El 15 de septiembre de 2021, los jefes de Gobierno de Australia, Reino Unido y Estados Unidos anunciaron la formación de AUKUS, “una nueva asociación trilateral de seguridad reforzada” entre estos tres países. El primer ministro australiano, Scott Morrison, y su homólogo británico, Boris Johnson, se asociaron al presidente estadounidense, Joe Biden, para “preservar la seguridad y la estabilidad en el Indo-Pacífico”, en palabras de Johnson.
Aunque estos líderes no mencionaron explícitamente a China en el anuncio de la AUKUS, en general se asume que la lucha contra China es lo que motiva —aunque no frontalmente— la nueva asociación. “El futuro del Indo-Pacífico”, dijo Morrison en la rueda de prensa, “afectará a todos nuestros futuros”. Eso fue lo más cercano que estuvieron de hablar sobre el inmenso elefante blanco parado en medio de la habitación.
Zhao Lijian, del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, asoció la creación de AUKUS con “la anticuada mentalidad de suma cero de la Guerra Fría y la percepción geopolítica de mirada corta”. Pekín ha dejado claro que todo lo que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN dicen sobre la seguridad en la región del Indo-Pacífico, forma parte de un intento de aumentar la presión militar contra China. El artículo de la BBC sobre el pacto lo dejaba claro en su titular: “Aukus: Reino Unido, Estados Unidos y Australia lanzan un pacto para contrarrestar a China”.
¿Era necesaria, realmente, una nueva asociación cuando ya existen varias plataformas de seguridad de este tipo? El Primer Ministro Morrison lo reconoció en sus declaraciones en la rueda de prensa, mencionando la “creciente red de asociaciones” que incluye el pacto de seguridad Quad (Australia, India, Japón y Estados Unidos) y el grupo de intercambio de inteligencia Five Eyes (Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos).
Un análisis más detallado de AUKUS sugiere que este acuerdo tiene menos que ver con la seguridad militar y más con el comercio de armas.
Submarinos nucleares
El primer ministro Morrison anunció que “la primera gran iniciativa de AUKUS será la entrega de una flota de submarinos de propulsión nuclear para Australia”. Inmediatamente surgieron dos alertas: en primer lugar, ¿qué pasará con el pedido de Australia (preexistente) de submarinos con motor diésel a Francia?, y, en segundo lugar… ¿esta venta de submarinos de propulsión nuclear violará el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP)?
En 2016, el Gobierno australiano llegó a un acuerdo con el Grupo Naval de Francia (antes conocido como Direction des Constructions Navales, o DCNS) para suministrar al país 12 submarinos diesel-eléctricos. Un comunicado de prensa del entonces primer ministro Malcolm Turnbull y de su ministra de Defensa actual ministra de Asuntos Exteriores) Marise Payne decía entonces que el proyecto de los futuros submarinos “es la mayor y más compleja adquisición de defensa que Australia ha llevado a cabo. Será una parte vital de nuestra capacidad de Defensa hasta bien entrado el siglo”.
Está previsto que los seis submarinos australianos de la clase Collins sean retirados del servicio en la década de 2030, y los submarinos que iba a suministrar Francia debían sustituirlos. Según el Sydney Morning Herald, el contrato de armamento iba a costar “unos 90.000 millones de dólares en su construcción y 145.000 millones en su mantenimiento a lo largo de su vida útil”.
Australia canceló su acuerdo con los franceses para obtener los submarinos de propulsión nuclear. Es probable que estos nuevos submarinos sean construidos en Estados Unidos por Electric Boat, una subdivisión de General Dynamics, y Newport News Shipbuilding, una subdivisión de Huntington Ingalls Industries, o en el Reino Unido por BAE Systems; que ya se ha beneficiado de varios acuerdos importantes de submarinos. El acuerdo AUKUS para suministrar submarinos a Australia será mucho más caro, dado que se trata de submarinos nucleares, y hará que Australia dependa más de los fabricantes de armas del Reino Unido y de Estados Unidos. Francia se mostró furiosa por el acuerdo de los submarinos, y su ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, lo calificó de “decisión lamentable” que debería hacer avanzar la causa de la “autonomía estratégica europea” respecto a Estados Unidos. Palabras como “traición” han inundado la conversación francesa sobre el acuerdo.
Australia ratificó el TNP en 1973, y también es signataria del Tratado de Rarotonga (1985), o Tratado de la Zona Libre de Armas Nucleares del Pacífico Sur. No tiene armas nucleares y se ha comprometido a no tener material nuclear en el Pacífico Sur. Australia es el segundo mayor productor de uranio después de Kazajstán, y la mayor parte de este material nuclear se vende al Reino Unido y a EE.UU. Durante las últimas décadas, Australia ha sido considerada como un Estado “umbral nuclear”, pero ha optado por no intensificar su programa de armas nucleares.
Los tres jefes de Gobierno de Australia, Estados Unidos y el Reino Unido dejaron claro que la transferencia de los submarinos de propulsión nuclear no es lo mismo que la transferencia de armas nucleares, aunque estos nuevos submarinos serán capaces de lanzar un ataque nuclear. Por ello, no sólo China sino también Corea del Norte han advertido de una nueva carrera armamentística en la región, tras el acuerdo de los submarinos AUKUS.
Costos
Morrison admitió durante una conferencia de prensa el 16 de septiembre que su país ya ha gastado 2.400 millones de dólares en el acuerdo del submarino francés. Sin embargo, no respondió a la pregunta de un periodista sobre cuál sería el precio final de los submarinos de propulsión nuclear británico-estadounidenses. Pidió a su Secretario de Defensa, Greg Moriarty, que respondiera. Este habló sobre grupos de trabajo “que establecerán una serie de grupos de trabajo” con Estados Unidos y el Reino Unido para estudiar varias cuestiones relacionadas con el acuerdo; pero tampoco tocó el tema del precio.
Una de las preguntas formuladas en la rueda de prensa en relación con los costos para los contribuyentes australianos fue si Australia compraría los submarinos de la clase Astute (Reino Unido) o los de la clase Virginia (Estados Unidos), ya que esta decisión influye en el costo. El submarino de la clase Virginia, según un estudio reciente del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, cuesta 3.450 millones de dólares por buque. A esto hay que añadir el costo de la modernización de las bases navales en Australia y el costo de funcionamiento y mantenimiento de los submarinos. Las empresas estadounidenses y británicas obtendrán considerables beneficios de este acuerdo.
Desde que los australianos firmaron el acuerdo con los franceses, los medios de comunicación asociados al estadounidense Rupert Murdoch lo han atacado. Cualquier pequeño retraso era expuesto para ser atacado, y cualquier ajuste del contrato —incluyendo un cambio de contrato propuesto el 23 de marzo de 2021— se convertía en noticia de primera plana. Consciente de los problemas, el Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Le Drian, habló el 25 de junio en París con el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, sobre el acuerdo. Le dijo al francófono Blinken que el contrato del submarino no es sólo francés, sino también una asociación franco-estadounidense, ya que Lockheed Martin es parte del acuerdo. Los intentos franceses de conseguir la participación de Estados Unidos en el acuerdo quedaron en nada, ya que la administración Biden ya estaba en conversaciones con el Reino Unido y Australia por su cuenta en relación con el acuerdo AUKUS. Por eso el lenguaje de la “traición” es tan pronunciado en París.
Beligerancia
El 16 de septiembre, los Gobiernos de Australia y Estados Unidos publicaron una declaración conjunta que incluía un ataque directo a China, con referencia al Mar de China Meridional, Xinjiang, Hong Kong y Taiwán. Dos días más tarde, un artículo en el principal periódico australiano, el Australian, escrito por Paul Monk (el jefe de la Oficina de China en la Organización de Inteligencia de Defensa de Australia) declaró que su Gobierno debería “facilitar un golpe de Estado dentro del Partido Comunista de China”. Esto es un llamado directo a un cambio de régimen en China por parte de Australia.
El lenguaje beligerante de Australia no debe tomarse a la ligera. A pesar de que China es el mayor socio comercial de Australia (tanto en términos de exportaciones como de importaciones), la creación de estos nuevos pactos militares —con un toque nuclear— amenaza la seguridad en la región. Si se trata simplemente de un acuerdo armamentístico oculto tras un pacto militar, estamos ante un uso cínico de la retórica bélica con fines comerciales. Este cinismo podría terminar provocando mucho sufrimiento.
Este artículo fue producido por Globetrotter
Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es compañero de redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es el editor en jefe de LeftWord Books y el director de Tricontinental: Institute for Social Research. Es miembro senior no residente del Instituto de Estudios Financieros de Chongyang, Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, incluidos The Darker Nations y The Poorer Nations. Su último libro es Washington Bullets, con una introducción de Evo Morales Ayma.