El 25 de febrero de 2021 el presidente de China, Xi Jinping, anunció que su país – de 1.400 millones de habitantes – había sacado a su población de la pobreza (en los términos en que esta se define internacionalmente). Desde 1981, 853 millones de personas chinas han superado la pobreza gracias a las intervenciones a gran escala tanto del Estado chino como del Partido Comunista de China (PCC). Según los datos del Banco Mundial, tres de cada cuatro personas del mundo que salieron de la pobreza viven en China. “Ningún país ha sido capaz de sacar a cientos de millones de personas de la pobreza en tan poco tiempo”, declaró Xi.
Cuando el secretario general de la ONU, António Guterres, visitó China en septiembre de 2019, se deshizo en elogios hacia esta realidad, calificandola como el “mayor logro contra la pobreza de la historia.” “Ustedes redujeron las tasas de mortalidad infantil y materna, mejoraron la nutrición, redujeron el retraso en el crecimiento y redujeron a la mitad la proporción de la población sin acceso a agua potable y saneamiento”, dijo el secretario Guterres. En 1949, durante la revolución china, la tasa de mortalidad infantil en este país era de 200 por cada 1.000 nacidos vivos: esta cifra se redujo a menos de 50 en 1980. Un estudio del Banco Mundial de 1988 señalaba: “Gran parte del éxito de China en la mejora de la salud de su población puede atribuirse a las políticas sanitarias y al sistema nacional de prestación de servicios sanitarios”. Este es el contexto histórico del comentario del Secretario Guterres en 2019; en otras palabras, las instituciones estatales chinas – productos de la revolución dirigida por el PCC – mejoraron las condiciones sociales de vida.
Antes de la Revolución
Para 1949, China era uno de los países más pobres del mundo. Sólo 10 países tenían un PIB per cápita inferior al de China. Las famosas palabras del Presidente Mao Zedong en la inauguración de la República Popular China (“El pueblo chino se ha levantado”) emergen de un siglo de humillaciones que produjeron una terrible pobreza en el país.
Podemos entender el nivel de sufrimiento nacional observando el hecho de que, entre 1840 y 1949, casi 100 millones de chinos murieron en guerras – resultado directo de la intervención extranjera – o fueron víctimas de guerras civiles y hambrunas relacionadas con esas intervenciones. China sufrió la Segunda Guerra Mundial más larga, de 1937 a 1945 (con una guerra civil posterior que duró hasta 1949). El número de muertos fue de, al menos, 14 millones (como documenta Rana Mitter en su libro Forgotten Ally: China’s World War II, 1937-1945). Desde las Guerras del Opio, que comenzaron en 1839, hasta la invasión japonesa de 1931, China luchó por establecer su soberanía y su futuro.
La terrible carga de este pasado fue la que unió a un grupo diverso de radicales para la fundación del PCC en julio de 1921 en Shanghai. Este pequeño grupo de 13 personas, (entre las que se encontraba Mao) se reunió primero en la Concesión Francesa de Shanghai y luego – después de que la policía extranjera llegara a ellos gracias a la delación de un espía – en un barco turístico en el lago Nanhu. La principal tarea del PCC era organizar y orientar a la clase obrera. Para el Primero de Mayo de 1924, 100.000 trabajadores marcharon en Shanghai y otros 200.000 en Cantón. “Ya ha pasado el tiempo en que los trabajadores son sólo carne de cañón para los patrones”, escribieron los trabajadores en un folleto. El PCC asumió estas luchas, creciendo a pesar de las dificultades – incluyendo la Masacre de Shanghai de 1927. Finalmente, en 1949, el liderazgo del PCC en la prolongada guerra antiimperialista contra Japón lo llevó a la victoria final.
Fases de la construcción socialista
La Revolución China tuvo que enfrentarse a un Estado fracturado, a una economía destruida y a una sociedad en profunda agitación. En 1949, el pueblo chino vivía tres años menos que la media mundial. Tenían menos educación y su salud era profundamente precaria. En 1978, vivían cinco años más que la media mundial. Las tasas de alfabetización habían aumentado y los datos sobre la atención sanitaria mostraban una notable mejora. Dado que en 1978 China representaba el 22% de la población mundial, nunca en la historia de la humanidad se había producido un avance tan inmenso.
A partir de 1978, con la introducción de la reforma y apertura, China logró el crecimiento económico más rápido jamás alcanzado por un gran país en toda la historia. Entre 1978 y 2020, el PIB de China aumentó 9,2% por año. Desde 1978, el consumo de los hogares chinos ha aumentado en un 1.800%, dos veces más que en cualquier otro gran país. Todo esto significa que la vida cotidiana ha mejorado notablemente en China. Hoy, la tasa de alfabetización es del 97,33%. En el 2010, era 95,92%. Ambos porcentajes se encuentran muy por encima de la tasa de alfabetización de 1949, que apenas alcanzaba el 20%.
Según lo proyectado por Justin Lin Yif, miembro del comité permanente del Comité Nacional de la Conferencia Política Consultiva del Pueblo Chino, y decano y profesor del Instituto de Nueva Economía Estructural de la Universidad de Pekín, para el 2025, China se convertirá en una economía de “altos ingresos”. Es decir, que en unos 75 años (una sola vida) China habrá pasado de ser casi el país más pobre del mundo a ser una economía de altos ingresos, con la enorme mejora del nivel de vida humano, la esperanza de vida, la educación, la cultura y otras numerosas dimensiones del bienestar humano que ello conlleva.
Con la decisión, por parte de un pequeño grupo de personas, de fundar el PCC hace cien años, el pueblo chino encontró un liderazgo que podía librarlo de una guerra que se remontaba a 1839. Hoy, el PCC desempeñará un papel fundamental a la hora de decidir el destino no sólo de China, sino del mundo. Este contexto histórico se diluye con demasiada frecuencia cuando los medios de comunicación y los políticos occidentales restan importancia a las victorias socioeconómicas de China o dan a entender que han surgido de la nada. El pueblo chino lleva siglos luchando por estos resultados.