La generación del héroe único, solitario, que pelea contra el mundo, se terminó con la muerte de Maradona. Si bien hoy, la figura de Messi deslumbra incansablemente y se presenta como lo más alto en el fútbol, se debe erradicar aquella idea. Necesitamos construir un héroe colectivo más allá del destaque individual.
Así al menos lo explican los hechos. Argentina tiene este sábado ante Brasil la chance de obtener un título de Copa América luego de 28 años. Para un país que respira fútbol como el nuestro, eso es mucho tiempo. Estamos hablando de generaciones y generaciones que crecieron sin ver a la selección consagrarse.
Vale la pena replantearse, ¿por qué sucede esto? La selección nacional ya lleva 16 años con el ancho de espadas, pero al igual que en el truco, si no está bien acompañado en la mano, es difícil ganar.
La búsqueda del héroe
No hay objeción en que Messi es el mejor de todos en la actualidad. Tampoco hay dudas de que solo no puede. Hay muchos ejemplos para explicar esto y avanzar hacia la transformación de nuestra forma de ver al fútbol -y a la vida-. Tenemos que ser capaces de entender que no hay héroe solitario y poder pensar un héroe colectivo.
Hay muchos ejemplos que nos hacen revalidar esta afirmación, jugadores de la talla de Zlatan Ibrahimovic, Robert Lewandowski o Mohamed Salah difícilmente ganen algo con sus selecciones, ya que no cuentan con el respaldo de un equipo competitivo. Aunque ellos sean estrellas mundiales, por sí solos no pueden hacer nada para conseguirlo. Es entonces cuando vemos con claridad cómo la figura del héroe solitario queda desterrada.
En contraposición, si uno analiza a la selección de Alemania se encontrará con la difícil tarea de destacar solo a uno o dos jugadores: lo que prevalece desde hace varios años es el equipo. Con ese pensamiento, el país teutón ha logrado cuatro copas del mundo.
A lo largo de esta Copa América se vio la mejor versión de Messi. No solo por lo hecho en el terreno de juego, donde tuvo una actuación formidable, sino también desde su actitud. La pulga asumió un rol de liderazgo y esta nueva camada de jugadores lo sigue y lo acepta como tal.
De todas formas, si bien Messi tuvo un nivel superlativo, a lo largo del certamen necesitó de la ayuda de sus compañeros. En semifinales apareció el Dibu Martínez que atajó tres penales en la definición frente a Colombia. En cuartos, ante Ecuador, Di María entró y le dio una bocanada de aire fresco al equipo cuando el partido se había complicado.
Uno por uno, formar un colectivo
Para llegar a la final, Argentina mostró solidez en todas sus líneas: la defensa estuvo firme, si bien hubo modificaciones de nombres producto de las lesiones, tanto los centrales como los laterales dieron garantías.
En el medio, con la dupla Paredes-De Paul, se logró una sociedad para que la pelota le llegue limpia a los de arriba. Por las bandas está Nico González, un jugador sin mucho cartel pero que cada vez que entra a la cancha rinde y es funcional a la idea del entrenador.
Arriba está Messi que, más allá de ser el distinto, está en una faceta mucho más cerebral y sobre todo se lo ve con otro semblante, disfrutando de este momento. Y Lautaro Martínez que, aun sin hacer una gran copa, convirtió en los últimos 3 partidos. Lo que se le pide a todo 9.
Además en el banco hay soluciones. Cada vez que ingresa Di María le da un cambio de ritmo a la selección. Es un revulsivo que le imprime esa velocidad necesaria al juego, cuando algunos de sus compañeros se cansan o el partido se empantana.
También Guido Rodríguez, que estuvo a la altura cada vez que entró y fue una rueda de auxilio para el mediocampo e incluso Alejandro Gómez, que si bien no disputó los últimos encuentros, fue muy importante en la fase de grupos convirtiendo goles y asociándose con sus compañeros.
Está claro entonces que para llegar al éxito frente a Brasil se depende de la ayuda de todos. La generación del héroe único como salvador ya no existe, necesitamos construir héroes colectivos. El mito debe ser forjado desde esa base y no desde Messi +10.