¿Por qué protestan los que protestan?

Entre teorías conspirativas y el apoyo de sectores reaccionarios, grupos minoritarios toman las calles con consignas de libertad y contra la gestión de la pandemia, fogoneados en parte por el alcance de los medios y redes sociales. ¿Qué motiva estas posturas?

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Foto: @ladransancho.lujan

Desde que la OMS declaró la pandemia y los estados comenzaron a adoptar medidas más restrictivas en cuanto a circulación de personas, varias teorías conspirativas empezaron a circular en redes sociales e incluso algunos medios de comunicación.

Especulaciones sobre un nuevo orden mundial, vacunas con chips financiadas por George Soros y Bill Gates y una supuesta red de pedofilia mundial que involucra a personalidades de todo el mundo comenzaron a aparecer con frecuencia en los discursos de quienes, ya sea por desinformación u oportunismo, atacan a los gobiernos que impulsaron el aislamiento y un control más riguroso de la población.

Estas y otras consignas, aparecieron en carteles y declaraciones de manifestantes en Argentina, Brasil, Madrid y Berlín, donde miles de personas se autoconvocaron en varias oportunidades para expresar su descontento con la realidad que presenta el 2020.

Si bien no se trató de expresiones multitudinarias, la sobre exposición en medios de comunicación tradicionales y redes sociales, sumado a las coberturas que en el intento de crítica lograron ridiculizar la protesta, lograron mostrar al movimiento con mucha más fuerza de la que se vio en las calles. 

Las convocatorias, por tratarse de aglomeraciones de personas sin máscara ni distanciamiento, contribuyeron en todos los países con el ascenso de infectados por covid que incluso llevó a que países que lograron contener la pandemia tuvieran que volver atrás con las medidas que flexibilizan  el aislamiento. Así, lo que antes parecía un consenso inquebrantable con algunas resistencias ahora parece perder fuerza, por reiteración, cansancio y angustia.

“Las situaciones de pandemia han generado históricamente temores y desconfianza de las soluciones propuestas por los científicos” explica Carlos Ciappina, profesor de Historia Contemporánea de América Latina y Doctor en Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata. “La desesperación de muchas personas lleva a descreer de alguna lógica racional para batallar contra la pandemia y entonces aparecen esas perspectivas de paranoia, planes de dominación, amplificadas por la difusión que tienen hoy”.

La idea de libertad,solamente vinculada a la libre circulación, escindida de toda relación con las formas de gobierno, es el retorcido valor que defienden desde la postura anti cuarentena, sin ninguna conciencia de los riesgos que la “defensa” de esa supuesta libertad implica. Para Ciappina, esa postura se explica en el consenso neoliberal: “El neoliberalismo ha marcado profundamente a las sociedades, en el sentido de que lograron generar un individualismo al extremo, sin nexo con la comunidad, donde tanto el pequeño propietario como el empresario e incluso quien no tiene medio de subsistencia defienden la idea de libertad”.

El oportunismo político y la transparencia

En estas manifestaciones, además de los forzados discursos sobre la libertad y la desconfianza en las ciencias, tal vez el factor más llamativo haya sido la participación de personalidades de la política con una fuerte impronta opositora a los gobiernos que impulsaron medidas sanitarias. 

En Argentina fue el Frente Juntos por el Cambio quien convocó a manifestarse contra el aislamiento. También aparecieron consignas contra las vacunas, el comunismo, la ciencia y hasta una quema de barbijos. Algunas cuestiones del ámbito nacional, como la negativa a una reforma judicial y a la intervención de la empresa Vicentín también tomaron cartel.

Además de la oposición, medios de comunicación abiertamente enfrentados con el gobierno de Alberto Fernández ayudaron a inflar las convocatorias y hasta anticiparon su éxito. Lejos de tratarse de expresiones multitudinarias, tanto la oposición como medios monopólicos tradicionales insisten en mostrarlas como una verdadera expresión de repudio popular.

En Madrid pasó algo similar. Centenas de indignados que ocuparon las calles en una caravana de autos exigiendo la libertad que según ellos les fue arrebatada, al tiempo que pedían por la renuncia del presidente Pedro Sanchez.

Estas manifestaciones también contaron con la presencia del líder del partido de ultraderecha Vox, Santiago Avascal, que busca mostrarse como uno de los símbolos de la resistencia a la cuarentena. Aún con la segunda ola de casos de covid19 en pleno crecimiento y luego de haber padecido con un sistema de salud completamente colapsado, como se pudo ver a principios de marzo, la exposición mediática parece servir para hacer campaña en un contexto de crecimiento de las derechas a nivel mundial.

En Berlín quienes participaron activamente de las manifestaciones fueron grupos neo nazis, donde las consignas levantadas eran las mismas que en Argentina y Madrid aunque con una mayor participación y un componente violento en relación a la figura de la canciller Ángela Merkel, que en 2021 finalizará su cuarto y último mandato. En los tres países todas esas expresiones anti populares lograron colocarse al frente de un reclamo que, aunque minoritario, no deja de generar mucho ruido y de preocupar no sólo a las autoridades sanitarias sino a todo el ámbito político.

Según explica Ciappina “las derechas han actuado como negadoras de la pandemia en todo el mundo. Donde gobiernan, como es el caso de Gran Bretaña, Brasil y Estados Unidos, tomaron una postura de negación y eso ha confundido a numerosos sectores de la población. Y también donde no gobiernan, buscaron capitalizar esas demandas y movilizaciones que preexisten. Es una situación novedosa porque en todos lados lo que se busca es que se niegue la pandemia y que las medidas sanitarias y de aislamiento se vean como un atropello autoritario”.

Si en algo coinciden estas posturas de quienes se encuentran en posiciones más conservadoras, es en los discursos sobre total transparencia y buenas costumbres, algo que a simple vista ya parece hacer más ruido que las propias manifestaciones. Mientras en Brasil el negacionista Bolsonaro interfiere en la justicia para frenar las investigaciones por corrupción en su contra, en Argentina el ex presidente dejó el país mientras se discutía su participación en esquemas de espionaje ilegal. Aún con un prontuario comprometedor, el discurso sobre la transparencia parece funcionar muy bien entre las bases electorales de estos sectores, que hoy buscan ampliar participando de las manifestaciones.

La batalla contra las mentiras 

Hay un componente común en estas movilizaciones: La desinformación promovida a través de discursos de odio y noticias falsas a través de internet, utilizada como estrategia para crear un consenso artificial respecto de las medidas tomadas, o incluso como pedestal hacia proximas elecciones.

En muchos casos, los medios de comunicación forman parte de esa estrategia y contribuyen con la desinformación manipulando datos y hasta dando espacio para los discursos de odio. 

Para Ciappina, se trata “del triunfo de posturas que nos hacen rememorar la década fascista”, donde discusiones que se creían superadas reaparecen de forma violenta con la adhesión de sectores que, ante la incertidumbre que plantea el contexto de pandemia, desconfían de discursos oficiales y se vuelcan a alternativas conspiratorias.

Pero, ¿De qué manera se logra una resistencia que derrote estas nuevas ideas que amenazan lo que queda de civilización? “Son necesarios varios instrumentos, en primer lugar hay que invertir y reformular la educación universal. Hay que hacer un enorme esfuerzo en la temática educativa, en tiempos normales lxs niñxs están cerca de seis horas en la escuela. Es ahí donde se debe trabajar la aceptación, la tolerancia, la empatía, el respeto a las reglas, la no violencia y la idea de que pertenecemos a una colectividad. Todo lo que es opuesto al discurso del odio” afirma Ciappina.

Sobre el rol del estado y los medios de comunicación: “Tenemos que pensar en modalidades de encuadre, seguimiento e intervención de los medios de comunicación hegemónicos. Estamos ante una concepción irresponsable sobre lo que significa la libertad de expresión que nos deja desprotegidos ante ese discurso de odio”. En ese sentido, resulta importante resaltar cómo a partir de la idea de “libertad de expresión” posiciones individualistas con argumentos débiles ganan espacio ante la formación profesional y posiciones tolerantes por motivos de rating.

En la misma línea, Carlos Ciappina afirma que también es necesario trabajar sobre la población en general: “Hoy vemos también que tenemos información relevante invisibilizada, información secundaria súper expuesta e información falsa, tanto en redes como en medios de comunicación. Y una de esas noticias requiere de un receptor que sea capaz de hacer una lectura crítica. Pero también hay que pensar las perspectivas éticas de lxs comunicadores, entonces es importante trabajar un código de ética más adecuado y una formación profesional más atenta”.

En tiempos en que los consensos históricos de nuestras sociedades se ven amenazados por consignas individualistas y delirantes, es fundamental la construcción de un discurso fuerte que convoque a la mayoría para impedir el avance del odio. Ridiculizar en canales de televisión y redes sociales muchas veces acaba, por abonar solo al entretenimiento y la falta de critica. Difunde y profundiza las diferencias con quienes hoy aparecen en el centro de la escena disputando el discurso hegemónico de una forma muy violenta. Ser capaces de desarmar esas estructuras es sin duda la manera de enfrentar lo que nos espera.