Barajar y dar de nuevo: todo el pasado por delante

Los cuatro años que se avecinan requerirán de toda la creatividad del campo popular. La tarea: fabricar nuevas formas de hacer política e impulsar liderazgos que se obstinen en buscar lo mejor para el pueblo.

Lo dimos todo. No alcanzó. Sergio Tomás Massa demostró incluso ser un candidato al que le quedaba bien el traje de candidato progresista a tono con los vientos que corren en nuestro continente en Brasil, Colombia, Chile y por un breve tiempo Perú con Pedro Castillo. No alcanzó. La angustia de una población trabajadora con bajo desempleo pero, por el contrario, sobreempleada y una inflación estresante del 140% anual, fue el caldo de cultivo perfecto.

Ni siquiera hizo mella la propuesta de terminar con la tan señalada “grieta” que dividía a la Argentina en kirchneristas y no kirchneristas desde hace al menos 15 años. Ese discurso ideológico queda muy bien para los canales de televisión y las “roscas” en ámbitos periodísticos o de decisión política. A la hora de decidir el voto, el pueblo nunca se equivoca: si puedo vivir mejor y mejorar mi nivel de vida, es por ahí. 

“Los dirigentes piensan, las masas sienten”, dijo Juan Domingo Perón. Varios dirigentes del peronismo lo tuvieron presente durante estos cuatro años de gobierno. Algunos con mucho poder de decisión no lo tuvieron tanto. Seguramente ninguno imaginó que ese sentimiento sería de un enojo tan visceral que llegaría al punto de dar la espalda a una vicepresidenta que compara a los 30 mil desaparecidos con un dibujo animado y relativiza el terrorismo de Estado. 

Con el pesimismo de la razón

Las calles serán nuevamente escenario de momentos históricos para nuestro país. Si el plan económico de Macri no cerraba sin represión, el de Milei directamente comienza con ella y deriva en un ajuste fiscal “más feroz que el que pide el FMI”. El plan motosierra es regresar a esa Argentina preperonista: sin indemnizaciones, sin paritarias, sin gremios fuertes, sin derechos laborales. 

De todas formas hay que decirlo: una buena parte de la población Argentina hoy no goza de muchos de esos derechos por una multiplicidad de razones. En primer lugar por los altos niveles de informalidad que no se pudieron resolver y que se fueron configurando con el correr de las décadas, pronunciadamente luego de la primera ola neoliberal de los 90 y consolidada con el macrismo. También el deterioro del funcionamiento de todo lo público como es el caso de la educación y la salud (también desfinanciadas durante los 90)  aportaron a que el discurso de los “derechos adquiridos” sonara a una ficción más propia de una serie de Netflix que a la realidad palpable. 

Es curioso: si bien el Estado argentino tiene su origen en la ideología liberal política (de la cual ciertamente Alberdi, Roca y Mitre fueron grandes exponentes) nunca un espacio político se propuso desguazar y destruir al Estado mismo desde adentro. Ni siquiera el padre fundador del liberalismo económico Adam Smith prescindía del rol del Estado en una economía. 

Acaso las posiciones explicitadas por Nicolás Pino, Presidente de la Sociedad Rural y el juez de la Corte Suprema Horacio Rosatti que fueron leídas como apoyos a Sergio Massa en realidad buscaron marcar la cancha a un Milei que estaba a las puertas de la presidencia con discursos que bordeaban la linea de cal de la cancha democrática. En el discurso de victoria del 20 por la noche Milei dio señales de sobriedad en el sentido del respeto a la propiedad privada, el comercio libre y el trabajo “codo a codo” con las” naciones del mundo libre” (léase EE UU y aliados). 

Milei también fue taxativo al decir “sabemos que hay gente que quiere resistir esto” y sentenció: “A todos ellos dentro de la ley todo, fuera de la ley nada. En esta nueva Argentina no hay lugar para violentos”. Su vicepresidenta es negacionista y reivindica el accionar de las fuerzas armadas ¿Donde encontrarán sus límites represivos? De nuevo: la represión es el punto de partida. Solo necesitan la excusa perfecta para llevarla adelante.

Optimismo de la voluntad 

Esta elección bien puede ser leída como una exigencia de la población por más Derechos Humanos. Como se señala más arriba en esta columna, algo tan básico como poder acceder a un techo, a un trabajo que alcance para vivir dignamente y que no sea un estrés constante llegar a fin de mes debería ser considerado un derecho básico de la población. Los pueblos nunca se equivocan. Las dirigencias si.   

Justamente la dirigencia política del progresismo/peronismo viene de hacer autocrítica y deberá continuar ese proceso. Pero es urgente pasar rápido la página y comenzar a articular para ampliar la coalición antifascista que busca ser Unión por la Patria. Porque con el “plan motosierra”, tal y como anunciaron los referentes de LLA en su propia campaña del miedo, es retroceder en derechos básicos bajo el argumento de que “alguien los paga” como si una persona pobre con su trabajo estuviera “subsidiando” a un par que no trabaja o trabaja menos.  

El programa económico del FMI, que digita buena parte de la matriz económica argentina, no habla de Derechos Humanos. Su rol en la estructura internacional no es ese. Si en la argentina hay 15 millones de personas bajo la línea de pobreza no es resolver eso su misión. Pero si es el trabajo de los dirigentes políticos, si es que su interés es servir al pueblo para mejorar su vida.

“Primero hay que saber sufrir”, dice el tango. Después también y por último también sufrir podremos agregar en estos tiempos. Este pueblo sabe de resistencias y no sabe rendirse. Pero además, sabe crear soluciones ante la adversidad. Los cuatro años que se avecinan nos requerirán de toda nuestra creatividad para fabricar nuevas formas de hacer política e impulsar liderazgos que realmente se obstinen en buscar lo mejor para el pueblo. En las calles, pero además en todos los espacios cotidianos de trabajo, de la cultura, del deporte, allí nos encontraremos para crear lo nuevo, para recoger las cenizas de nuestros sueños y llevarlos como bandera a la victoria.