interesante advertir ciertas cuestiones. En plena guerra comercial de occidente contra Rusia y China, la industria cultural norteamericana decide otorgar el premio a mejor película extranjera a una obra cuyo contexto es el de la Primera Guerra Mundial, conocida por ser una guerra de trincheras con millones de muertos y enfrentamientos directos en el campo de batalla. Para la industria cinematográfica -y para el país donde se desarrolla- lo que se busca es alimentar la idea de que la guerra es tal cuando tiene estas características.
Al tratarse de la Primera Guerra Mundial, en la cual Estados Unidos se consolidó como el gran ganador por su intervención a favor de los aliados y por lo que esta victoria significó en términos de poderío, vemos otro de los muchos intentos del imperialismo norteamericano por fortalecer esa versión de la historia. Argentina 1985 también habla de una guerra, sólo que no de aquellas que a Estados Unidos le gusta recordar sino de las que el propio Estados Unidos impulsó y financió, motivo por el cual no merece ser reconocida.
Lejos de plantear que fue este el parámetro en la elección de mejor película extranjera, lo que queda claro es que estos premios no sólo determinan modos de hacer películas sino que buscan seguir el hilo de la historia vista desde una óptica hegemónica.
No se trata de un premio a la creatividad, por más de que muchos de los ganadores lo sean con justicia, sino de reconocimientos para continuar en el sendero del cómo y qué contar para figurar entre los más destacados de la industria hollywoodense.