“El actual comité de crisis es igual a los once anteriores que se hicieron. Se habla de operativos conjuntos y nunca hay información compartida porque las fuerzas federales se desconfían mutuamente, y a su vez estas desconfían de la fuerza provincial. Solo servirá para introducir el viejo plan de Estados Unidos de militarización y control federal de los territorios”, Carlos Del Frade, periodista especializado en la trama narco rosarina ve con desconfianza las teatrales operaciones que el gobierno nacional, con Patricia Bullrich a la cabeza, ha montado en la Chicago argentina.
Es que han sido muchos los operativos, y esta escalada de tiros, droga y muerte lleva más de diez años preocupando a todos los rosarinos. “Cinematográfico operativo antidrogas de Berni en Rosario”, tituló La Política Online el 9 de abril de 2014. “Vinimos a hacer un desembarco pacífico”, declaró el entonces mandamás del Ministerio de Seguridad. Desplegó 3000 efectivos de distintas fuerzas federales, helicópteros, camiones y un avión de última generación. Ese día los allanamientos apuntaron exclusivamente a los barrios pobres de la ciudad y tuvieron como blanco a los búnkeres donde se vende la droga. Al poder político local, a la policía provincial, a la justicia o el empresariado, es decir, a los verdaderos beneficiarios del negocio narco, ni siquiera osó rozarlos.
En 2015 llegó el primer tiempo para Patricia Bullrich. La tasa de homicidios dolosos (los que se cometen con intención) cada 100 mil habitantes fue del 18,64 en 2015, al finalizar la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, y del 13,16 en 2019, cuando terminó la gestión de Cambiemos, con Bullrich como ministra. Una disminución del 29,4%. La cantidad de víctimas de homicidios en la ciudad de Rosario se redujo un 28,2% entre 2015 y 2019, al pasar de 234 a 168 muertes, de acuerdo a la información oficial.
Podría decirse que los números de la gestión Bullrich son buenos, no obstante hay objeciones. Algunos expertos relacionan la tendencia a la baja en la tasa de homicidios violentos registrada en los últimos años con un perfeccionamiento de los mercados ilícitos tradicionales en la Argentina (como el robo de celulares o autopartes, entre otros) que dejó de lado a la violencia letal como opción. Ósea un perfeccionamiento en el método criminal.
Para muchos especialistas no fue precisamente la política de mano dura la causante de la caída en las tasa de homicidios sino el acuerdo de las bandas entre sí, y centralmente, de elementos de las fuerzas de seguridad con las mismas. Lo mismo se le remarca al faro centroamericano de la gestión Bullrich, el presidente salvadoreño Nayib Bukele. Durante la gestión albertista los números no mejoraron. En ocho de cada diez homicidios que tuvieron lugar en la ciudad durante el año 2022 se emplearon armas de fuego. La tendencia de la tasa de homicidios del 2019 al 2023 fue ascendente.
La singularidad de Rosario es la violencia, no el negocio del narcotráfico. En Rosario no hay cocinas de droga, es un centro de acopio y distribución. Lo que se exporta sale por los puertos y lo que sobra se narcomenudea en los barrios. Proliferan las armas de fuego, y la policía provincial ya no es señalada como cómplice sino como participe directa en el negocio narco ¿Pero por qué Rosario volvió a ser tapa de los diarios? ¿Por qué se recrudeció la violencia vinculada al narcotráfico?
“Lo que estamos viendo es una escalada política del conflicto territorial de 47 bandas narcopoliciales barriales que son los eslabones inferiores de la cadena de comercialización del narcotráfico. Acá no hay carteles, acá no hay narcoterroristas. Se trata de bandas barriales construidas a partir de nichos corruptos de la policía, que luego de la alteración de los controles penitenciarios de alto perfil, decidieron dar un mensaje político y apuntar al gobierno”, sostiene Del Frade.
“La seguidilla de asesinatos son un hecho novedoso porque exhiben un elemento hasta ahora desconocido: las bandas que hasta ayer regaban de sangre los barrios por sus disputas intestinas, hoy se habrían organizado para negociar mayor flexibilidad en las condiciones de encierro con un gobierno que, sin tener un control efectivo de las calles, de su policía (dos de los hechos fueron perpetrados con balas de la PSF), del servicio penitenciario, parece más preocupado por el marketing y el rédito inmediato que por la templanza y seriedad” analiza la concejala por Ciudad Futura, Caren Tepp.
El problema del narcotráfico en Rosario está íntimamente relacionado a la desigualdad, y la necesidad de construir una agente social (el narcoterrorista) para el control territorial interno, sin escatimar en la generación de operativos dignos de una película de acción pero con escaza efectividad.
“Alberto Fernández anunció para Rosario algo que conceptualmente positivo: abrir una sede de la UIF en Rosario y enviar, además de agentes federales, la Compañía de Ingenieros del Ejército para colaborar en la urbanización de los barrios populares ¿Qué pasó? Nada. No se hizo nada o se hizo poquísimo. Nada de eso quedó en la ciudad. La gente está muy cansada y con sobrada razón. No hay más margen para simulacros en este estado de cosas” denuncia Tepp.
“El gobierno nacional lo que hace es llevar a cabo el plan propuesto por Estados Unidos, y en eso se va a llevar puesto a cualquier tipo de administración que niegue esa posibilidad”, asegura Del Frade. Cabe preguntarse entonces: ¿Hay posibilidades reales de cartelización de la narcoestructura en Argentina? ¿Es el narcotráfico en Rosario la excusa para la introducción del modelo de control y militarización impuesto por la Administración de Control de Drogas (DEA)? Y lo más importante ¿Hay posibilidades de frenar la violencia en Rosario desde una mirada alternativa?