El representante del departamento de Estado norteamericano para Corea del Norte, Sung Kim, estará esta semana en Corea del Sur para conversar sobre estrategias militares en contra del norte de la península, ya que consideran peligrosas las pruebas de misiles por parte de Pyongyang.
La llegada del enviado estadounidense coincide, además, con el inicio de los ejercicios militares conjuntos de las tropas yanquis y surcoreanas. Se trata de un momento de extrema tensión entre Pyongyang y Seúl, debido a que el próximo cambio de gobierno en Corea del Sur cambiará la política hacia el norte, tomando medidas más hostiles que ya comienzan a visibilizarse.
Según la agencia Yonhap, el representante estadounidense Kim dijo que los lanzamientos norcoreanos son una clara violación de múltiples resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y deben trabajar junto al gobierno surcoreano para encontrar una respuesta decisiva al comportamiento provocativo de Corea del Norte.
Por su parte, el director de negociaciones de paz de la península coreana del Ministerio de Exteriores, Noh Kyu Duk, también destacó la necesidad de “dejar la puerta abierta al diálogo”, pero llamó a los aliados a “permanecer vigilantes y precavidos ante cualquier posibilidad”. Además agregó que no se debería dejar lugar a “ningún error de cálculo” por parte de Pyongyang sobre la fuerza perdurable de la alianza entre Seúl y Washington.
Hace unas semanas, en su cuenta de Facebook, el presidente electo —Yoon Suk-Yeol— también se manifestó al respecto: “Le advierto con severidad a Corea del Norte; no hay nada que pueda ganar con provocaciones”. En esa publicación agregó además que en caso de un ataque, se comprometería a “responder con contundencia mediante la colaboración con la comunidad internacional, basada en la cooperación cercana entre Corea del Sur y EE.UU”.
Uno de los conflictos actuales con Corea del Norte es su programa militar, que de acuerdo a las autoridades gubernamentales es para defensa, mientras que Estados Unidos y otros países del Pacífico señalan que se trata de una amenaza. En diciembre del 2017, a propuesta del gobierno del expresidente Donald Trump, el Consejo de Seguridad de la ONU sancionó a Corea del Norte por el desarrollo de su programa nuclear.
Los norcoreanos que trabajaban en el extranjero debieron volver a su país, se prohibieron las exportaciones de maquinarias y equipos eléctricos, y se implementaron restricciones en la importación de petróleo.
Ahora, el presidente entrante de Corea del Sur apostaría a que otra vez se despliegue el sistema antimisiles, una política contra Corea del Norte. Además de continuar con la relación de seguridad estrecha con Estados Unidos que sostienen desde la participación en la guerra de Corea (1950-1953) en la defensa surcoreana. Algo que ha perdurado en el tiempo: actualmente hay alrededor de 30 mil soldados estadounidenses en la frontera con Corea del Norte.
Si bien desde Pyongyang no emiten declaraciones gubernamentales, sí cuentan con enviados especiales como Alejandro Cao de Benos, delegado internacional de Corea del Norte, quien explicó en una entrevista en el diario español La Razón, que el sistema de bombas nucleares se trata de “un sistema de disuasión que permite a Corea seguir existiendo y no acabar como Afganistán, Libia o Irak”.
“Clinton ya amenazó con destruir a Corea mediante un ´ataque preventivo´ y Trump hizo lo mismo con su ´Fuego y Furia”. Ambos se vieron forzados a cambiar su posición y tratar a la República Popular Democrática de Corea (RPDC) como un igual gracias al arsenal nuclear”, expresó.
Por otro lado, los norcoreanos afirman que la guerra de 1950 fue con los Estados Unidos y que estos últimos se niegan a firmar el tratado de paz. Cao de Benos, manifestó además que gracias a su hermetismo “la RPDC ha aprendido a desarrollarse basada en la autosuficiencia y, aunque pudiera tener aliados, no quiere depender de otras grandes potencias como China o Rusia. Otros países, como España, no se acercan a ella por orden directa de su jefe, los EEUU”.