Argentina, crónica de una corrida del dólar al yuan

Las consecuencias del acuerdo con el FMI y el rol que está ocupando China para aliviar la economía de nuestro país.

Argentina atraviesa una de las crisis económicas más largas de su historia desde que en abril de 2018 el FMI acudió en “auxilio” del Gobierno de Mauricio Macri con 46 mil millones de dólares, -el mayor préstamo de dado en la historia por esa entidad- para evitar el default, mantener a flote el precio del peso y facilitar la “salida” de fondos especulativos con dólares subsidiados. 

A pesar del cambio de Gobierno (2019) la renegociación de la deuda con los Bancos privados y fondos de inversión (2020), la firma de un nuevo acuerdo “heterodoxo” con el FMI (2021),  y el arribo al Ministerio de Economía de Sergio Massa (2022), el país parece navegar una tempestad en un barco de papel, asolado por la constante devaluación de su moneda, a la que se agrega este año una sequía cuyas pérdidas se calculan en 20 mil millones de dólares. 

Haciendo frente a la primera “corrida cambiaria” del año electoral, que hizo subir el precio del dólar casi 100 pesos en una semana, Sergio Massa explora dos vías para atacar la falta de dólares, cuyas implicancias geopolíticas parecen contrapuestas. Por un lado, solicitar un adelanto de los próximos desembolsos y renegociar el acuerdo con el FMI, controlado por el gobierno estadounidense.

Por otro lado, ampliar la desdolarización del intercambio comercial con China y aprovechar el SWAP (intercambio de monedas) de 19,500 millones dólares en yuanes (48% de las reservas internacionales) que el BCRA renueva con el Banco Central chino desde 2009.

La corrida a Washington

Argentina, sin acceso al mercado de capitales y muy endeudada en dólares, queda expuesta entre “dos fuegos”: la deuda con Estados Unidos y la relación comercial China. En la cumbre entre Alberto Fernández y Joe Biden, y durante las visitas de la funcionaria del Departamento de Estado, Wendy Sherman, y la Generala del Comando Sur, Laura Richardson-, Washington reiteró sus objetivos regionales de frenar los puertos, centrales nucleares, tecnologías de la comunicación y bases aeroespaciales chinas en su patio trasero, invitando a Argentina a “congelar” proyectos estratégicos con el gigante asiático como “gesto” para facilitar una renegociación del acuerdo con el FMI. 

Los mensajes norteamericanos son claros y están asociados a su seguridad estratégica. No puede evitar el crecimiento de la relación comercial de dos economías profundamente complementarias como la Argentina y la China, pero sí establecer “líneas rojas” que limitan la expansión de su principal competidor en áreas sensibles. Argentina no tiene margen para hacerle frente a esas presiones ni tampoco alejarse demasiado de un cliente, proveedor e inversor de primer orden como China. Por eso pospone los debates estratégicos y hace malabares para conseguir sus objetivos urgentes sin comprometer su futuro.

La corrida a la “yuanización” 

Hasta la guerra en Ucrania, Beijing recibía el pago por sus intercambios con América Latina en dólares, respetando el status quo financiero internacional. La determinación norteamericana de limitar la expansión tecnológica China y bloquear a Rusia, empujó a la potencia asiática a valorizar su moneda y utilizala para intercambios comerciales transfronterizos, pasando de ser la séptima divisa en importancia en 2019 a la cuarta en 2023, con un 4,6% de los intercambios globales.

Al “yuanizar” los intercambios comerciales con China, Argentina reduce la presión sobre el BCRA en unos 1040 millones de dólares, y promete tandas de 500 y 300 millones más hasta fin de año. No se trata de un gesto de autonomía geopolítica, sino de una medida pragmática para ahorrar dólares, aunque abre la puerta a cambios más profundos  si la escasez de divisas continúa afectando a la Argentina. 

El alivio inmediato sobre la cuenta en dólares del BCRA es significativo porque China tiene un superávit de US $8,000 millones a su favor en su relación con Argentina: vende bienes de complejidad media y alta, maquinaria e insumos productivos, y le compra, principalmente, granos y carne.

A su vez, China seduce a Argentina con el ingreso a los BRICS y el proyecto de la Franja y la Ruta, con la promesa de inversiones vitales y mercados abiertos a nuestros productos. Por su parte, Estados Unidos  nos presiona con su tradicional estrategia del “garrote y la zanahoria”, exigiendo alineamiento político a cambio de financiamiento. 

En el marco de la inestabilidad crónica de la economía argentina, ambas relaciones son de “intercambio desigual” y dejan al desnudo debilidades estructurales de nuestra economía, que al generar divisas únicamente a partir de las exportaciones primarias y equilibrar su déficit con deuda, carece de autonomía para negociar y está sometida a una condición periférica en la división internacional del Trabajo que parece insuperable.