Águilas Negras: cuando la ultraderecha se organiza con armas

Utilizan vestimentas militares, realizan entrenamientos en campo abierto, se reúnen con autoridades de Estado y realizan acciones de caridad. Lejos de ser “locos de la guerra”, la presencia de comandos de derecha se multiplica y radicaliza.

Su presentación pública más relevante fue el 2 de abril durante un homenaje a veteranos de la Guerra de Malvinas en Catamarca. Allí coparon el escenario portando armas largas y uniformes militares, confundiendo al público presente con su comportamiento castrense. Para ese momento la organización, que se caracteriza a sí misma como “sin fines de lucro” y una “sociedad para restablecer valores”, ya había llevado a cabo actividades con alumnos de escuelas públicas, ya que su principal objetivo es reclutar “voluntarios” entre los jóvenes.

Su líder es Carlos Chrystuik, dueño del Gym Military Voltage (privilegiado en los subsidios en la pandemia) desde donde comenzó a armar el comando. Chrystuik reivindica públicamente al difunto coronel y líder carapintada Mohamed Alí Seineldín, referente historico del ala nacionalista del ejercito argentino, devoto católico y declarado anticomunista.

El supuesto objetivo de la organización es realizar entrenamiento de montaña para rescate y búsqueda de personas mientras tramitan la personería para “recibir colaboraciones y donaciones”. Se muestran con ropas militares y armas de paintball, usan símbolos como el águila negra, asociada a grupos ultranacionalistas, y se toman fotografías cerca de autoridades de Estado como el gobernador de Catamarca y los jefes de la policía provincial.

“El día 11 del corriente mes, estuvimos presentes en el Acto realizado en la Casa de Gobierno, donde pudimos hacer entrega al Sr Gobernador y al Sr Jefe de Policía un certificado enmarcado para cada uno, donde el mismo gobernador nos dió un broche de oro y el contacto para agilizar nuestra personalidad jurídica”, publicaron en sus redes el 14 de noviembre del 2022. Chrystuik además se mostró orgulloso públicamente junto a la presidenta (en licencia) del PRO, Patricia Bullrich. “Simpleza total y una guerrera”, era el afectuoso texto que acompañaba la foto.

No obstante, Chrystuik desmintió que fueran nazis y amenazó con iniciar acciones legales a los medios que los asimilaron con grupos de extrema derecha. Chrystuik aseguró que fue sacado de contexto y los difamaron, al acusarlos de grupo paramilitar y de utilizar simbología relacionada al nazismo.

Tomando nota del asunto, desde entidades como la Casa de la Memoria, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y el INADI, repudiaron la participación de “Águilas Negras” en el acto conmemorativo a combatientes en Malvinas. Declararon lo sucedido “de una gravedad institucional inusitada”, exhortando a las autoridades judiciales que tomen cartas en el asunto por las posibles acciones ilegales que “ponen en serio riesgo la paz social”.

Ante la presión y la notoriedad mediática, el gobierno provincial tomó cartas sobre el asunto. La diputada del Frente de Todos, Adriana Díaz, ante las dudas generadas solicitó informes sobre el objetivo de esta organización, de las armas que en las fotografías no se distinguen si son réplicas o armas de guerra,  y del uso de “honores” militares sin autorización.

El lunes por la mañana, el Gobierno de Catamarca formalizó en el Juzgado Federal la denuncia contra el despliegue paramilitar de Águilas Negras. Héctor Sebastián Ibáñez, letrado del Ministerio de Gobierno, Justicia y Derechos Humanos, dijo que la demanda se enmarca en la posible comisión de hechos delictivos perseguibles de oficio como usurpación de autoridad, portación ilegal de armas de guerra y asociación ilícita agravada (arts. 247 segundo párrafo, 189 bis séptimo párrafo y 210 bis, respectivamente, Código Penal).

Cabe destacar dos elementos: En primer lugar, la popularidad que despertó el comando en parte de la sociedad civil, llegando a interactuar sin mayores problemas con establecimientos educativos, asociaciones civiles, entidades deportivas, jefes de la policía y autoridades gubernamentales. Reciben en sus filas a disidencias sexuales, promueven la salud, el deporte, el “dejar la calle”, la disciplina.

En segundo lugar, una metodología que se viene repitiendo a lo largo del país que es el establecimiento de comandos o grupos organizados (ya sean libertarios, conservadores o nacionalistas) que han decidido pasar a la acción de propaganda violenta o de manifestación pública.

Mismas referencias públicas para acercarse (como Javier Milei o Patricia Bullrich), mismas simbologías, mismos métodos de reclutamiento, y una veta en la sociedad por donde el discurso penetra, ya sea por bronca, descreimiento o “recuperación de valores”. Todas cuentan además con alguna forma de financiamiento, quizá el eslabón más complejo de identificar dónde salta a la luz quien está abriendo la canilla.

El atentado contra la vicepresidenta demostró, no solo la posibilidad de su eliminación física, sino la capacidad de conmocionar a la sociedad y de desnudar un frágil y crítico sistema político. No hay locos sueltos, no hay locos de la guerra, hay financiamiento, organización y una grieta en la sociedad donde se puede gestar algo que lejos de comenzar a verse, ya está acá.